Stella La cabaña era realmente preciosa. Como una burbuja suspendida en el tiempo, alejada del mundo y de todo lo que aturdía. En cuanto crucé el umbral, sentí que algo dentro de mí se soltaba. Una mezcla de calma y asombro. Cada rincón parecía pensado para invitar al silencio, a la quietud. A la paz. —Vamos a instalarnos y luego te mostraré los alrededores— dijo Lars, con esa voz grave y serena que me hacía temblar sin remedio. Lo seguí escaleras arriba. La madera crujía suavemente bajo nuestros pasos, como si hasta eso estuviera orquestado para encajar con el ambiente. En la planta alta había dos habitaciones y un baño. Lars abrió la primera puerta a la derecha y me hizo pasar. Era su habitación. La recámara principal. Me quedé en el umbral, con el bolso en la mano, respirando hondo

