Lars
Me gusta el alcohol.
No por el sabor. Tampoco por la euforia inicial. Me gusta porque adormece, porque silencia. Porque por un rato, aunque sea corto, me aleja de todo eso que no quiero sentir.
El whisky arde al bajar, pero esa quemazón es un buen recordatorio: todavía estoy vivo. Aunque a veces lo olvide.
Bebo porque me saca de esta realidad de mierda en la que solo me hundo. Una en la que aparento tenerlo todo bajo control, cuando en realidad apenas puedo respirar.
Me gusta el alcohol porque no me deja pensar. O eso quiero creer, porque por mucho que tome, por más vasos que vacíe, sus ojos verdes siguen ahí. Clavados en mi mente.
Perseguidores.
Persistentes.
Su mirada no me da tregua. Como si me juzgara incluso cuando no está, como si pudiera ver todo lo que intento escond
