— Bien, todo va bien por ahora —habló Maritza, su mirada fija en los documentos de las nuevas cifras de las cuentas que tenía sobre la mesa, su tono tranquilo pero preciso, reflejando la seriedad que siempre la caracterizaba en su trabajo—. ¿Qué tal van las apps de los trabajadores? —preguntó con una ligera inclinación de cabeza, como si su interés en el progreso de esos proyectos fuera tan crucial como los resultados financieros que estaba revisando. El día siguiente a primera hora, como había prometido, tenía a unos diecisiete trabajadores esperando en su oficina. Estos empleados eran parte de un grupo talentoso que había demostrado tener ideas innovadoras y un enfoque único sobre cómo mejorar la eficiencia dentro de la empresa. Maritza los observó con detenimiento, evaluando sus rostro

