Lars Stella duerme profundamente en mis brazos. El amanecer apenas comienza a teñir de naranja los bordes de la ventana, pero yo no he pegado un ojo. Ella tampoco ha descansado mucho, no realmente. Y sí… volvió a suceder lo que siempre me pasa cuando está cerca. No puedo detenerme. No es suficiente. Nunca lo es. Nunca me siento saciado de Stella. Es como una necesidad primaria, urgente, animal. Como probar algo prohibido y exquisito al mismo tiempo, y luego perder toda noción de medida. Ella es adicción, es hambre, es fiebre. Cierro los ojos y hundo la nariz en su cuello, en ese aroma a cerezas que parece emanar de su piel misma. Caliente. Viva. Es como si su cuerpo estuviera hecho a medida para atormentarme. La acerco aún más a mí, como si eso pudiera callar la tormenta que se desa

