01 - Maritza

2239 Words
Caminaba hacia mi casillero con los audífonos puestos, esos dorados, sin cables, con Bluetooth o micro memoria, al máximo del volumen permitido. Así podía evitar escuchar las típicas críticas de siempre: los comentarios sobre mi actitud, mi forma de vestir o cualquier cosa que los demás decidieran juzgar de mí. Es mejor ignorar todo eso, no quiero arruinar mi día por algo que ya sé. Todos me odian por mi actitud de "perra rabiosa", pero, ¿qué esperan?, Así soy yo, no tengo ganas de ser otra cosa. La gente siempre me molesta, pero nunca me quedo callada. Mi padre no me crió para ser una llorona ni una inútil, todo lo contrario. Me enseñó a ser fuerte, a defenderme sola y a nunca necesitar a nadie. Esa fue su forma de amarme. Enseñarme a sobrevivir en este mundo de lobos disfrazados de ovejas. Tengo el cabello castaño, lacio pero con algo de onda, y mis ojos, aunque levemente celestes, parecen más grises dependiendo de la luz. Mi piel es clara, casi blanca, porque no soy fan de estar mucho al sol. Mi cabello me llega hasta la mitad de la espalda, casi hasta el inicio de mis glúteos. Hoy lo llevo peinado en una trenza a un lado, un estilo simple, pero práctico. Llevo una camisa ombliguera blanca y una falda a cuadros amarillos y negros. Me puse una chaqueta de cuero n***o encima, que va perfectamente con una imitación de cadena en la cintura como cinturón. Ah, y la camisa tiene un cierre en el centro con una gran argolla metálica. Soy un caos de estilos, pero me gusta. Metí mi bolso en el casillero y saqué los cuadernos de las primeras horas. Estudio Ingeniería en Sistemas, voy en segundo año y, en este momento, estamos en el segundo cuatrimestre del año. Mi día transcurre entre clases y más clases, pero siempre trato de hacer lo mejor posible. Al entrar al salón, busqué un lugar libre y me senté. No es como si tuviera muchas opciones. El maestro aún no llegaba, así que me puse a organizarme, mientras pensaba. No pude evitar pensar en mí mejor amiga, se fue a Suiza con sus padres, por una oportunidad de trabajo que no podían dejar pasar. Seguimos hablando, pero no es lo mismo, ya todo ha cambiado. ¿Qué pasa con mi familia?, Bueno, mi madre me abandonó cuando tenía solo dos años y mi padre, el único que me quedaba, murió de cáncer hace tres años. La verdad es que ahora me siento sola, aunque no me queje, porque eso no cambiará nada. Al final, siempre he sido yo y nada más. Finalmente, el maestro entro al salón. Me quito los audífonos y apago la música. Se presenta y luego anuncia a un nuevo alumno. ¿Nuevo alumno?, De verdad no entiendo por qué hacen esto. ¡Estamos en la universidad!, No somos niños. Si el tipo quiere hacer amigos, que lo haga solo, no necesitamos su introducción. Pero, claro, parece que los demás sí lo necesitan. — Adelante. — Dice el maestro con una sonrisa tonta mientras señala la puerta. Y en ese instante, lo veo. Un dios griego reencarnado, eso es lo primero que pienso al verlo. No, en serio, no exagero. Es imposible que alguien tan guapo exista. Tiene el cabello castaño, ojos tan oscuros que parecen negros, una piel bronceada que resalta incluso más con su físico impresionante. Está claro que ese tipo será la envidia de todo el salón, y no me extrañaría. — Preséntate. — Dice el maestro, cruzado de brazos, mientras se apoya en el escritorio. “Lo sabía”, pienso con cansancio, “Otro más. No hagas caso, será el siguiente que me moleste.” Él sonríe como si fuera la cosa más natural del mundo y dice, con un marcado acento ruso que me derrite: — Mi nombre es Eros Snif, tengo 24 años, y cursaré lo que queda del año con ustedes. Probablemente todo lo que queda de la carrera. Espero poder hacer algunos amigos. — Y con una mirada envidiada por todas, lanza una sonrisa seductora a las chicas del salón. Como si no lo supiera ya, varias de ellas no podían evitar mirar hacia su dirección. Ruedo los ojos, claramente aburrida, y trato de no prestarle más atención. Pero, en el fondo, no puedo evitar sentir que esto es de lo más inmaduro, como en la primaria. Debería ser un adulto, no un chiquillo lanzando sonrisas para conseguir lo que quiere. “Lo sabía, típico mujeriego.”, pienso, “pero mierda, eso no le quita lo bueno”. Lo miro nuevamente, mordiéndome el labio inferior. Ese tipo es un desastre, pero, maldita sea, es tan atractivo. — Bueno, siéntate junto a la señorita Ferrer. — El maestro señala hacia mi asiento, como si no tuviera opción. "Oh, s**t", pienso, mientras me tensaba al ver que se acercaba a mí. ¿Por qué siempre tiene que ser así?, Pensé que este tipo sería solo otro más, pero no, lo que sea que está pasando dentro de mí no lo puedo ignorar. Eros se acomoda a mi lado, y yo, mientras tanto, termino de quitarme los audífonos, dejándolos caer al cuello. Cuando lo hago, él me observa, y me lanza esa sonrisa que, aunque lo quiera evitar, me hace sentir incómoda, pero, a la vez, me provoca algo que no puedo controlar. “Ajá, ya después no me sonreirás cuando te juntes con los cerebros vacíos del equipo de fútbol”, pienso mientras lo observo. Pero, maldita sea, no puedo negar que su sonrisa es malditamente sexy. Obvio, no ser la "excluida" significa que no pueda caer en sus encantos. No sé qué pasa, pero definitivamente algo está ocurriendo dentro de mí, y si lo sigo ignorando, tal vez me arrepienta después. (...) Terminé la clase, con la mente aún envuelta en lo que había escuchado, pero necesitaba desconectarme. Coloqué mis audífonos nuevamente y dejé que la música se infiltrara en mis oídos, cada nota me sumergía aún más en la memoria que estos llevaban consigo. La música me tranquilizaba, me ayudaba a recordar momentos, sentimientos, y a mantener mi concentración. Me levanté de mi asiento con una expresión cansada en el rostro y me dirigí al casillero para guardar mis cosas. Necesitaba sacar mi teléfono, que había olvidado en el bolso cuando saqué mi cuaderno hace unos minutos. Era raro que olvidara algo, pero hoy todo me parecía ir en automático. Al llegar al casillero, lo abrí y me sentí aliviada al ver que mis cosas seguían ahí. Justo cuando estaba recogiendo todo, sentí que algo tiraba de mis audífonos. Al voltear, vi a Amy. Su verdadero nombre es Eimi, pero a nadie le gusta llamarla así. Prefiere que la llamen Amy, aunque a decir verdad, eso poco cambia. Amy Johnson, 23 años, rubia, de piel clara con un ligero bronceado, y ojos azules que me causaban un profundo desconcierto. Tenía las puntas de su cabello teñidas de rosa, como si quisiera destacar aún más su belleza. Era indudablemente guapa, pero también era una zorra. No podía evitarlo, cada vez que la veía, esa era la primera palabra que venía a mi mente. Suspiré pesadamente, resignada, y la observé mientras guardaba mis cosas en el casillero y lo cerraba. La miré nuevamente, sabiendo lo que iba a pasar. —Dámelos —le dije, extendiendo la mano con firmeza. Ella no se apresuró. En lugar de entregármelos, comenzó a jugar con ellos, como si fuera una niña pequeña, burlándose de mí. —Mmmm... No —respondió con una sonrisa retadora, alzando una ceja como si esto fuera un juego. —Te juro que estos son más caros que tus lindas extensiones rosas —le respondí, mi voz ahora más seria. —Ni en veinte años de trabajo los podrás pagar, así que dámelos —repetí, extendiendo nuevamente la mano, esperando que cediera. No estaba dispuesta a perder mi paciencia. Su expresión vaciló solo por un momento, pero luego comenzó a tirar los audífonos al aire, atrapándolos una y otra vez, disfrutando claramente de la situación. En ese momento, sentí cómo la furia comenzaba a crecer en mí. —Mira, zorra, o me los das… —empecé, pero me interrumpió una voz que reconocí al instante. “El Ruso, el Dios Griego”, pensé, sintiendo cómo el acento ruso que tenía esa voz me derretía por dentro. Era un tono que no se podía confundir con nada más. —¿Qué pasa? —dijo él, con una voz tan profunda y ardiente que me hizo temblar ligeramente. Al voltear, lo vi acompañado de su equipo de fútbol. Genial, pensé mientras intentaba no perder la compostura. —Nada, hermano —dijo Henry, sin darle demasiada importancia. Henry Copper, 25 años, el capitán del equipo de fútbol americano. Era imposible no notar lo bien que se veía, con su cuerpo perfectamente proporcionado, cabello castaño y unos ojos miel que dejaban ver una mezcla entre seguridad y arrogancia. La piel le brillaba ligeramente, con un tono bronceado perfecto. Henry le dio un leve codazo al Dios Griego, quien lo miró, frunciendo aún más el ceño. —¿Nada? —dijo él, con una ligera incredulidad, como si algo no estuviera bien en la situación. —Sí, es la rarita de la que te hablamos —comentó Henry, encogiéndose de hombros, como si fuera algo irrelevante. El Dios Griego se calmó de inmediato y me miró, dándome una mirada de disculpas silenciosas, como si pensara que había hecho algo mal. “¿Qué le pasa a este?” pensé, confundida por su actitud tan diferente a la que esperaba de alguien como él. Pero justo en ese momento, un sonido rompió mi concentración. Escuché un “c***k” y al girarme, vi a Amy pisando mis audífonos con la suela de su tacón. —Oh, maldita zorra —le grité, empujándola con fuerza y dándole un golpe directo después de mi empujón. —Te dije que estos audífonos costaban más que tus extensiones rosas, y así es... —le respondí con una calma fría que contrastaba con la furia en mi interior. Vi cómo su expresión se llenaba de miedo puro, y eso me satisfizo. La veía temblar, y sabía que tenía todo el control ahora. —Era una edición de colección, y has arruinado la mía —le dije, mientras su rostro mostraba una mezcla de terror y arrepentimiento. —Me los vas a pagar, y con creces... —dije mientras tomaba mis audífonos dañados del suelo. La agarré por el cabello y la obligué a caminar conmigo. —Vamos, me los tienes que pagar. Tal vez deberías empezar a cobrar por cada uno de esos encuentros que tienes con los chicos de la universidad, y empezar a juntar para pagarme —le dije, apretando el agarre en su cabello, mientras ella comenzaba a llorar, sosteniéndome la mano para intentar que la soltara. —¿No ves que está llorando? —dijo el Dios Griego, con tono de reproche, su mirada fija en mí. —¿No ves la fortuna que me has dañado? —le respondí, igual de molesta, mientras lo miraba fijamente. —¿Qué crees, que el dinero me cae del cielo, o que crece en los árboles? —respondí, irónica. No podía evitarlo, me estaba hartando de que no entendiera la gravedad de la situación. Él me observaba con esos ojos negros tan profundos, solo en mí. Por un momento, sentí como si pudiera perderme en esos ojos. Pero no podía hacerlo, debía mantenerme firme. —¿O qué, me los vas a pagar tú? —pregunté, soltando finalmente a Amy. El Dios Griego levantó las cejas, asombrado, y Henry se acercó a Amy, quien aún sollozaba sin consuelo. —¿Entonces? —dije, al ver que él no respondía. Cruzándome de brazos y levantando una ceja, esperé una respuesta. —Yo lo haré —dijo Henry desde detrás, abrazando a Amy, quien aún lloraba. —¿Cuánto cuestan? —preguntó con una sonrisa sarcástica. Lo miré con desdén. —300 mil —le dije, sonriendo con arrogancia. —¿Qué? ¿En serio? —dijo, incrédulo, sus ojos se ampliaron mientras procesaba lo que le había dicho. —Euros, querido. E.U.ROS —respondí, deletreando lentamente las palabras, viendo cómo su sonrisa se desvanecía rápidamente. —¿Cómo demonios pediste pagarlos? —dijo, frunciendo el ceño. —Y dices que tienes la colección... —Y la tengo —respondí con firmeza. —Tengo más de lo que todos ustedes en esta universidad juntos poseen —dije con una sonrisa arrogante. —Que no se den cuenta es otra cosa —me encogí de hombros, sin darle demasiada importancia. Él me miró con odio, como si quisiera decir algo, pero no lo hizo. —¿Me los vas a pagar o tendré que involucrar a mi abogado? —pregunté, con tono frío y directo. Él apretó los puños, claramente frustrado. —Bueno, la zorra... Ya espera la visita de mi abogado —le dije, dándome media vuelta y alejándome, mientras enviaba un mensaje a mi abogado. Se preguntarán cómo tengo tanto dinero. La respuesta es sencilla. Mi padre era dueño de una de las empresas más grandes y ricas del mundo. Al morir, todo pasó a ser mío, ya que soy su única heredera.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD