En ese momento preciso, Mely había dejado caer su máscara por unos segundos. Esa máscara militar de acero que siempre mantenía activada como escudo protector se había resquebrajado, revelando una grieta de vulnerabilidad genuina que rara vez permitía que alguien viera. Sus ojos verdes se habían suavizado al contemplar el brazalete, con un brillo de emoción auténtica que no había calculado mostrar. Y Ezra lo había visto todo. El corazón del hombre latía con fuerza inusual contra sus costillas, con un ritmo acelerado que no podía atribuir solo a anticipación estratégica. Era algo más, algo que lo desconcertaba y emocionaba en igual medida. Había capturado ese momento exacto en que ella había bajado la guardia, ese instante donde la "duende" amargada se había transformado en mujer real con

