Cuando mi madre trabajaba hasta tarde en un bar, yo pasaba para disfrutar del show de las diez. A veces tocaban bandas, o recitaban poesía; pero recordaba claramente a aquella mujer. Aquella mujer de voz dulce y melodiosa que siempre, siempre, cantaba aquella canción: Amapola.
Comencé a cantarla en voz bajita, mientras me acomodaba los bucles despeinados frente al espejo y me alisaba las arrugas del pulcro suéter.
Amapola, lindísima amapola
Será siempre mi alma tuya sola
Yo te quiero amada niña mía
Igual que ama la flor la luz del día
Abrí mi pequeño estuche y saqué mi labial rosa. Me apliqué una pequeña cantidad y le sonreí con tristeza al espejo.
Amapola, lindísima amapola
No seas tan ingrata y ámame
Amapola, amapola
Cómo puedes tu vivir tan sola?
Suspiré y guardé el labial. Me calcé la mochila al hombro y, justo cuando estaba por encaminarme a la puerta, alguien la aporreo con tal violencia que me disparó el pulso.
La abrí rápidamente y, del otro lado, Yoongi dió un último golpecito con el puño en el aire. Yacía con la espalda apoyada al marco de la puerta, de perfil a mi, la mirada gacha y vestido casi completamente de n***o con una polera de cuello alto y un saco de pana.
Me ruboricé de sólo pensar en que me había escuchado cantar.
-¿Qué haces?-inquirí, molesta-. ¡Me has asustado!
Levantó la mirada y clavó sus ojos negros en los míos.
Me encogí, cohibida.
-Mi madre dijo que sería muy "grosero" que no te llevara al instituto si vamos juntos; y aunque francamente no tengo ninguna gana de tenerte de compañía no me gusta desobedecer a mi madre.
Asentí, muda, pensando en que sería un camino demasiado extenso como para darme el gusto de insultarlo e ir por mi cuenta.
Yoongi suspiró, apartándose del marco.
Lo seguí, pisándole los talones, hasta la salida de la casa y se me subió la adrenalina cuando el muchacho abrió la puerta del Meredes n***o.
Sin embargo, sacó unas llaves y volvió a cerrar la puerta.
Hice una mueca.
-¿Qué? ¿No vamos en el auto?-inquirí.
El muchacho se limitó a sonreír burlonamente y caminó con paso tranquilo hasta la motocicleta vespa.
Me abroché rápidamente el abrigo hasta la nariz, y me acerqué al muchacho que se había puesto la mochila sobre el pecho.
Dudé un poco, a unos pasos de él.
Yoongi descolgó el casco y me lo puso en la cabeza sin dejarme ni chistar.
-Vamos, ¿qué esperas?-dijo con tono apremiante, sin mirarme. Metió las llaves en la motocicleta y su ronroneo me hizo subir de un brinco detrás del muchacho-. Sujétate.
-¿Qué?
El muchacho chasqueó la lengua, como si simplemente no me soportara, y arrancó la moto haciéndola girar a todo lo que daba para tomar el camino de la carretera. Al hacerlo el vehículo se inclino tanto que habría podido rozar el suelo con la mano.
Solté un pequeño chillido y me abracé a la cintura de Yoongi sin siquiera pensarlo.
Cuando el muchacho tomó la línea recta, no aminoró la velocidad de la motocicleta.
-Para... ¡Para! ¡PARA!
Nos detuvimos en medio de la carretera fría y vacía y sentí suspirar profundamente al chico, como si quisiera contener la ira.
-Bájate-ordeno.
-¿Qué?-abrí los ojos como platos.
-Que te bajes, ahora.
Obedecí y al instante Yoongi puso en marcha la motocicleta, alejándose de mí a una velocidad alucinante.
-¡ESPERA!-grité, y sin pensarlo eché a correr tras la vespa-. ¡¡¡MIN YOON GI!!! ¡¡¡ESPERA!!!
El muchacho frenó de golpe y se giró para verme correr hacia él. Casi podía ver en sus ojos brillantes que aquello le divertía enormemente.
-¿¡Ibas a irte... sin... mi!?-inquirí, tratando de recobrar el aliento, en cuando estuve junto a él.
Yoongi me miró a los ojos, luego bajo por mi cuello, a mi barriga, piernas y pies; y finalmente volvió a los ojos.
¿Se...? ¿¡Se estaba burlando de mí o algo así!?
-Pues pretendo llegar a horario, nena.
¿¡Nena!? Si... estaba burlándose de mí.
Le lancé una mirada de disgusto a la motocicleta.
Yoongi suspiró con expresión de cansancio.
-Ven aquí-dijo, y le dio una palmadita al asiento detrás de él.
Me mordí el labio inferior y, antes de que me sentara, el muchacho se fijó con atención en mi gesto.
-Agárrate-dijo.
Pasé las manos por su cintura lentamente, como si me diera miedo su reacción. Sentí la tela suave de su saco en mis manos congeladas.
-Recuéstate contra mi.
-¿Qué?-inquirí, extrañada.
-¡Sólo...!-se frenó, controlando el mal humor-. Hazlo.
Fruncí el ceño y me acerqué a él, pegando mi torso a su espalda. Se me aceleró el pulso por la cercanía y rogué en silencio que no se diera cuenta.
-Ahora cierra los ojos-dijo, y prendió el motor-. E imagina que estás enamorada de mí y que este momento es genial.
Abrí la boca para replicar ante la infantil ocurrencia, pero la cerré de golpe cuando la motocicleta arrancó y tomó rápidamente velocidad. Me apreté más a su espalda, sin temer ahogarlo por la presión, y cerré los ojos con fuerza.
Al principio me sentí como si cayera al vacío, inherente a tierra firme.
Entonces abrí los ojos. Los árboles pasaban como corriendo, uno a uno, en ese conjunto otoñal de colores amarillos, rojizos y naranjos. El suelo aún húmedo por el rocío matutino reflejaba destellos del sol, que aún no había salido totalmente. El cielo era una mezcla de celeste, rosa y naranja. Era un paisaje ciertamente... hermoso.
Aflojé un poco el amarre y levanté la vista. La ciudad ya se empezaba a ver, casas y casas pegadas unas a otras.
Por un momento, por solo un momento, fantaseé la idea de que estaba enamorada de él y de que ese momento era genial.
Sonreí, y no pude evitar soltar una risita estúpida. Sentí como el muchacho giraba la cabeza un poco, sorprendido, y luego volví a mirar al frente.
Me mordí los labios para sellarlos y cerré los ojos con fuerza para perderme en aquella sensación y olvidar por completo lo que acababa de fantasear.
Cuando el motor aminoró lentamente hasta que sólo fue un pequeño ronroneo, abrí los ojos. Reboté cuando subimos al cordón y, suspiré cuando la motocicleta quedó firme en el suelo.
Me bajé de un salto y sentí mis piernas temblorosas.
-No ha estado tan mal, ¿eh?-inquirió.
Me saqué el casco y se lo tendí para que lo enganchara a la vespa.
-Ha sido...-no pude evitar una sonrisa enorme-. Ha sido genial.
Cuando el muchacho dejó la motocicleta y se volvió hacia mi, su cara era una máscara de inexpresión.
-Ahora bien, recuerda que ha sido un pedido de mi madre-se metió la mano en los bolsillos y, cuando pasó un grupo de chicos a saludarlo, les dedicó una sonrisa encantadora. Cuando estos se perdieron dentro del edificio y el muchacho volvió su vista a mi, su sonrisa se había borrado completamente-. No tienes por qué hacer como que me conoces en el instituto.
-Pero... hace tres años estamos en el mismo curso...
Se encogió de hombros.
-Da igual-y, con esas últimas palabras, se marchó.
Puse los ojos en blancos y lo seguí al interior del edificio de mala gana.
-Y, dime, ¿le huelen los pies?-inquirió mi amiga Loui, encantadísima.
Iba a responder, cuando Tessa me interrumpió.
-¿Cómo es su habitación? ¿Has entrado? ¿Tiene pósters de K-Pop?
Fruncí el ceño y abrí la boca, pero nuevamente Loui volvió a hablar.
-¿Canta en la ducha? Espera... ¿¡Comparten ducha!? Oh mi Dios...
-¡Oigan ya es suficiente!-exclamé, tratando de sacármelas de encima.
Ambas pusieron cara de disgusto.
-Anda, chica, sólo queremos saber-Tessa hizo puchero.
-Es que tienes una suerte...-Loui la imitó.
-¡Oh! ¡Sí que tiene suerte! ¡Nada menos que Yoon Min!
-Es tan guapo...
-¿¡Guapo, dices!? ¡Está buenísimo!
-¡Más que eso! Y él es tan... amable, e inteligente...
-¡Ahhhh!
-¡BASTA!-exclamé, apoyando la frente en el escritorio.
-No entiendo por qué no te gusta-Tessa me dio unas palmaditas en la espalda.
-Ya les he dicho-dije, por enésima vez-. Me odia. Él realmente me odia.
-No me lo creo, ¿por qué habría de odiarte?
-No lo sé, ¿porque es un imbécil?
-No hables así de él, Junie-Loui se llevó una mano a la frente e hizo como si le doliera mi comentario-. Eres tan grosera con el pobre... ¡Por eso es que te odia!
-Ojalá la Presidenta Min le dé empleo a mi madre también-suspiró Tessa.
Me levanté y la miré con desaprobación.
-Tu madre trabaja en el gobierno-puntualicé.
-¿Y qué? También quiero que me adopten.
Me quedé un segundo mirándola como si estuviera diciendo una gran estupidez (lo era), y finalmente lancé una estrudente carcajada que llamó la atención de todos mis compañeros de curso. Incluso Yoongi me miró... con mucho desagrado, por supuesto.
En ese momento el profesor de Física entró y nos hizo callar a todos. Sin embargo, paré la oreja al oír mi nombre muy bajito en la otra punta del aula.
-¿... Junie en tu casa?-inquirió el muchacho.
-Si-respondió Yoongi.
-Oye, es linda-añadió un tercero-. ¿No te parece linda?
-¿Debería?
Oí como los tres soltaban una risita antes de que el profesor los mandara a callar.
Me importaba una mierda lo que Yoongi pensara de mí pero... aún así... ¡Bah! Aquel comentario habría resultado hiriente para cualquier persona, sea Yoongi quien lo dijera o cualquier otro.
Cuando salí del edificio al trote y distinguí la figura de Yoongi sobre la motocicleta, suspiré con alivio. Me acerqué a él bajo la mirada atenta de todos los chicos y chicas del instituto.
-Creí que te habías ido-dije, alargando una mano al casco que sostenía el muchacho. Sin embargo, este se lo puso antes de que pudiera hacer nada-. ¿Qué...?
-Mi madre dijo que te trajera, no que te llevara de vuelta-soltó.
Me quedé con la boca abierta. Simplemente no sabía qué responder.
Entonces el muchacho sonrió mostrando los blanquísimos y perfectos dientes.
-Pero puedes tomar el autobús como solías hacer-dijo.
Oí las risas de mis compañeros a mis espaldas.
Tragué saliva, sintiéndome estúpida.
-¿De qué hablas?-inquirí, apretando los puños con fuerza-. Sabes que no llega a las afueras de la ciudad...
-Entonces te sugiero que corras-el muchacho puso la llave en contacto y la motocicleta ronroneó con tanta furia que di un respingo hacia atrás, causando más risas-. O no llegarás al almuerzo.
Y, con esas palabras, el muchacho se marchó a toda velocidad por la carretera.
Me quedé mirándolo hasta que se esfumó de mi vista e incluso entonces seguí mirando hacia la carretera vacía.
Tessa y Loui, ignorando las risas a mis espaldas que ya comenzaban a disiparse, me tomaron de los brazos y me guiaron hasta la parada de autobús.
-Te odia-murmuró Loui-. En verdad te odia.
La miré como si me estuviera tomando el pelo y Tessa la pellizcó en el hombro con tanta fuerza que la muchacha chilló.
Cuando por fin llegué a las rejas eléctricas, que me esperaban abiertas, mi expresión era un poema. Sentía rabia, frío y cansancio; pero por sobre todas las cosas sorpresa. ¿Cómo podía alguien ser tan... imbécil?
Abrí la puerta de vidrio y Betty me detuvo.
-Los zapatos-dijo.
Me los quité pisotéandome los talones y los pateé hacia la esquina.
-¿Por qué no has venido con Yoongi?-inquirió la mujer.
Me quité el abrigo y negué con la cabeza.
-Me ha dejado-murmuré.
-¿Se ha olvidado de ti?
-No-sacudí la cabeza-. Me ha dejado, o sea... Lo ha hecho aposta.
-Vaya...-tomó mi mochila y el abrigo, consciente del cansancio que tenía encima-. No sabía que se llevaran tan mal.
-Te has perdido el almuerzo-dijo alguien con voz animada, entrando en escena.
Yoongi se apoyó contra el vidrio y vi por el rabillo del ojo como Betty abría la boca para decir algo así como "vas a ensuciarlo" e inmediatamente cerraba la boca.
-Oye, sal de ahí-lo señalé con la barbilla-. ¿Es que no te importa que Betty se encargue todos los días de dejar relucientes los vidrios? ¿Tienes que ser así de grosero? ¿Es tan grande tu ego?
El muchacho parpadeó un par de veces, como si mi comentario lo hubiera desconcertado.
Betty abrió los ojos como platos.
-Oh... no... ¡No! ¡Señor Min, no...!
Yoongi se corrió y se dobló hacia adelante, haciendo una reverencia típica de su cultura.
-Mianheyo-dijo.
(*Lo siento)
Cuando volvió a incorporarse me miró con la mandíbula apretada.
Me dirigí a las escaleras, pasando junto a él.
-Lamento no haber llegado al almuerzo-dije, con una sonrisa de superioridad en la cara-. La próxima vez correré, así no tendrás que preocuparte por mi buena alimentanción.
Y, con esas últimas palabras, me alejé del muchacho.
¿Quieres jugar, Min Yoon Gi? Pues juguemos, entonces.