… —¡Listas!. —No espera, se me baja el escote. Eso fue un desastre. —Dos minutos para que se vistan, en las mochilas les dejé todo, incluyendo el tranquilizante para caballos. ¿Listas?. Masajee los hombros de Vane, ajusté mi auricular y me senté en una roca afuera del bar, en nuestro escondite, tras un maloliente arbusto. Teníamos una misión que cumplir después de más de dos meses sin acción, ya era hora de poner manos a la obra. Incluso sentía que estaba perdiendo el toque. —¡Se me pegó una hoja en el trasero! Rodé mis ojos y la tomé de los hombros para darle vuelta. Yo estaba disfrazada de un anciano de 80 años con lumbago, mientras que Vane llevaba puesto un hermoso vestido azul con brillos, pegado de la cintura para delinear su figura, y un par de bellos zapatos de

