Capítulo 3

1534 Words
Sus labios se movían sobré los míos pidiendo a gritos que les diera paso y aunque los primeros segundos el impacto de lo que estaba aconteciendo no me dejó responder cuando sentí sus labios carnosos suplicarme que le diera paso así lo hice correspondí a su beso. Sintiendo tantas emociones nuevas a la vez, que no sabría explicarlas, me sentía en una especie de nube gloriosa en donde los labios de Ethan eran los protagonistas y por Dios que sabían ejecutar su papel. Sus manos tomaron mí cintura acercándome más a él de forma posesiva logrando así chocar unir nuestras caderas y podría jurar que sentí un bulto ahí, culparía a mi perra conciencia de que esto no me asustara sino todo lo contrario, me hizo delirar aún más, lleve una de mis manos hasta su cabeza acariaciando su cabello, sus labios eran embriagadores y dulces, jodidamente dulces. El aire estaba empezando a faltar pero no me importaba, no quería que nada detuviera ese momento. Pero pasó, él se detuvo. Sus labios estaban rojos además de levemente hinchados y se veía demasiado sexy de esa manera, baje mí rostro al saberme culpable de eso, de repente la bruma había pasado, poco a poco estaba tocando tierra otra vez. — Fer.— volví a mirarle, sentí algo dentro de mí romperse al ver su mirada.— Lo siento. — No digas lo siento, por favor.— Le supliqué. Recuerdo que hace unos años me creía enamorada de él, sus atenciones, el hecho de que siempre estuviera al pendiente de mí, todo llegaban a confundirme por momentos pero no era más que una ilusión de niña pequeña. Eso comprobé al verle todos los días con chicas diferentes, él sólo me veía como la hermana de su mejor amigo, y en parte como su hermanita. Creía haber enterrado ese pequeño sentimiento pero después de sentir sus labios sobré los míos, la reacción de mí cuerpo, el cambio de los latidos de mi corazón, una pequeña esperanza, casi remota se había encendido. Pero existía algo peor que amar sin ser amada... Ser rechazada. — Fer, escucha. Esto no debió pasar.— se levantó de la cama con pasos nerviosos — fui un imbecil, me aproveché de tu estado. — No lo hiciste.— le repliqué con la mirada gacha, ¡Dios!, no podía siquiera mirarlo. — Sí lo hice.— Llevó sus manos a su cabeza.— Esto nunca paso.— Masculló antes de salir de la habitación. Genial, nos besa, nos calienta, luego nos hace mugre y se va como un jodido cobarde. Lo bonito no quita lo descortés. Reprimi las ganas de llorar, odiaba ponerme en el plan de mujer melodramática que todo lo resuelve con unas estúpidas lágrimas. Instintivamente llevé mis dedos hasta mis labios recordando el beso de hace sólo unos minutos. Deberían demandarlo por besar así Por primera vez estaba de acuerdo con mi perra conciencia, ni en mis mejores sueños imaginé que sería así, es que ni siquiera llegué a permitirme soñar con un beso de él pero la realidad supero por mucho la ficción, aunque el rechazo dejó un sabor amargo difícil de borrar. Coloqué mí cabeza en las almohadas, recordé que aún estaba en ropa interior. Me levanté para colocarme un sencillo vestido, luego volví a mí cama a recordar lo que minutos atrás había sucedido. — Fernanda, ¿ puedo pasar?.— Desperté al escuchar la voz de mí padre tras la puerta. Me sentía como si hubiera dormido durante horas. —Sí.— Respondí media somnolienta mientras intentaba desperezar un poco. Papá apreció por la puerta, llevaba aún su traje. Lo que significaba que recién acababa de llegar, tenía la mirada cansada. Mí corazón dio un vuelco al verle, a veces me enojaba tanto el hecho de que trabajará sin descanso; Todo por complacer los estúpidos caprichos de Hilary. — ¿ Estás bien?.— Le pregunté. Asintió, llegó hasta mí. Sentándose en una esquina de la cama. — Te ves cansado.— Masculle mirándole. —Trabajar no es fácil.— intento escucharse relajado pero no lo logró, lo conocía muy bien, como para saber que no estaba así sólo por el cansancio. —¿ Discutieron?.— Me sonrió de lado, lo que significaba... Sí.— Y está vez.. ¿ porqué?. Se acomodó mejor, suspiró de forma sonora. Me lastimaba mucho verle así, tan dependiente, tan triste, igual a cuando ella vivía con nosotros. Viviendo la misma mierda, pero con una bruja diferente. —Los gastos.— me miró.— le dije que debería de moderarlos, desperdiciar menos... En fin. — Supongo se puso en plan de ofendida.— Escupí con asco. Papá asintió.—Algo así. Odiaba a Hilary, no era más que una oportunista que sólo sabía explotarle económicamente. En un principio era todo un amor, después que logró su cometido, casarse con él, todo cambió y cuando nació Jazmín empeoró. Se convirtió en una oportunista que sólo sabia exigir, quiere darse la vida de multimillonaria en base a mí padre, a que el trabajé como un burro para ella y lo peor es que él lo acepta por las migajas que ella quiera darle. — Creo que si ella trabajara nos ayudaría a todos.— Masculle levantándome de la cama. — Se suicidaría.— rió. —Nos haría un favor— declare tajante. — ¡Fernanda!.— Levantó levemente el tono de voz. — Perdón... Me ayudaría a mí.— Me reprimió con la mirada. —No hables así.— se levantó para caminar hasta la puerta.—La cena está lista, te esperamos a bajo. —¿ Papá?.— Posó su vista en mí.— ¿ Viste a Ethan en la sala?. — Sí.— Respondió saliendo por la puerta. Parece que a todos les encanta hablarme después de salir de la habitación... Caminé hasta el espejo, peine mí cabello. Revisé mí imagen y salí. Ya todos estaban en el comedor, papá a la cabeza, Hilary sentada al frente de él, Jazmín a su lado derecho, Marcus al lado de ella. Observé el único lugar vacío, al lado de Ethan. Genial. Comíamos en silencio, cada quien con la mirada clavada en su plato, ligeramente se podía sentir cierta tensión al menos yo así lo sentía, y no era solo el hecho de tener al chico con el cual instantes atrás me había besado. — No tengo saldo en la tarjeta de crédito— Dijo Hilary rompiendo el cargado silencio. — Cuando llegue el final del mes se te reembolsará.— Le respondió papá mientras masticaba un trozo de carne que terminaba de cortar. — ¡¿Estás bromeando?!, aún falta más de una semana para eso.— Dijo elevando el tono de voz. — Espera.— Replicó papá en tono calmado. Hilary dejó caer su tenedor, haciendo un ruido que a todos nos exaltó. Maldita bruja. — Ni para cubrir mis gastos sirves.— masculló con sorna. De todos en casa con quien menos contacto tenía era conmigo, papá era una especie de títere para ella, Marcus ni siquiera le importaba su presencia, como casi nunca estaba en casa, ésta no le afectaba, pero a mí sí. Tenía que soportarla todos los días, escuchar sus quejas estúpidas, sus palabras fuera de contexto y lo que más odiba... Su actitud para con mí padre. — Yo creo que aquí la única que no sirve para nada, más que para exigir eres tú.— Masculle mirándola sin lograr contenerme, —- Tú no te metas.— Habló con evidente enojó. —¡No eres más que una arpía!.— Le grité. —¡ Fernanda!— Papá se levantó de la mesa. — ¿ Qué?.— le apunté con el dedo índice.— ¡Eres su títere, papá... Ella sólo exige, mal gasta y te hecha la culpa de todo, es una manipuladora!. — Basta.— dijo con los dientes apretados. Estaba bastante enojado, eso era obvió pero eso no significaba que no podía ser objetivo, debía serlo y entender que ella no tenía la razón, me había arribado a gritarle. — César, no dejes que me falte el respeto de esa manera.— Habló Hilary ahora con un tono de voz benévolo, manipuladora. — Sí serás perra.— Masculle mirándole. No pude controlar mis palabras, mi conciencia se adueñó de mi ella y sin desearlo me arrepentí, llevó sus manos al rostro, fingiendo llorar. —¡Fernanda, sube a tu habitación. Estás castigada!.— Me gritó papá — ¿ Qué?.— Pregunté dolida. ¿Pensaba defenderla en vez de a mi?. Vale, me había pasado pero no era para tanto. — Tranquilo, señor.— Intervino Ethan.— Yo me encargó. — Dejala que vaya con él.— Habló Marcus interviniendo por primera vez en toda la discusión. A veces olvidaba su presencia. Papá asintió, me levante de la mesa tirando la servilleta en ésta Ethan me siguió hasta salir de la casa, pasó junto a mi llegando a su auto, entró y luego abrió la puerta del copiloto para mí, sorbí mi nariz y pestañee varias veces para alejar las lagrimas, subí al auto. — ¿ A dónde vamos?.— Preguntó. —Dónde sea, pero sacame de aquí.
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