Sin embargo, Melanie con sus manos sobre su boca, comenzó a caminar lentamente hacia la caja rosa con pasos que parecían flotar sobre el piso de madera. Las lágrimas caían sobre sus mejillas como perlas líquidas, deslizándose por su piel pecosa y cayendo sobre la tela blanca de la camisa de Hamsa que llevaba puesta. —¿Es enserio señor Hamsa? ¿Es mía? —lo miró con lágrimas que brotaban sin control, con su labio inferior temblando como hoja al viento. Al parecer Melanie tenía las lágrimas detrás de los ojos fácilmente, como si sus emociones estuvieran conectadas directamente a sus conductos lagrimales sin ningún filtro intermedio. Era expresiva hasta el punto de lo dramático, incapaz de ocultar lo que sentía en ningún momento. Hamsa, ahora genuinamente preocupado porque no sabía cómo reac

