:.Capítulo 3.:

1698 Words
"El amor es un sentimiento contranatural que une a dos desconocidos en una relación mezquina e insalubre, cuanto más intensa, tanto más efímera". -Gabriel García Márquez.                                                                                       >> The Hunger Games. Entre las pasarelas y el Capitolio no había demasiada diferencia.   Enseguida divisé a mis padres sentados en una de las mesas en el fondo del salón y mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa al verlos conversando animadamente con Ander. Dirigí mi mirada oscura hacia Sharon y le indiqué con un rápido movimiento de cabeza que necesitaba dirigirme hacia allí.   —Por allá se encuentran mis padres— le expliqué dando un paso hacia atrás y ella me sonrió, sacudiendo la cabeza. Había perdido demasiado peso. Estaba preocupada por ella— ¿Te parece si nos vemos después?   Su mirada brilló.   —Por supuesto. Sabes que siempre estaré rondando por aquí.   Le dediqué una amplia sonrisa mientras la miraba desaparecer entre la multitud que caminaba de un lugar al otro y suspiré al hallarme completamente sola. Mi relación con ella era un tanto complicada. Nos llevábamos bien y la quería, pero no éramos amigas cercanas. Ella siempre parecía estar absorta en su propio mundo y mostraba un claro desinterés en dejar que las personas que la rodeaban intervinieran.   Sacudí la cabeza con frustración sintiéndome de repente demasiado cansada para pensar en ello y empecé a caminar hacia donde se encontraba mi familia.   Todo el lugar estaba maravillosamente decorado. Candelabros gigantescos colgaban a lo largo de todo el salón mientras un grupo de luces tenues giraban con suavidad. Había botellas de vino y champagne en cada una de las mesas y los empleados se movían con rapidez para mantener todo en orden antes de que empezaran a servir la comida.   Revoleé los ojos al analizar la escena fríamente calculada y no dejé de caminar. Había demasiadas cosas que decir al respecto sobre la falsedad de la atmósfera intachable y la obvia sagacidad y aprovechamiento de los invitados, pero antes de que pudiera poner mis pensamientos en palabras y arruinarle la velada a alguna persona, la falda de mi vestido de noche me hizo lanzada hacia atrás y provocó que todo mi cuerpo se desequilibrara, impulsándolo bruscamente hacia adelante.   Chillé con fuerza tratando de mantener el equilibrio y dejé de respirar mientras me preparaba mentalmente para soportar el estrepitoso impacto de mi cuerpo contra el suelo. ¡Demonios! Sabía que no tenía buena suerte, pero aquello era como una tortura. Lentamente mi vida se estaba convirtiendo en una parodia sin sentido.   —¡Oye! — sentí una enorme mano cerrarse con firmeza alrededor de la parte superior de mi antebrazo y tirar de mi cuerpo fuertemente hasta hacerlo chocar sin precaución contra algo duro y caliente. El aire se escapó de mis pulmones debido al inesperado golpe, pero enseguida me quedé paralizada cuando un par de brazos se envolvieron alrededor de mí. Un delicioso y provocador aroma que nunca antes en mi vida había olido inundó mis fosas nasales y de inmediato mis ojos curiosos se dirigieron hacia la persona que me sostenía en ese momento.   Oh wow.   Era la primera vez en mi vida que alguien me había dejado sin palabras.   Un ceñido y elegante traje n***o cubría los amplios y musculosos hombros del chico al que me encontraba aferrada. Su cabello lacio caía por medio de ondas sobre su frente hasta llegar al inicio de sus ojos y hacía resaltar el asombroso e intenso color verde de su mirada.   Con tan solo repasarlo durante un par de segundos, podía darme cuenta de lo terriblemente alto que era. Poseía una impecable y perfecta mandíbula cuadrada y sus labios ridículamente sensuales se esforzaban por no sonreír.   —¿Te encuentras bien, ángel?   Mi mirada viajó inmediatamente hacia él y casi estuve a punto de morir al sentir mi cuerpo estremecerse ante el tono grave y provocador de su voz. Mis manos se liberaron enseguida de su agarre y lo observé con cautela mientras él hundía ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón n***o. Un pantalón que no debería estar a la venta para seres surrealistas como él.   —Gracias por tu ayuda— susurré con dificultad y me avergoncé instantáneamente al escuchar el patético tono agudo y tembloroso en el que se había convertido mi voz. ¿Qué demonios pasaba conmigo?   Él sonrió encogiéndose de hombros, sin apartar su mirada penetrante de la mía.   —Créeme nena, para mí ha sido todo un placer...   Mis labios se curvaron involuntariamente ante sus palabras.   —¿Acaso te conozco?   —Cabe la posibilidad— se encogió de hombros de manera juguetona y luego ladeó la cabeza hacia mí, entornando los ojos— ¿Acaso crees que alguien como yo podría pasar desapercibido?   Ok. Ya tenía mi primera definición sobre él:   «Terriblemente arrogante»   Me crucé de brazos.   —Bastaba con decirme que nunca nos habíamos visto.   Él sonrió ampliamente, —¿Entonces qué habría de divertido en eso?   —¿Interrumpo?   La voz de Ander a mis espaldas me hizo soltar un respingo de sorpresa y contener la respiración. Tenía la costumbre de aparecer cuando menos lo esperaba, pero en ese momento mis nervios no estaban precisamente en sus cabales.   Me giré hacia su dirección de inmediato para saber de qué humor se encontraba, pero él deslizó una de sus manos a través de mi cintura y evitó que lo hiciera. Su agarre posesivo tiró de mí para arrastrarme hacia su costado y, a continuación, fulminó con la mirada al chico que teníamos al frente.   Genial.   —¿Anderson?   El nombre de mi novio salió con cautela de los perfilados labios del sexy desconocido y sin entender lo que estaba pasando, lo observé, frunciendo el ceño.   ¿De dónde rayos lo conocía?   —¿Nathan? — preguntó él. Y antes de que pudiera analizar la situación, mi novio y el chico de ojos intensos que acababa de conocer, se encontraban fundidos en un interminable abrazo.   ¡¿Qué demonios?!   Los miré a ambos confundida y ligeramente incómoda mientras ellos se separaban y se estudiaban sin dejar de sonreír.   —Estás hecho tremendo monstruo— inquirió Ander mirando a su amigo con clara estupefacción— ¿Acaso te mudaste a un gimnasio después de la última vez que nos vimos?   Nathan simplemente se encogió de hombros antes de atravesarme con su profunda y brillante mirada.   Nathan.   La boca se me secó sin motivo aparente.   Patético.   —Ah, sí. Perdón. Me olvidé de que te encontrabas aquí por un segundo, cariño— Ander se giró hacia mi cuerpo con una resplandeciente sonrisa y deslizó una de sus manos por detrás de mi espalda. Los ojos de Nathan volvieron a encontrarse con los de mi novio y la curiosidad brilló en su iris transparente.   —Te presento a mi novia Megan Kerssies, y Meg— me observó. Su emoción parecía más genuina de la que estaba acostumbrada a ver— Este patéticamente musculoso chico que tenemos aquí, es mi mejor amigo de toda la vida, Nathan McCain.   Observé otra vez al que resultaba ser el mejor amigo de mi novio y pude sentir cómo un leve rubor empezaba a encenderme las mejillas. No había dejado de mirarme ni por un segundo y su expresión era extremadamente embriagadora. Lentamente la sonrisa arrogante que me mostró hace pocos minutos volvía a tomar lugar en su rostro y le daba un semblante de ángel maligno que jamás creí contemplar.   —Con que... ¿saliendo con modelos?   Su mirada se apartó inmediatamente de mi rostro y ese simple comentario me resultó demasiado molesto. Odiaba la etiqueta que nos ponían con esa palabra, catalogándonos como un tipo de mujer que estaba obligada a lucir siempre hermosa y superficial. Tal vez estaba equivocada y nadie lo viera de esa manera, pero realmente estaba segura de que era lo primero que se venía a la mente de alguien al pensar en «modelo»: un maniquí lindo, arrogante y sin sentimientos.   Tal como lo esperaba, Anderson se echó a reír con diversión ante su broma y asintió, mientras yo simplemente bajaba la mirada al suelo, más incómoda de lo que nunca había estado en toda mi vida. Deseaba inventarles algún tipo de excusa para negarles mi presencia a este par de chicos que no paran de bromear, pero entonces una nueva persona se nos unió...   Suspiré con disgusto. Ese definitivamente no era mi día.
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