Stella
La mirada de Darién oscilaba entre Lars y yo. No era confusión lo que reflejaban sus ojos, sino algo más denso, más cargado. Tal vez sorpresa. Lo que sea que estuviera pensando, no podía culparlo.
Antes de que pudiera articular palabra, la silla a mi lado chirrió contra el suelo al ser arrastrada. Y entonces, sin pedir permiso, se sentó. El hombre que me robaba la cordura, la paz y cada partícula de sentido común.
Como si esto fuera lo más natural del mundo.
Como si tuviera algún derecho sobre mí.
Como si yo aún le perteneciera.
—Bueno— dijo Lars, con ese tono que oscilaba entre lo casual y lo desafiante—. Podría decir que es una sorpresa verte aquí, Stella.
Sacó su teléfono del bolsillo con tranquilidad irritante y marcó un número. Se lo llevó al oído y, casi de inmediato,
