Me miré en el espejo y vi la marca de la mano de la rubia en mi rostro. Maldita zorra, pensé, mientras pasaba mis dedos sobre la piel enrojecida. Aún sentía el ardor de su bofetada, pero más que dolor, lo que realmente me quemaba era la rabia que me invadía. —Creo que está molesta —vociferó Logan desde la sala, su tono cargado de sarcasmo. —No lo dudes. Esa perra nunca me dio buena espina —respondí, con el ceño fruncido. —Creo que ese tal Donovan le importa más de lo que desea admitir —agregó Logan, dejando en claro lo que ambos sabíamos desde hace tiempo. —Yo también creo lo mismo —dije, suspirando. Me vestí de forma sencilla: unos jeans ajustados, unas Vans negras, y una camiseta morada de cuello en V que dejaba apenas entrever mis clavículas. Mientras me arreglaba el cabello, inten

