Capítulo 6: Poco conforme

1218 Words
Lia No fui a trabajar el día Lunes, tampoco mandé a Steffano al colegio por pura cobardía y miedo hacia lo que podría pasarle al encontrarnos tan alejados. Alonzo me había dicho que nos estaban vigilando todo el tiempo y aunque eso me causaba un poco más de tranquilidad, no me ponía a salvo del todo. Mi trabajo como madre era cuidar de mi pequeño a toda costa, incluyendo de su propio padre. –¿No iremos al colegio? Me preguntó tras levantarnos de la cama y asearnos como era correcto. –No, hoy nos quedaremos juntos en casa. Podremos hacer lo que tu quieras… Saltó de alegría luego de oír la respuesta. Su inocencia no permitía que siquiera intuyera lo mal que estaban las cosas y eso me resultó una ventaja, no quería que nada perturbara su dulce existencia. –¡El timbre! –gritó entusiasmado y corrió a la puerta tras escuchar el anuncio, sentí pánico por no saber quien se encontraba tras ella por lo que corrí tras él– –¡No Steffano! ¡Espera! El miedo recorrió mi ser cuando imaginé que quizá se encontraba allí el mismo Raffael, cumpliendo la amenaza que hizo hace varios años. Agradecí que el suspenso fuera fugaz y se convirtiera en alivio, cuando vi aparecer la bonita figura de Alonzo, recién peinado y bien cambiado. No dudó en alzar a mi pequeño en brazos, dándole todo ese cariño al que lo tenía acostumbrado. –¡Alonzo! ¡Viniste! ¿Tu también vas a quedarte en casa hoy? ¡Mami y yo la pasaremos todo el día aquí, haciendo lo que yo quiera! Nuestra nueva visita me miró de reojo, como si mi paranoia hubiera llegado a un nuevo nivel. Evité caer bajo sus ojos, ya que lo primero que recordaba al captar aquellos iris café claro, era la manera en la que lo había abofeteado la noche anterior. De pronto la vergüenza llegó a mi, ya que en ese momento estaba más lúcida y menos impulsiva. –Lia… –me saludó con timidez y pude jurar que sentía la misma extrañes que yo– –Pensé que no vendrías hasta dentro de un tiempo, –recogí algunos juguetes del suelo para no centrarme en su rostro siguiéndome por toda la sala– no sueles visitarnos dos veces seguidas. Mucho menos tras lo del día anterior. –Pues, ayer nuestra conversación no terminó del todo bien, por eso quise regresar a verte ¿Podemos hablar sobre eso? Tragué saliva aprovechando mi posición de espaldas a él, por alguna razón me sentía extremadamente nerviosa, como nunca antes. –Cariño ¿Por qué no esperas a Alonzo en tu habitación? –sugerí a Steffano para evitar que presenciara nuestra conversación, afortunadamente mi hijo era obediente y lo suficientemente juicioso como para acatar mi orden rápidamente, no sin antes darle una sonrisa cómplice al Conte– Al poco tiempo vimos su figura desaparecer tras la puerta de su recamara. –Lamento lo de anoche, –fue directo y sin entrar en preámbulos– no debí decirte eso, iba a disculparme pero desapareciste y no saliste de la habitación. –Lamento la bofetada, nada justifica la violencia. –Debo admitir que me sorprendiste, fue la primera vez que una chica me pegó. –rio suave y sentí ganas de hacer lo mismo– Luego creíste que yo iba a devolverte el golpe ¿verdad? –su expresión se volvió seria– ¿Por qué? Quiero decir… Nunca he sido agresivo contigo, tampoco pienso serlo alguna vez. ¿Acaso a ti… –Fue por instinto –respondí en automático– solo me sofoqué tras ser presa del impulso. Mi respuesta no pareció ser lo que esperaba, puesto que creí dejarlo sin palabras por unos breves segundos. –Me sorprende que hayas venido a visitarnos tan pronto, por lo general siempre demoras de cuatro a cinco semanas entre tu última venida. –y quizá me veía patética sacando cuentas exactas sobre sus días de llegada– –Eso es porque tengo un motivo importante hoy. –¿Lo dices por lo de Raffael? –No, simplemente quiero llevarte a cenar. Y mi corazón empezó a latir furioso sin poder evitar el enrojecimiento en mis mejillas. No había tenido salidas a solas con un hombre desde el padre de mi hijo y que me lo propusiera alguien como él, me resultaba increíble. –¿Cenar? No entiendo ¿Qué mosco te picó Alonzo Conte? –caminé a la cocina para no verlo, aunque él me siguió el paso obligándome a observarlo– –Es una cena con mi madre. ¡Eso era aún peor! –¿Y por qué tu madre quiere conocerme? No quiero ideas equivocadas Alonzo, no estoy para juegos o malentendidos. –Entonces… –Mi respuesta es no. Ni siquiera conocía a esa señora por fotografías, no tenía nada que ver con ella. –Lia, por favor, no te lo pidiera si no fuera tan importante. Sé que no quieres salir de casa, pero te aseguro que conmigo estarás a salvo, podemos llevar a Steffano. –largó un suspiro exhausto– Mi madre escuchó tu nombre cuando le comentaba a Fernando sobre las nuevas noticias de Raffael, se le metió en la cabeza que quiere conocerte y no imaginas lo terca que se pone. Por favor, solo ayúdame con esto… Negué con la cabeza, aunque eventualmente supe que iba a ceder. No podía resistirme a ese rostro de ruego. –Tu madre no tiene nada que ver conmigo, no tengo ánimos de responder preguntas incómodas o que me pregunte por tus visitas constantes. –No lo hará, te lo prometo. Lo dudé. –¿Tengo que usar un vestido y ponerle un traje a Steffano? Mi consulta curiosa lo hizo sonreír con esperanza. –Solo debes ser tú misma, así eres increíble. Disimule mi rubor asintiendo y corrí hasta la habitación en busca de algo decente, acorde al evento. Mi interior confiaba en él y estaba segura de que nos protegería en caso de que ocurriera algo fuera de nuestros planes. Por alguna inexplicable razón me sentía a salvo y sentía lo mismo para mi pequeño a su lado. ¿Cómo era la señora Conte? Me pregunté varias veces, mientras me dediqué el resto de la tarde a pasarla con ambos y luego a prepararme para la dichosa cita. Decidí colocarme el vestido n***o que compré en las fiestas de año nuevo, pero que nunca usé porque de igual forma me quedé en casa. No era la gran cosa, tampoco era uno de gala, sin embargo, pude sentir a los ojos Alonzo seguirme por todo el piso cuando salí lista. –Empiezas a asustarme –confesé al cabo de un rato– ¿No está bien este vestido? Puedo cambiarlo. –No, no, así está bien, es solo que… Es la primera vez que te veo con uno puesto, siempre te encuentro con el uniforme de enfermera. –Espero que a tu madre le agrade. Asintió como si más hubiese sido de su propio gusto. Mis esperanzas murieron cuando me llevó hasta una enorme propiedad bastante lujosa para mi nivel de vida y del interior apareció una mujer alta, tan castaña como él, con un rostro poco conforme al mirarme e incrédulo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD