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La Caja de Pandora

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En esta sexta parte de la saga Crónicas Angelicales, el mundo mágico vuelve a estar en peligro cuando Roshwen, el malvado rey de Avalon, en sus ansías por exterminar al mundo que lo rechazó, revive un oscuro poder que había estado muerto por eones, y serán los nefilim una vez más quienes traten de evitar que el mundo con el que se han encariñado tanto deje de existir, pero se sorprenderán cuando descubran lo que por mucho tiempo les ocultaron los ángeles: que los seres que creían mitológicos, como los dioses griegos, en realidad existieron ¿O siguen existiendo?

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Prólogo
  Eirwen se despidió de sus padres, bajó del carruaje real y entró a la escuela, contentísima por al fin poder congeniar con niños de su edad, aparte de los hijos de los sirvientes con los que suele jugar en el palacio. Ya tenía ocho años, y en Emrystiel la costumbre es que a esa edad todos los niños entren a la escuela, en donde se les enseña lo básico, preparándolos para que a los trece años ingresen al instituto de magia.  Marco había estado reacio a la idea de que su hija fuera a la escuela. Él no tiene buenos recuerdos de ese lugar. Recordó lo mucho que se burlaban de él por ser un “bastardo medio ninfa”. Él incluso había propuesto que una maestra fuera hasta el palacio y le diera clases particulares a Eirwen, así como habían sido educados sus hijos hadas, pero fue la niña la que insistió en que quería ir a la escuela para estar con otros niños, y Marco no tuvo más opción que ceder, porque si había algo a lo que no se resistía era a los ojitos suplicantes de su nenita.  Y por supuesto que la pequeña ninfa estaría custodiada en la escuela, porque después de todo, es la princesa heredera al trono de Emrystiel; tal vez a los príncipes que no heredarían el trono no se les cuidaba tanto, pero tratándose del heredero de la corona las medidas de seguridad son muy estrictas.   Además, el hecho de que Eirwen asistiera a la escuela de los niños plebeyos ayudaba bastante a la imagen de la familia real. Unos reyes y príncipes que no hicieran distinción en las clases sociales siempre serían muy queridos.  Eirwen ignoró que Delan y otros caballeros le pisaban los talones y corrió a saludar con abrazos y besos a los niños que ya conocía porque son hijos de sirvientes del palacio. Es muy amiga especialmente de dos de su misma edad; Philip, al que todos le dicen “Pip”, hijo del jefe de cocina, y Alda, hija menor del capataz del palacio.   Delan y los caballeros sufrían con cada abrazo que Eirwen daba a algún niño. Cualquiera podría tener escondido en sus ropas un pequeño cuchillo con el cual quisiera lastimar a la princesa. Sí, todos eran niños pequeños, pero con la maldad que todavía existe en los corazones de varios habitantes de Emrystiel que aún le guardan devoción a los Waldermon, podrían incitar a sus pequeños hijos de intentar algo en contra de la princesa.  La maestra, Cassania Welborg, entró al salón de clase con la imponencia que transmite cualquier maestra que lleva más de 500 años dando clases. Como cualquier humano del mundo mágico, a esa edad ya aparentaba estar entrando en la vejez, con algunos cabellos grises y unas cuantas líneas de expresión marcadas en el rostro aun hermoso.   Todos los niños guardaron silencio apenas vieron a la temible maestra. Todos menos una. Eirwen, que aún seguía hablando con Pip.  Cassania dirigió su vista a la niña, y casi se va de para atrás. Esos ojos ámbar le recordaron a aquel niño que ella también conoció en esa misma escuela hace ya varios siglos. Oslakit Ganger.   Si bien Eirwen se parecía un poco más a Sariel en los rasgos faciales, por supuesto que tenía cosas de Marco, y de Oslakit por supuesto, siendo lo más evidente la extroversión, porque en definitiva ese rasgo de la personalidad no se lo heredó a ninguno de sus padres. Eso solo se lo pudo sacar a su abuelo paterno, que se relacionaba con raymundo y todo el mundo y no era capaz de quedarse callado.  —Lo siento maestra, ya me callo —dijo la princesa, notando la mirada de la mujer sobre ella.  —Bienvenida a mi clase, princesa Eirwen. Será un honor para mí ser su primera maestra —dijo Cassania, dirigiéndole una tierna mirada a la niña, y después miró a toda la clase —, y bienvenidos a todos. Soy Cassania Welborg, y les impartiré durante todo este año las cátedras de historia, introducción a la magia, ciencias naturales y matemáticas.  —Uhg ¿Por qué matemáticas? —preguntó Eirwen, sabiendo que esa asignatura es una de las favoritas de su primo Myrddion, “el cerebrito” de la familia.  —Porque son los números, su alteza, los que gobiernan el universo —dijo la maestra, con sus brazos abarcando todo el lugar, refiriéndose a todo cuanto los rodea —. Empezaremos entonces con la catedra de historia —mueve la mano y hace que en el pizarrón aparezcan palabras.  “Pandora y Pandarus” leyeron todos los niños al unísono, y Cassania asintió y continuó:  —En el principio de los tiempos, cuando el mundo mágico recién fue creado por Jehová, los titanes Prometeo y Epimeteo fueron responsables de la creación del Hombre, y para estancar el desarrollo de su creación para que tales poderes que les quería dar Jehová no nos asimilaran en poder con los seres celestiales, prometieron robar el fuego sagrado de la magia, uno de los elementos que al día de hoy nos permite a nosotros los humanos de este mundo tener poderes mágicos, y así “liberar” a la humanidad de un futuro lleno de las desgracias que los titanes creerían que traería la magia. Pero Lucifer, el príncipe del universo, la mano derecha de Jehová, frustró sus planes, quitándoles el fuego y devolviéndolo a los laboratorios celestiales, en donde se crearía a los primeros seres humanos, dándoles un poco de ese poder mágico.    >>Prometeo sabía que no escaparía impune de tal crimen, y que tarde o temprano terminaría siendo castigado por Jehová, también sabía que el destino de su hermano y de la humanidad estaba en peligro, así que le dijo a Epimeteo que su desgracia no sería suficiente para aplacar la ira de Lucifer, así que le aconsejó que pasara lo que pasara, no debía aceptar ningún de los ángeles, y que así su creación, la humanidad, estaría a salvo.  >>Epimeteo recibió el consejo con gratitud y le aseguró que no recibiría ningún regalo de los ángeles, y tal como Prometeo había predicho, el que en ese entonces era el príncipe de la Casa Real de Jehová, conspiró contra Epimeteo y la humanidad, aun a espaldas de Jehová, que siempre tan misericordioso siempre perdona a sus hijos.  >>Jehová ordenó a Efesto que creara al primer hombre y a la primera mujer. El dios menor —como eran llamados los hijos de los titanes—, como artesano del universo, creó en los laboratorios celestiales a dos hermanos gemelos, hombre y mujer, las más elegantes de las criaturas, y fueron presentados a Jehová, a los ángeles, a las gorgonas, a los titanes y a los hijos de estos, mejor conocidos como “los dioses menores” o como “los olímpicos”, que les dieron diferentes regalos. Afrodita los dotó de una increíble belleza, Hermes les concedió el poder de la palabra, las Gorgonas los adornaron con ropas y joyas, pero de entre los dos, la que más sobresalía era Pandora, siendo una criatura magnifica en todos los sentidos.  >>Lucifer ordenó a Hermes que le diera a Pandora a Epimeteo como regalo, pero primero le entregó una hermosa caja, diciéndole que llevara con ella un regalo para los hombres pero que no lo abriera bajo ninguna circunstancia; y así, Pandora fue presentada a Epimeteo, él estaba tan encantado con la asombrosa belleza de la joven que olvidó el consejo de su hermano de no aceptar nunca ningún regalo de los ángeles.  >>Epimeteo instaló a Pandora en una habitación de su palacio y allí ella admiraba la hermosa caja que había traído como regalo de los ángeles, y ella se preguntó qué tipo de regalo debía haber dentro ya que la caja en sí ya era impresionante; no pudo resistir su curiosidad y decidió espiar lo que había dentro de la caja, la abrió con cuidado, pero la ingenua joven no tenía ni idea de lo que se avecinaba.  >>Una gran presión empujó a Pandora lejos y fuera de la caja se formó una ventisca negra. Esa niebla contenía todos los males y poderes oscuros que Jehová no tenía entre los hombres; hasta ese momento, los hombres de este mundo eran puros, utilizaban su magia solo para el bien, no existía la magia negra ni las criaturas oscuras, y vivían en la edad de oro, no había necesidad ni ningún conflicto, era un mundo de pura felicidad, pero de la caja salieron todo tipo de males que plagarían al mundo mágico, cayendo de paso las demás especies.  >>Pandora quedó muy debilitada, así que un asustado Pandarus, que justo merodeaba ese día por el castillo, intentó cerrar la caja sin éxito, porque en vez de cerrarla, el poder se concentró en ellos, un poder que los convirtió en los magos más poderosos de todos, pero claro..., oscureció sus almas hasta el punto de volverlos los seres más malvados del universo.  La maestra hizo una pausa para beber un sorbo de agua. A esa edad, hablar por un rato ya le secaba la garganta.  —En fin..., Pandora, que desde el principio había odiado a los dioses menores por considerar que trataban a los demás seres de la creación como si fueran sus vasallos, hechizó a Epimeteo con los nuevos poderes adquiridos de la caja, y así ponerlo en contra de sus hermanos dioses y de los ángeles, y así poder apoderarse del Tercer Cielo, pero eran conscientes de que ellos solos no podrían contra esos seres tan poderosos, así que Pandora tuvo la idea, impulsada por Lucifer, que en ese entonces ya la maldad estaba anidando en su corazón, de tener a los demás titanes de su lado, siendo los únicos seres capaces de vencer a los dioses menores y a los ángeles.  >>Era tanto el poder de convencimiento de Pandora por el don que le regaló Hermes, que no le fue difícil convencer a los titanes que estuvieran de su lado en la toma del Tercer Cielo, de paso también logrando reclutar a las Gorgonas. Pero claro, Lucifer, que quería el trono del universo para sí solito, traicionó a Hermes y a los hermanos magos, y sabiendo cuáles serían sus planes de batalla, organizó una gran ofensiva en contra de ellos y los titanes, pero no dejó a ningún ángel vigilando El Jardín del Edén, en ese entonces mejor conocido como “El Olimpo”, y fue a propósito, para que así los dioses menores tuvieran que pelear solos contra los titanes, y fue así como perecieron en la batalla a manos de Cronos y Tea, protegiendo el Jardín que Jehová les había encomendado defender a toda costa. Fue el valeroso arcángel Miguel quien luchando codo a codo con el mismísimo Jehová, lograron vencer a esos dos titanes, que entre todos eran los más poderosos entre todos los de su especie. Lucifer y los demás arcángeles y ángeles se encargaron de los demás titanes, gorgonas y por supuesto de los hermanos Pandora y Pandarus.   >>Lucifer, por supuesto, quedó como el héroe al lograr encerrar a los titanes y gorgonas en el Tártaro, y en cuanto a Pandora y su hermano, bueno..., tener el poder de una caja del universo los hacía completamente invencibles, nada los podía matar, así que el arcángel Raziel, al que le debemos todos nuestros conocimientos mágicos, usando todo su poder, abrió la caja sin que salieran más males, y encerró ahí a los malvados hermanos magos, por el resto de la eternidad.  Eirwen y los demás niños quedaron asombrados ante el relato. Algunos ya sabían un poco sobre los primeros magos que existieron en el mundo mágico, pero otros, como Eirwen, no sabían nada. A la medio ninfa, su madre solo le había hablado de la historia del mundo mortal, y ella en serio había creído que los primeros humanos fueron Adán y Eva. Y su padre no se había tomado la molestia de darle nunca una clase de historia del mundo mágico, por sus múltiples ocupaciones. Prefería utilizar el tiempo que sacaba para ella comiéndosela a besos, pero no para revelarle tales cosas.   “Esto es lo bueno de venir a la escuela, entonces” pensó Eirwen, mientras que la maestra continuaba hablándoles sobre los primeros años del mundo mágico.  Salieron al recreo, y Eirwen, como era de esperarse, compartió todo lo que su nana le había alistado como merienda con los niños de familias menos favorecidas, que no tenían para darle a sus hijos alguna merienda qué llevar a la escuela, sin importarle que ella solo se quedara con una manzana.   Fue Pip el que entonces le compartió medio sándwich, y Alda medio trozo de su dulce de guayaba y media botella de leche. Los tres amigos, que serían inseparables por muchos años, rieron y comieron hasta que el recreo finalizó y regresaron a su clase.  Ya en la noche, Eirwen se soñó con el relato que les había contado ese día su maestra. Titanes contra ángeles, y una bruja malvada tratando de apoderarse del trono del universo.   

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