Al llegar a casa, la sensación de alivio me invadió. Las luces suaves del hall de entrada me dieron una calma inmediata que no había sentido en todo el día. El estrés acumulado, las llamadas constantes y las horas de trabajo sin descanso parecían desvanecerse un poco, al menos por el momento. Trixie, con su pequeño peluche abrazado con fuerza, seguía profundamente dormida en mi regazo, como si el mundo exterior no existiera para ella. El sonido del motor del auto apagándose y el freno de mano alzándose marcaron el final del trayecto. Miré por la ventana, viendo cómo Nick sacaba los papeles y la computadora del auto. Asentí lentamente, agradecida de que todo estuviera en orden. Me aseguré de que Trixie estuviera cómoda en mi regazo antes de levantarme con cuidado y salir del auto, con su p

