2. Una oportunidad

1595 Words
Un repetitivo y titilante sonido comenzó a abrirse paso en su mente. Poco a poco se estaba haciendo más y más fuerte, hasta que sin saber cómo, comenzaron a acompañarle ladridos y golpes en la puerta. Abrió uno de sus ojos para notar que ya no era de noche. El sol del mediodía amenazaba con colarse por la ventana, iluminando toda la habitación. Se incorporó en la cama y luego de un tiempo pudo notar que el sonido irritante se trataba de su celular sonando. Se oía a lo lejos, por lo que podía deducir que se encontraba en la cocina y Donna ladraba con el fin de intentar avisarle. Se sentó en el borde de su cama tallando sus ojos, y para poca sorpresa se dió cuenta que no se encontraba sólo. La morena del vestido blanco de la noche anterior dormía plácidamente en el otro lado del colchón. Pero a diferencia de ayer, ya no llevaba nada puesto. Finalmente Sebastian se dirigió fuera de su habitación para intentar buscar su teléfono entre todo el desastre de ropa y botellas vacías que había extendidos por todas partes. Lo terminó por encontrar a un lado del sofá, tirado en el suelo. Una vez lo tuvo en sus manos, contestó. -¿Si? -¿Sebastian? Él frunció el entrecejo extrañado, era un hombre claramente por el tono de voz, pero no la reconocía en absoluto. -Sí, ¿Quién habla? -Hemos visto que has estado buscando un empleo, y tengo un puesto para ti. Si te parece bien podemos hablar de ello en el restaurante italiano frente al Central Park a las doce en punto. -¿Cómo? ¿A las doce ? ¿En una hora? -Así es. Sea puntual o de lo contrario considerare que no está interesado en aprovechar la oportunidad. Aquél misterioso hombre colgó. Sebastian miró el reloj colgando en la pared y se replanteó que tanto valía la pena todo el apuro. Miró con lástima los últimos cincuenta dólares que quedaban en su billetera para subsistir en el mes, y se dió cuenta que realmente no le quedaba opción. Salió corriendo y encendió la ducha mientras intentaba buscar algo con qué vestirse. Entró a su cuarto embistiendo su puerta y despertando a su acompañante en el camino. -¿Qué sucede?- preguntó aun somnolienta la morena.Él junto ambas manos intentando darle una explicación cordial. -Esta es la cuestión. Necesito que te largues, linda. Ella se sentó en la cama, mirándolo incrédula. -¿Qué? -Dijo sin entender -Un Uber te espera abajo, sólo vistete rápido. Puedes usar un jersey mío si quieres, sólo sacalos de allí.-Señaló el gran ropero de roble. -¿Acaso me estás echando? Sebastian rodó sus ojos con frustración mientras apoyaba su peso en el borde de la puerta. -Bueno, depende de como lo mires. Además ¿Qué pretendías Ashley? ¿Que desayunemos juntos y miremos películas románticas acurrucados con el perro? -Soy Lindsay. Él mordió sus labios mientras arrugaba su nariz. Había metido la pata. -Bueno, estuve cerca.-Intentó sonreirle pero la morena sólo lo fulminó con su mirada. Ella comenzó a juntar sus cosas realmente furiosa y él sin mediar otra palabra entró a la ducha, dándose un baño de agua fría para despertarse un poco. Para cuando salió la morena había abandonado el apartamento. Buscó en el desorden de su armario algún traje que tuviera lo suficientemente formal, tomó su billetera y salió en su motocicleta casi a gran velocidad hacia el lugar. Su moto era su único bien preciado que le quedaba. No por casualidad le guardaba gran cariño al vehículo, que jamás lo había dejado a pie. Cuando llegó al lugar dio una mirada panorámica buscando al dueño de su extraña llamada. A lo lejos en una de las mesas de afuera encontró a un hombre de unos cuarenta y tantos mirando hacia él. Decidió acercarse, a lo que éste sonrió simpáticamente y se puso de pie para saludarle. -Tú debes ser Sebastian.-Extendió su mano a lo que él la sacudió cordialmente. -Así es.-le sonrió de vuelta. -Me presento, soy Félix. Dueño de la editorial Orwell, no sé si la conoces. Sebastian levantó sus cejas algo sorprendido. -Bueno, sí. Claro que la conozco. Son dueños de esas revistas de chismes de celebridades. -Son de entretenimiento pero sí, entiendes el punto. Tomó un sorbo de su vaso de agua y miró el menú sobre la mesa, para luego mirar al joven. -¿Quieres pedir la comida ahora? Así podemos hablar tranquilos. Sebastian asintió sacando su billetera. La abrió disimuladamente mientras el hombre de traje leía el plato del día. Su rostro se llenó de confusión al verla vacía, cuando en la mañana había visto sus últimos ahorros allí. Y entonces, recordó a la morena. La realidad le cayó como un balde de agua fría mientras maldecía por lo bajo. -Trato justo, supongo.-Susurró para si mismo. -¿Has dicho algo?-le preguntó el hombre dejando a un lado el menú. -No.-Sonrió.-Sólo mencionaba que no tengo abierto el apetito. Este hombre asintió, y pidió a la mesera su plato y un café para Sebastian, invitado por su cuenta. Luego acomodó su corbata y habló nuevamente. -Bueno, seguro te preguntarás para qué te he llamado. -La verdad es que tengo bastante curiosidad. -Bien Sebastian, he leído tu currículum y noté que eres buen escritor de editorial. Has trabajado en diarios y revistas bastante conocidos en la ciudad a decir verdad. -Sí bueno, de todas formas hace un tiempo que yo no...- -Pero también leí tu historial legal.-El joven lo miró atentamente, mientras sacaba unos papeles de una maleta y se disponía a leerlos.-Agresión y disturbios en la vía pública, con cargos de delito menor. Sebastian suspiró con frustración. -Mira, no soy un criminal. Siquiera he tocado la cárcel, sólo...- Aquel hombre volvió a interrumpirle. -Tranquilo, no estoy aquí para juzgarte. Tengo un trabajo para ti, como te mencioné al teléfono. Sólo quiero que consideres esto como una oportunidad que estoy dispuesto a otorgarte que nadie más lo hará con ese historial. Entiendo que quizás no seas un mal muchacho, pero tú sabes que nadie quiere antecedentes penales entre sus trabajadores. El joven Sebastian levantó una ceja. El discurso se oía cada vez más sospechoso. -¿Cuál es el trabajo? El hombre sonrió y volvió a sacar de su maleta un sobre sellado que dejó en la mesa. -Bueno, veo que estás interesado.-Dijo entregándole el sobre. Sebastian lo abrió, sacando fotos y documentos de éste. Arrugó su entrecejo con confusión y volvió a mirar a aquél hombre. -No comprendo, ¿Qué hay con esto? -¿La conoces? Las fotos de Rita Méndez se encontraban esparcidas entre los documentos. Sebastian tomó una de las fotos y asintió. -Sí, ¿Quién no? Su rostro vive en mi televisión. -Bueno, Rita ha sido una tendencia últimamente gracias a ser benefactor de revistas de moda, cargándose campañas enteras sólo por su cuenta. Pero se sabe que además para mantener su fortuna y empresa a pie mantiene diferentes inversiones secretas en otros ámbitos del mercado. Su gran furor en la moda y el entretenimiento ha provocado que nuestros números caigan como nunca lo han hecho antes, siendo ella nuestra principal competencia. -Sigo sin entender en dónde quedo yo en todo esto. -Bueno, si la has visto en televisión entonces sabrás que está en busca de un nuevo asistente.-Sebastian levantó una ceja incrédulo.-Tu trabajo sería ganarte su confianza total y volverte tu mano derecha hasta lograr obtener datos relevantes para nosotros. -¿Me estás pidiendo que sea su asistente sólo para joderle la carrera? -Si lo dices de esa manera suena infame, pero debes pensar que aquí no ganan las buenas acciones, sino las más inteligentes. Sebastian no pudo evitar reirse ante toda la situación, de la que nunca esperó ser parte. -¿Qué te hace pensar que me aceptarán? Tú mismo lo dijiste, no aceptan criminales en las grandes empresas. -Nosotros nos encargaremos de cubrir tu historial legal todo lo que podamos, pero está en tu responsabilidad que te terminen contratando. Oí que se te hace fácil socializar con mujeres, por lo que no creo que deba ser problema. Nuevamente, el joven se encontraba dudando ante la absurda propuesta. -¿Y qué ganaré yo por esto? Aquel hombre le entregó otro sobre, algo más pequeño y pesado. -Este es un adelanto,lo demás te será entregado una vez termines con tu trabajo. Además podemos conseguirte un puesto con nuestra empresa si vemos que realmente tienes el potencial necesario. El joven abrió aquel sobre, levantando sus cejas con sorpresa ante la gran cantidad de dinero que se encontraba dentro. Miró nuevamente al hombre, aún dudando un poco sobre la propuesta. Sabía que no tenía más dinero y no podía seguir debiendole a su amigo Thomas. Sin embargo nunca había hecho algo como eso. Por otro lado, como había mencionado antes, no le agradaba mucho la idea de trabajar con la famosa empresaria. -¿Tenemos un trato? El hombre extendió su mano, esperando ser estrechada. Sebastian suspiró y le estrechó su mano. El hombre sonrió de gran manera, haciéndole sentir que estaba a punto de hacer un pacto con el diablo. Y por la maldad de las intenciones, no le parecía que estuviera lejos. Sin embargo, a él le interesaba poco y nada los escándalos y disputas que había entre empresarios. Sólo lo haría a su conveniencia e intentaría sacar el mayor partido que pudiera a esas personas adineradas. Sebastian terminó por sonreírle de vuelta, cerrando finalmente el trato.
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