Cuando giré sobre mis talones y cerré la puerta, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Sabía que había hecho lo correcto, pero aún así, había algo en su presencia que me seguía llamando. Ese deseo latente seguía allí, justo debajo de la superficie, empujándome a volver atrás, a ceder completamente.
Antes de que pudiera siquiera dar un paso más lejos, su puerta se abrió rápidamente detrás de mí. Sentí un tirón firme en mi brazo, y antes de que pudiera reaccionar, me encontré siendo arrastrada de nuevo hacia el interior del departamento.
—¿A dónde crees que vas? —su voz sonaba casi en un susurro, pero había una mezcla de diversión y algo más... algo que no había sentido antes. Algo que no podía ignorar.
Me giré hacia él, sorprendida, y antes de que pudiera decir una palabra, sus ojos se encontraron con los míos, llenos de determinación. Sentí su mano alrededor de mi brazo, fuerte pero controlada. No era un gesto violento, pero tampoco me dejaba opción. Mi cuerpo reaccionó de inmediato a su cercanía, y pude sentir cómo el calor volvía a subir en mí.
—Lo sé, créeme —dijo en tono divertido, su aliento chocando contra mi piel. No me soltó, y su cercanía hizo que mi autocontrol tambaleara.
Me acerqué a su cuello, la tentación de su aroma volvió a invadirme con más fuerza que antes. Esta vez, no pude detenerme. Pero en lugar de ceder completamente, lo besé. Primero en el cuello, sintiendo cómo su respiración se aceleraba, luego ascendí por su mandíbula hasta su boca.
Lo besé, y él respondió al beso con igual intensidad. El deseo creció entre ambos como una llama incontrolable, envolviéndonos en su calor. Era casi como si todo lo demás desapareciera, como si no existiera nada más en ese momento salvo la presión de nuestros labios, el roce de nuestras pieles.
La toalla que antes envolvía su cuerpo cayó a mis pies. Lo miré a los ojos, luchando contra el torbellino de emociones y deseos que me arrastraba. No debía hacer esto, no con él, no con nadie. Pero el control se me escapaba, y casi había cruzado el límite.
—Cuando salga por esa puerta, olvidarás este encuentro. Olvidarás que vine y solo sabrás que soy tu vecina y que estudias conmigo. —Dije las palabras como un mantra, obligándome a no caer completamente en la tentación.
Él asintió, como si la orden estuviera asentándose en su mente, mientras sus ojos se suavizaban. No parecía resistirse, aunque yo sabía que en su interior se preguntaba qué estaba ocurriendo.
Salí de su departamento con la mente agitada. No estaba segura de si lo que había hecho había sido lo correcto. Había jugado con el límite, y aunque logré mantener el control, algo en mí me decía que esa no sería la última vez que estaría en esa situación.
Una sonrisa inconsciente apareció en mis labios. Debo admitirlo, él besaba increíblemente bien, y la sensación que me había dejado era... intensa. Más de lo que me habría gustado admitir.
Sabía que no podía seguir evitando lo inevitable, así que decidí actuar con normalidad. Volví a mi departamento solo para salir de nuevo al poco tiempo. Esta vez, me aseguraría de presentarme formalmente, sin permitir que las emociones nublaran mi juicio. Toqué su puerta suavemente, escuchando cómo el eco del golpe resonaba en el pasillo vacío. Esperé, pero nadie respondió. "Debe estar bañándose o vistiéndose", pensé.
Me di la vuelta, lista para regresar más tarde, cuando sentí una mirada fija en mi espalda.
—Hola —su voz suave rompió el silencio.
Me giré lentamente, y allí estaba él, completamente vestido esta vez, su cabello aún algo húmedo pero luciendo mucho más compuesto que la última vez.
—¿Es a mí? —pregunté, intentando sonar despreocupada, aunque la cercanía de hace unos momentos seguía viva en mi memoria.
—¿Ves a alguien más en el pasillo? —preguntó con su sonrisa habitual, esa que siempre parecía tener algo más detrás, algo que lo hacía tan difícil de leer.
Me reí un poco, asintiendo, aunque intentaba mantenerme al margen de cualquier emoción que pudiera traicionar lo que había pasado antes.
—Cierto... Hola. —dije con un tono más ligero, intentando parecer más casual, como si fuera solo una vecina más tocando la puerta de su vecino.
Sus ojos me recorrieron de nuevo, como si estuviera buscando algo en mí, algo que no podía recordar, y yo me aseguraría de que así fuera. Tenía que mantener mi poder sobre la situación.
—¿Nos conocemos? —preguntó finalmente, sus palabras cargadas de una leve curiosidad.
—Solo como tu vecina. —Respondí con un ligero encogimiento de hombros, asegurándome de que no hubiera nada más que recordara. Era un truco útil, pero también una barrera que me protegía de complicaciones mayores.
Nos quedamos en silencio un momento, una pequeña pausa en la que ambos parecíamos estar midiendo nuestras próximas palabras. Había algo entre nosotros, algo que no podía negar, pero que tampoco debía permitir que se descontrolara. Sabía que el juego apenas comenzaba, y que tendría que jugarlo con cuidado.
Porque, aunque lo deseara, no podía permitirme otra tentación.