El corazón de Melanie latía tan fuerte que parecía querer escapar del pecho. Era la primera vez en toda su existencia que estaba desnuda de cintura para abajo, con su vag1na abierta frente a un hombre. La sensación era un torbellino: se sentía expuesta como una ofrenda en un altar, vulnerable, pero a la vez se sentía excitada, haciendo que su clít0ris palpitara con una urgencia desconocida. Al fin y al cabo, Hamsa era un hombre intimidante y dominantemente atractivo. Grande, con esa cara de peligro que siempre había fantaseado en secreto con Ezra: músculos marcados por años de violencia, cicatrices que contaban historias de balas y cuchillos, una mirada de asesino que prometía tanto destrucción como protección. No como Ezra, que era guapo de forma elegante, peligrosa y calculada; este

