Mientras tanto, en un auto lujoso que se deslizaba por las calles de Manhattan... Anhelina con su larga cabellera suelta estaba sentada en el asiento del copiloto en el auto de Zadok, con su mano descansando sobre su muslo en gesto posesivo que había adoptado natural durante su relación secreta. Vestía ropa táctica elegante: una camisa rojo escarlata manga larga, una falda gris de corte ejecutivo que llegaba justo arriba de sus rodillas, y botas n3gras con tacón que ocultaban cuchillos en diseño especial creado por armero coreano de la familia. El tráfico de la hora pico fluía denso alrededor del auto mientras Zadok maniobraba entre carriles con la destreza de quien había conducido estas calles durante años. Anhelina rompió el silencio que se había instalado cómodo entre ellos, con su

