Bueno, el tiempo siguió re pancho en San Martín, dejando atrás un montón de vivencias y cambios. Las generaciones que venían después, con la historia copada de Valeria, Daniel y Ana en la mochila, continuaron con el legado del pueblo costero. La familia se multiplicó, y las olas del amor y la resiliencia no paraban de bailar. Valeria, ahora una especie de matriarca top, se la pasaba cuidando las historias que formaban parte del quilombo en San Martín. La birome seguía flasheando en el papel, agarrando las nuevas travesuras y desafíos que la comunidad encaraba. Con los años, Valeria compartía su sabiduría con los pibes jóvenes, guiándolos con el faro del conocimiento. El faro, ese símbolo eterno que representaba la pila de San Martín, estaba siempre en el radar. Los habitantes del pueblo

