Stella El día se me fue en un borrón de correos, reuniones y documentos legales. Pero mi mente seguía atrapada en ese instante de la mañana, en su oficina, cuando me esperó con el desayuno. Él, con su camisa impecable, y el cabello desordenado como si se lo hubiera revuelto las manos, las mismas manos con las que luego me acarició la espalda sin decir una palabra. Sé que no somos nada. Que esto entre nosotros es temporal, físico, confuso. Pero, Dios… ese momento. Todavía me palpita el pecho. Miro el reloj. Son casi las siete de la tarde y aún me quedan dos documentos por leer. Estoy agotada, y todavía tengo que llegar a casa y estudiar para el examen del viernes. —Te ves sexy de abogada— dice una voz que me saca de mi espiral mental. Levanto la mirada. Darién está en la puerta, ap

