Cuando todo Empezo
"Cuando todo empezó..."
Han pasado dos décadas. Dos largas décadas de lucha interna, de intentar cambiar lo que soy, de desear que todo termine. Pero ha sido en vano. Cada día que pasa me acerco más a aceptar la realidad que más temía: esto no es un mal sueño, no es una pesadilla de la que pueda despertar. Todo lo que conocía, todo lo que amaba, se ha desmoronado a mi alrededor. Mis padres, mis amigos, mis hermanos... todos se han ido. Los perdí, uno por uno, y ahora lo único que queda es el eco de lo que alguna vez fue mi vida.
Aquí estoy, atrapada en este pequeño apartamento en Londres, con dos habitaciones y un baño. Es un espacio diminuto que apenas logro mantener con lo poco que gano. La sala es fría y desprovista de vida, al igual que yo. Las paredes me rodean como una prisión silenciosa, y las luces parpadean como si también estuvieran cansadas. Me miro en el espejo y lo único que veo es una fachada, una ilusión que no representa lo que siento por dentro. No tengo nada, absolutamente nada, salvo esta vista de una ciudad que nunca duerme, las pocas capacidades que poseo por ser lo que soy, las falsas sonrisas que tengo que dibujar y el alcohol que me ayuda a soportar las noches.
Vivo en las sombras, oculta entre los rumores que la gente susurra cuando creen que no estoy escuchando. Vampiros, chupasangres, asesinos. Todas esas palabras reverberan en mi mente. No es nuestra culpa, no elegimos esto. Fuimos creados, transformados por alguien que tenía malas intenciones. Somos el producto de su oscuridad. Créeme, la mayoría de los de nuestra especie no son los monstruos que dicen. Algunos de nosotros intentamos vivir, sobrevivir, sin causar daño. Pero otros... otros disfrutan del caos, del asesinato, como si fuera un juego macabro. No es mi caso. Nunca he disfrutado de eso. De hecho, lo detesto. El simple pensamiento de lastimar a alguien me revuelve el estómago.
Sobrevivo bebiendo la sangre de animales, algo que muchos de los míos despreciarían. Nunca he tocado a un humano, ni siquiera he permitido que la tentación me lleve al borde. Pero es difícil. Cada día es una lucha, un recordatorio constante de lo que soy y de lo que nunca podré dejar de ser. Me esfuerzo por mantener el control, pero algunas noches son más oscuras que otras, y el hambre parece consumirme desde dentro.
He estado atrapada en el último año de preparatoria por una década. Parece ridículo, pero mi apariencia no ha cambiado desde el día en que todo esto comenzó. Aparento tener 18 años, con el mismo cuerpo que tenía entonces. Mido un metro setenta y siete, las mismas caderas, la misma cintura, los mismos pechos. Nada cambia... excepto mis ojos. Cada día es diferente. Es una condición extraña, una rareza que hace que su color varíe constantemente. Un día son verdes, al siguiente azules, luego grises. En la preparatoria, todos me admiran por ello, como si fuera algo mágico. Pero para mí no tiene importancia. No es más que otro recordatorio de lo que soy: una criatura atrapada en un ciclo interminable de aparentar ser algo que no soy.
A veces me pregunto cómo sería mi vida si las cosas hubieran sido diferentes. Si todo esto no hubiera sucedido. Recuerdo perfectamente la calidez de mi hogar. Mis padres, Noah y Claire, siempre fueron mi refugio. Mi hermana menor, Emily, y mi hermano mayor, Logan, eran mi mundo. Éramos felices, aunque a veces la vida no fuera perfecta.
(Flashback)
— ¡Blake, apúrate o el desayuno se va a enfriar! —gritaba mi papá desde la cocina, con su voz grave pero cálida.
El olor a tocino y café recién hecho invadía la casa. Bajaba corriendo las escaleras, siempre la última en llegar a la mesa, donde Emily ya había comenzado a picar trozos de pan, y Logan hojeaba distraídamente el periódico.
— ¡Ya, ya voy! —respondía yo, siempre con una sonrisa, porque esos momentos eran todo lo que me hacía feliz.
— Emily, deja de lanzarle trozos de pan a tu hermana —decía mamá, riéndose por lo bajo mientras ponía los huevos revueltos sobre la mesa.
— ¡Es que su cara es muy graciosa! —se quejaba Emily, lanzándome un pedazo más.
— Te juro que un día de estos te voy a lanzar el tocino —le respondía yo, haciéndome la seria, pero sabiendo que no podía mantener la compostura mucho tiempo cuando ella empezaba a reírse como loca.
Y Logan, con su aire protector, me miraba y decía:
— Vamos, Blake. Algún día tendrás que aprender a manejar a Emily.
Esos días eran todo lo que necesitaba. Nos reíamos, bromeábamos, y todo estaba bien. O al menos lo parecía.
(Fin del flashback)
Jamás pensé que podría desvanecerse tan rápido. Cuando la oscuridad llegó, todo cambió. Uno por uno, los fui perdiendo. No pude protegerlos, y ni siquiera pude despedirme adecuadamente. Los recuerdos que tengo son como fantasmas que me persiguen, recordándome que ya no soy la misma persona que era entonces.
Mi verdadera meta, la única que importa, es cambiar. Quiero cambiar lo que soy. No sé cómo, ni siquiera sé si es posible, pero esa esperanza es lo único que me mantiene en pie. Todos los días me levanto con ese propósito en mente, aunque la oscuridad a veces me susurre al oído que nunca lo lograré. Que siempre seré esto... un monstruo en un mundo al que no pertenezco.
(Flashback)
Hubo una noche en la que casi pierdo el control. Recuerdo que había salido a caminar por las calles vacías de Londres, tratando de despejar mi mente. Había pasado semanas sin alimentarme, convenciéndome a mí misma de que podía resistir, que podía ser más fuerte que mi naturaleza. Pero esa noche, el hambre era insoportable. Caminaba rápido, apretando los puños para calmar el temblor que recorría mi cuerpo.
Y entonces lo vi. Un hombre, completamente ajeno a mi presencia, caminaba hacia mí con una bolsa de compras en la mano. Podía oír el latido de su corazón, sentir el calor de su sangre a través de su piel.
— Solo un poco... solo una vez —murmuraba para mí misma, como si esas palabras pudieran justificar lo que estaba a punto de hacer.
Mis colmillos comenzaron a extenderse, y por un segundo, solo un segundo, pensé en atacar. Me acerqué a él, con las manos temblorosas, mis pensamientos invadidos por la necesidad de alimentarme.
El hombre me miró, sin sospechar nada, y me sonrió.
— ¿Necesitas ayuda con algo? —me preguntó amablemente.
Ese fue el momento. La humanidad en sus ojos me sacudió. Lo único que pude hacer fue retroceder, aterrada de lo que estaba a punto de hacer.
— No... yo... —balbuceé, antes de darme la vuelta y correr. Corrí hasta que no pude más, hasta que el hambre fue sustituida por el asco que sentía hacia mí misma.
Esa noche me di cuenta de lo cerca que estaba de perderme por completo.
(Fin del flashback)
Londres es enorme, y aunque vivo en una de las ciudades más vibrantes del mundo, me siento más sola que nunca. La ciudad sigue su curso, indiferente a mi existencia. La gente a mi alrededor sigue con sus vidas, mientras yo intento desesperadamente encontrar una forma de cambiar la mía. No sé si es posible, pero esa pequeña esperanza es lo único que me impulsa a seguir. Mi meta es clara: cambiar. Cambiar lo que soy. Pero cada día que pasa, siento que la oscuridad me arrastra un poco más, y me pregunto si alguna vez podré escapar de lo que soy: un monstruo en un mundo que ya no me pertenece.