El amanecer comenzó a filtrarse por las rendijas de la ventana, iluminando la habitación con un suave resplandor dorado. Aurora se despertó lentamente, su cuerpo aún envuelto en la sensación de calma que había conquistado la noche anterior. A su lado, Dante seguía allí, en su silla, tan quieto como una sombra protectora, pero ahora su presencia parecía más un refugio que una simple vigilancia. Se giró para mirarlo, notando cómo su rostro descansaba en paz, sin la tensión que solía acompañar su mirada. Era como si, al estar junto a ella, él también hubiera encontrado algo que le permitiera relajarse, aunque solo fuera por un momento. Aurora se incorporó con lentitud, el movimiento suave y casi imperceptible, como si no quisiera romper la tranquilidad que se había formado entre ellos. Obse

