3- Punk de la alta sociedad

1951 Words
-Aish...-me metí la punta del bolígrafo en la boca y comencé a mordisquear el plástico-. Mmh... Cambié la página y entrecerré los ojos. Volví a cambiar de página. -Uff...-chasqueé la lengua y mordí con tanta fuerza el plástico que este crujió al resquebrajarse-. ¡Oh...! ¡Mierda! Apreté con fuerza la lapicera en una mano y el libro de matemáticas en el pecho. Me levanté y abrí la puerta de mi habitación: una luz tenue alumbraba el pasillo, pero el silencio era casi sepulcral. ¡Y eran sólo las once de la noche! Caminé de puntitas sobre el parqué por el pasillo, hasta dar con la puerta de madera blanca. Golpeé tres veces, y la puerta se abrió de golpe. -Yo sólo...-comencé, pero me detuve en seco al procesar lo que veía. Min Yoongi iba vestido de n***o, con una campera de cuero con tachas y unos pantalones bastante ajustados. Tenía el típico "peinado despeinado" hacia atrás, los ojos sombreados de un oscuro maquillaje y el rostro entero, pálido, bañado en purpurina. Hice un sonido como de ahogo y abrí la boca. -¡Buau, Yoongi!-exclamé. No podía ignorar su expresión de irritación, pero menos que menos podía ignorar aquel nuevo look-. ¿A dónde vas así de...? -¿Qué quieres?-inquirió, cortante. Sacudí la cabeza, como para tratar de borrar todo pensamiento estúpido. Levanté el libro de matemáticas. -Eres bueno en matemáticas-murmuré-. ¿Podrías...? -No voy a ayudarte con tu tarea. Hice una mueca. -¿Por qué no? De seguro ya la has hecho. Sonrió de lado y me sentí repentinamente acalorada. -¿Quieres copiarte, pabo? (*Tonta, estúpida) -¿¡Qué!? ¡No! ¡Sólo quiero que me ayudes! -Te pasas de lista conmigo; estoy ocupado-comenzó a cerrar la puerta. -¿Haciendo qué? ¿Disfrazándote de Playboy?-solté, sin pelos en la lengua. Yoongi abrió la puerta totalmente y entrecerró los ojos. Se agachó un poco, para dejar su rostro a la altura del mío. -¿Crees que es gracioso?-hizo una pausa-. ¿Crees que puedes bromear conmigo? -¿Entonces? ¿Me ayudas o qué? El muchacho puso los ojos en blanco y cerró la puerta. Aproveché para ponerme en puntitas y pasar una mirada por sobre su hombro, aunque no vi ningún póster de K-Pop. Bufé y volví a mi habitación. Era las tres y media de la madrugada y había terminado de leer la novela sobre vampiros. Dejé el libro sobre la mesa de luz y me estiré en la cama, feliz de que la protagonista pudiera por fin vivir feliz junto a su guapísimo vampiro y recordando de repente que no había terminado los deberes de matemáticas. Ya no me importaba demasiado, de todos modos. Me paré y decidí bajar a prepararme una taza de té, sin saber que iba a encontrarme con la decisión más difícil de mi vida. Corrí escaleras abajo, bordeé de puntitas el hall de entrada para no resbalar por el parqué perfectamente encerado y me adentré en la cocina. Al abrir la alacena, me llevé la sorpresa de que en esa casa había más variedades de té que de plantas en el bosque. Saqué todas las cajas y las apilé en el suelo, separándolas por color y sabor.  Entonces, lo oí. La puerta chasqueó y se abrió lentamente. Abrí los ojos como platos. ¿¡Y si era un ladrón!?  Me apiñé junto a las cajas de té, tras la barra de la cocina y esperé en silencio. Oí pasos lentos y largos acercarse a mí y me preparé para gritar o pedir disculpas por encontrarme a altas horas de la noche allí. -¿Estás jugando con el té?-inquirió Yoongi, frunciendo el entrecejo como si no pudiera creer lo estúpida que era. Lo miré y me paré rápidamente, alisándome los pantalones de pijama. -Yo... Es que...-hice una pausa, recalculando la situación. Yoongi enarcó una ceja, a la espera-. ¿Qué haces llegando a esta hora? -¡Vaya! ¿Cuándo te han nombrado Presidenta Min? Me crucé de brazos, ajena a su insinuación. -¿Es que acaso fuiste a bailar? ¿En día de semana? -¿Qué dices?-soltó una risa, más parecida a una exhalación frustrada, y se agachó para recoger las cajas de té que con tanto esmero había separado-. Si mi madre encuentra esto todo tirado en el suelo te soltará una gran bronca. No juegues con el té, pabo. Si tienes regresiones a tu infancia busca las muñecas de Yoon Ha. -Sólo las estaba clasificando-murmuré, agachándome para juntar también las cajas y guardarlas en la alacena-. No sabía cuál probar...  -Prueba este, en hebras-sacó una lata que no había visto y me la tendió. Menta, chocolate y almendras. -Ni siquiera sabía que existieran estas cosas en el té-agité la caja-. En mi casa me limitaba a escoger entre té n***o y té verde. Yoongi llenó la pava eléctrica de agua y apretó un botón. Esta empezó a hacer un ruido molesto.  Me quitó la lata de las manos con b********d y abrió la tapa. -Busca dos tazas-ordenó. Saqué dos tazas blancas de la alacena y las puse sobre la mesada, mientras observaba atentamente cómo el muchacho ponía pequeñas porciones de hebras en bolsitas de gaza, y luego las metía en las tazas para echarle el agua caliente. Traté de guardar en mi memoria aquellas habilidosas y elegantes manos pálidas, de dedos largos como pianista, para poder dibujarlas más tarde. -Los cuadros de las escaleras-comencé, y Yoongi me miró como si se hubiera olvidado de mi presencia-. ¿Los ha hecho tu madre? La expresión relajada del muchacho se contrajo un poco. -Son de mi padre. -Ah... Pues son magníficas-murmuré, tomando en mis manos la taza que el joven me tendía. El calor resultó tan reconfortante que solté un suspiro largo-. ¿Puedo preguntarte algo... personal? El muchacho comenzó a alejarse de mí y me lamenté haber hecho esa pregunta. ¿Por qué me había tomado la libertad de entablar tanta confianza de repente? Pero entonces se giró y me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Sorprendida, lo seguí con la mirada hasta que se sentó en el sofá y me apresuré a tomar asiento a su lado, cruzando las piernas sobre el asiento. Yoongi le dio un gran sorbo a su té (yo no podía ni probarlo de lo caliente que estaba) y me clavó la mirada. Sus ojos, con el oscuro maquillaje un poco corrido, rebelaban unas profundas ojeras por debajo. Parecía un punk de la alta sociedad. -¿Dónde está tu padre?-inquirí. Dirigió la mirada hacia la chimenea apagada. -En Corea: alguien debía de quedarse para cuidar de la empresa allí. -Lo extrañas, ¿verdad? -Hace mucho que no lo veo...-murmuró-. Al principio resulta duro y luego... Pues, te acostumbras-hizo una pausa para dar otro sorbo al té humeante-. ¿Y qué hay del tuyo? Me encogí de hombros. -Nunca tuvo muchas ganas de tener una hija, supongo. -Entiendo. Di un sorbo a mi té de menta y me quemé la lengua. Hice una mueca y comencé a soplar el agua. -¿Planeas irte a Corea cuando termine el instituto? Yoongi sonrió con tristeza y me sostuvo la mirada. -Hay una gran diferencia en lo que se debe hacer y lo que se quiere hacer. -Siempre preferí lo que se quiere. -Eso es porque nunca debiste hacer algo en realidad. Lo medité un segundo y llegué a la conclusión de que tenía razón, aunque no me atreví a seguir preguntando. No quería entrometerme demasiado en su vida y que terminara zanjando de raíz esta repentina charla nocturna, porque sabía a ciencia cierta que en cuanto saliera el sol todo volvería a lo de antes. Bebí mi té y me llevé la sorpresa de que ya se encontraba... bebible. -Es delicioso, sabe como a...-tanteé el gusto con la mirada perdida- madera. -¿Madera?  -Ahá. -¿Cuántas veces has comido madera en tu vida? -Las suficientes como para saber que este té es puro chantaje. El muchacho se rió mientras se levantaba para dejar la taza vacía en la cocina, y el haberlo hecho reír me provocó cierta tensión en la zona del abdomen. Cuando volvió no frenó junto a mí, sino que siguió caminando hacia las escaleras. -Buenas noches-murmuró, casi como si le costara pronunciarlo. -¡Buenas noches!-exclamé, y me arrepentí de inmediato cuando creí oír que volvía a reírse. O tal vez fuera sólo el sueño. En tal caso me bebí el té de madera rápidamente para volver a mi habitación y dormir las pocas horas que tenía antes de volver a levantarme. Despertar fue más duro de lo que había creído.  Sentí una horrible jaqueca y cómo el sueño me dominaba en cantidades. Incluso sopesé la idea de fingir alguna enfermedad, pero realmente no quería preocupar en vano a mi madre.  Traté de maquillar un poco la falta de sueño debajo de mis ojos, y en la piel macilenta, pero no lo logré en absoluto. Me arreglé un poco las ondas y me puse la ropa más abrigada y más cómoda que encontré. Cuando oí que alguien aporreaba la puerta con menos violencia que la vez anterior, casi me emocioné. Sin embargo, al abrir la puerta y encontrarme con un muy dormido y mal humorado Yoongi las esperanzas se desvanecieron. -Otra vez mi madre insistiendo-murmuró con voz ronca. Traté de que ese tono de voz no me provocara absolutamente nada más que rechazo. -Creí que te preocuparías por si me quedaba dormida a mitad de camino-sonreí con cansancio y el muchacho hizo una exagerada mueca de desagrado. Yoongi se sentó sobre la vespa y me tendió el casco sin mirarme. -Esta vez deberías ponértelo tú, no sería justo de otra forma-dije con firmeza. El muchacho se giró para mirarme, carente de expresión, y me encajó el casco en la cabeza. Me subí y me amarré con fuerza al cuerpo del muchacho justo cuando este ponía a funcionar el motor. Cerré los ojos poco a poco mientras la motocicleta iba a toda velocidad por la carretera. -No te duermas-ordenó el muchacho.  Abrí los ojos de golpe. Pasaron unos minutos, y el sueño volvió a vencerme. El amarre comenzó a volverse menos fuerte y sentí cómo Yoongi me pellizcaba la muñeca con fuerza. -Auch-me quejé, sin demasiada euforia. -No te duermas. -No estaba durmiendo... -Si te sueltas y te caes no me volveré para juntarte. Hice una mueca y me mantuve bien despierta hasta sentir como nuestros cuerpos rebotaban al subir el cordón de la vereda del instituto. La clase pasó rápida y tranquila. Tal vez fue porque la clase había estado especialmente atenta aquel día, o tal vez se debiera al hecho de que me había quedado dormida sobre el escritorio y ningún profesor se había percatado.  Tess me sacudió hasta despertarme completamente. -Lo malo es que te has perdido de todos los temas, pero... ¡Lo bueno es que te has saltado todo un aburrido día de clases! Me desperecé y miré en todas direcciones. El aula se encontraba casi vacía, ya que todos salían en tropel bajo el estridente timbre de salida. -Yoongi...-murmuré. Incluso habiendo dormido unas buenas cinco horas me sentía increíblemente cansada. -¿Yoongi?-repitió Loui, con una carcajada-. ¿Yoongi te ha mantenido despierta hasta altas horas de la noche? -Si... ¿Qu...? ¿Qué? ¡No! ¡No, nada de eso! -Ohhh niña, tienes mucho que contarnos. -Pues tendrá que ser mañana, porque en este momento necesito llegar a casa-me sorprendí a mí misma diciéndole "casa" a la "casa de Yoon Gi". Sonreí sin saber bien por qué. Junté mis cosas, las metí de cualquier manera dentro de la mochila, me puse el abrigo y salí pitando del edificio. Yoongi se acercaba a su vespa con paso perezoso. Se sentó y puso la llave en contacto. Me acerqué a él, feliz al darme cuenta de... Un momento, no. Se puso el casco. No me lo podía creer. Me quedé plantada allí como una estúpida. No quería que nadie volviera a reírse de mí, pero tampoco me veía capaz de caminar hasta la mansión. -Eh, pelirroja-soltó alguien a mis espaldas. Yoongi se giró hacia mí... Bueno, en realidad hacia la persona que se hallaba detrás de mi. Me di la vuelta y dejé escapar todo el aire del cuerpo. Daemon. ¿Cómo no había reconocido su voz? Claro que era la primera vez que me dirigía la palabra, pero... -¿Necesitas que alguien te lleve a casa?-hizo girar un par de llaves en el dedo anular. Me fijé en su cabello n***o, en sus ojos verdes y en su quijada cuadrada; y no pude menos que soltar un débil: -Si. Oí el motor de la motocicleta muy cerca mío, y me giré para ver cómo Yoongi se alejaba a toda pastilla por la carretera.
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