Ezra procesó esto en silencio, con su mente trabajando en múltiples niveles simultáneamente. Por un lado, la oferta era increíblemente tentadora. Una virgen certificada, alianza política, victoria garantizada en la competencia. Por otro lado, había algo profundamente perturbador en la facilidad con que Nathaniel ofrecía a su hija como moneda de cambio. «Este maldito se trae algo» —pensó con claridad fría. —Es una oferta... generosa —dijo finalmente, eligiendo sus palabras con cuidado—. Pero tengo que preguntar, alcalde. ¿Su hija está al tanto de este arreglo? ¿Sabe que está siendo ofrecida en matrimonio a un hombre que ni siquiera conoce? —Melanie es una chica obediente que ha sido criada para entender su deber —respondió Nathaniel con tono que no admitía cuestionamiento—. Y más importa

