El silencio se extendió entre ellas como una brisa cargada de melancolía. Melanie observó cómo los ojos verdes de Mely se ensombrecían con esa tristeza que reconocía tan bien en su propio reflejo. Era extraño, pensó, cómo podía leer las emociones de esta desconocida con la misma facilidad con que interpretaba sus propios sentimientos. —Debe ser bien triste —murmuró Melanie la gemela alegre, con su voz adoptando ese tono suave que usaba cuando quería consolar a alguien—. Yo no sé nada de mis verdaderos papás. Cuando le pregunto a mi papá Nathaniel si sabe algo, me dice que no, y mi mamá menos. Siempre me han dicho que mis padres biológicos murieron en un accidente cuando era bebé, pero... —hizo una pausa, tocándose inconscientemente el collar de perlas que llevaba al cuello— a veces siento

