3. Rita Méndez

1459 Words
Una atareada mañana se dejó ver en la Mendez Tower, debido a que la semana de la moda se encontraba a la vuelta de la esquina. Vestidos, pasarelas, desfiles, pruebas de vestuario y fotografías por doquier. Era un caos de distintas actividades sucediendo simultáneamente mientras todos intentaban no atrasar el trabajo del otro. Un gran auto n***o se detuvo frente a la puerta del edificio: ella estaba haciendo su entrada. Bajando con sus costosos zapatos y una imponente personalidad, Rita Méndez había arrivado al trabajo. Todos se tensaron al verla, pues debido a su gran carácter, era una persona temida en el edificio. Algunos fotografos se agolpaban en la entrada del lugar para intentar sacar alguna exclusiva de Rita, pero ella se mantenía en su camino sin decir una palabra, acompañada de su chofer.  Rita se había puesto en boca de todos desde hace un tiempo, y ella era totalmente consciente de ello. Sin embargo, no le agradaba aquella parte de la farándula en la que intentaban hacer noticias de ella no por sus logros, sino por su aparicencia. Había lidiado con centenares de comentarios machistas alegando que una "cara bonita" jamás podría controlar una empresa de tal porte. No obstante, ahí se encontraba ella, fuerte y suspicaz, haciendo lo posible para demostrar lo contrario. No era una persona mala; al contrario de lo que se creía, ella abogaba mucho por la justicia, tanto en su trabajo como fuera de él. Sólo que su fuerte carácter y su manera de resolver las cosas podía volverse ciertamente, polémica.  Su imponente imperio de dinero no sólo se hacía de la moda; también era una gran inversionista de distintas áreas, como la médica, la farmacéutica y la vinícola. Le gustaba mantener una cierta diversidad en las inversiones que hacía, siempre y cuando fueran de su interés. A pesar de esto, la industria de la moda era la que más fuerte pisaba en su empresa. Siendo la principal benefactora de importantes desfiles de diseñador, su nombre se había vuelto icónico en este rubro. Manejaba no sólo vestuarios y pasarelas, sino también una revista que hablaba sobre lo mismo, y hasta la actualidad, había sido un éxito en ventas. Es por ello que su figura pública se había vuelto tan famosa. Todos la veían de esa forma: imponente, poderosa, y millonaria. Inalcanzable. Muchos la criticaban, pero a su vez, tenía mucha gente que apreciaba su trabajo. Rita entró al edificio, quitándose el pesado abrigo que vestía. Saludó a la recepcionista como siempre y se dirigió al piso de su oficina. Una vez el ascensor llegó allí, una ola de caos se avalanzó sobre ella. Estaban realizando todos los preparativos para el desfile y por lo tanto, se encontraban a contrarreloj. Ella pasó por un lado intentando no molestar mientras se dirigía camino a su oficina. En el camino, se encuentra con Patrick, su fiel mano derecha. Un hombre gay de 45 años que dirigía la parte fashionista de la empresa cuando la jefa no se encontraba presente. Ambos se saludaron con una sonrisa, mientras este le ofrecía un café a la rubia, quien aceptó al instante. -Patrick.-Saludó ella, sin detenerse.- -Rita.-Le saludó este nuevamente, persiguiéndo detrás.-Estaba esperando que llegaras. Hay algo que tienes que saber. Llegaron hasta la puerta de su oficina, y se detuvieron allí. Ella se giró para verle. -Tengo muchas cosas que hacer hoy, Pat. Si es algo sobre el desfile puede esperar. -De hecho, no es sobre eso... Patrick parecía algo temeroso de soltar lo que tenía que decir debido a la reaccion de Rita, que de por sí ya se encontraba algo estresada debido a la cantidad de trabajo que tenía ese día.  Ella arrugó su rostro al oírle. -¿Entonces qué es tan importante? Ambos entraron a su amplia oficina, en el último piso del rascacielos. Desde allí, se podía ver la ciudad casi completamente. Todas las paredes estaban hecha de cristal, debido a que de esa manera entraba aún más luz. Ella caminó hasta su escritorio, mirando hacia todos lados. Luego de esto, volvió a hablar. -¿Has visto a Demian? Ya debería de estar aquí. Con ambas manos hechas un enriendo, Patrick respondió temeroso. -De eso debía contarte. Desconcertada, levantó una ceja acercándose a él. -¿Qué ha pasado? -Demian ha renunciado, Rita. Él mordió su dedo mientras hacia una mueca de disgusto, esperando la crisis de la empresaria. Ella soltó una risa, mirándole. -¿Qué? No, eso es imposible. Debe de haber un error. -Llamó mientras estabas de viaje. Dijo que planeaba otras cosas con su vida que trabajar aquí. -¿Es una broma, verdad? -Desearía que así lo fuera. -Entonces...¿Dices que Demian me ha abandonado, a tan sólo días de la semana de la moda, con todo el trabajo que ello implica?-Patrick asintió con miedo. Ella respiró hondo, soltando el aire levemente. Luego le sonrió.-De acuerdo. Gracias por avisarme, Pat. Tengo que hacer unas llamadas, asi que me gustaría que te retiraras por un rato. Éste asintió y se fue, cerrando las grandes puertas de aquella oficina. Apenas quedó sola, soltó un grito de furia, mientras golpeaba su escritorio. Rápidamente tomó su teléfono, marcando el número de su ahora ex asistente, Demian. Espero a que el tono sonara, y finalmente contestó.   -¿Si? -Tú, maldito infeliz...-Escupió con furia. Un suspiro se escucho desde el otro lado de la línea. -Rita, escucha... -No, tú escucha.¿Acaso estás en drogas? ¿Cómo es que te atreves a irte en estas instancias? -Me he querido ir hace un tiempo ya, Ri. Pero tú nunca escuchas. La pasividad con la que hablaba le enervaba aún peor la sangre. -Oh, ¡Genial! ahora yo tengo la culpa. Además, ¿¡Qué diablos harás tan importante como para dejar tu trabajo estable!? -Me iré a vivir a Holanda. -¿¡Holanda!? -Así es... -No puedes estar haciéndome esto, Demian.-Se dejó caer en su silla frente a su escritorio.-No puedes estar abandonándome así. -Rita, tranquila. Estoy seguro de que encontrarás a tu asistente ideal en muy poco tiempo. Hoy en día, con tu rostro por todos lados deben haber muchos dispuestos a asistirte. -Pero los hombres son un desastre.-Lloriqueó. -¿Y si contratas una mujer? -¡Ya tengo demasiadas aquí! Si no contrato al menos a un 10% de hombres en la compañía comenzarán a lanzar notas sobre mí del tipo: "¿Acaso Rita Méndez odia a los hombres?",  ¿Y sabes qué? Contigo y lo que acabas de hacer, puede que sea cierto. -No era mi intención herirte, Ri. Lo siento pero es algo que debía hacer para estar más feliz con mi vida. -Creí que eras feliz a mi lado.-Exclamó ella.-Incluso me hiciste creer que me amabas. Sólo mientes como todos. Rita pudo oír su risa desde el otro lado de la línea. -Si te amo. Pero tengo novio hace más de tres años y lo sabes. Nunca podría haber funcionado lo nuestro. Ella bajó su cabeza, fingiendo un llanto. -Lo sé.-Suspiró.-De acuerdo, si quieres irte puedes hacerlo. Pero quiero que sepas que te detesto mucho por haberme dejado aquí sola y desamparada con tantas cosas que hacer. Espero que tu vida en Holanda pueda darte una jefa igual de genial de lo que fui yo. -Eso lo dudo mucho.-Rió.-Te prometo que conseguirás a alguien que pueda ser tu mano derecha en confianza, sólo es cuestión de buscar. Y gracias por todo este tiempo juntos, realmente has sido la mejor jefa y amiga que he podido tener Rita. -¿Además de abandonarme también pretendes hacerme llorar en mi propio lugar de trabajo? Él soltó una carcajada. -Oh no, claro que no. No llores, no hay tiempo para eso. Pero sé que podrás con todo como lo has podido siempre. Nos vemos, tengo que colgar. -De acuerdo. Nos vemos, Dem. Espero puedas ser feliz allá. Pero quiero que sepas que aún te odio por esto. Dicho esto, finalmente colgó. Apoyó sus brazos en el escritorio de roble y con sus manos sostuvo su cabeza mientras intentaba no hundirse en estrés. Ella sabía que ello sólo atrasaría las cosas y bloquearía su mente, asi que sin más sólo le quedaba actuar. Tomó el teléfono en su escritorio y marcó el número de la recepcionista. -Rita, ¿Se te ofrece algo? -Sí, Lindsay. Necesito que contactes con todos los medios posibles, y les hagas saber que hay una vacante en el edificio como mi asistente principal. Hazlo lo más público posible. Las entrevistas comenzarán el lunes, y serán especialmente atendidas por mí. -De acuerdo, entendido. Dicho esto, colgó. Suspiró mientras miraba la ciudad a través de su gran ventanal. Le esperaba un día largo, y una semana infernal.
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