Comienza la tormenta
Capítulo 1
"Nunca temas volver a empezar, solo pierde el que no lo intenta nuevamente"
Me levanto por tercera vez de la cama y camino de puntillas hasta el salón, la luz de la televisión es suficiente para comprobar que mamá aún está despierta, miro la pantalla de mi teléfono, otro mensaje de Erick y miles de Evelyn. Se supone que ya debería estar dormida, es media noche, se supone que ya estaría afuera.
—Nalla, ¿Qué haces? —pregunta mamá a mis espaldas.
Pegó un brinco al escucharla, se suponía que estaba en el salón. Me mira muy confundida, por suerte aún estoy en pijama.
—¿Y bien? —insiste.
—La tele me despertó, venía a decirte —miento.
—Lo siento, ya estaba acostada, solo la dejé encendida por error —explica mientras la apaga.
—No importa, iré a dormir ahora —miento otra vez.
—Bien, debes descansar mañana es la prueba —deja un beso en mi mejilla y se marcha a su habitación.
Subo las escaleras tan rápido como puedo una vez que la pierdo de vista, me saco el tonto pijama, y me coloco un ligero y cómodo vestidos, deportivas y listo. Tengo que ser rápida tanto como pueda para salir de la casa sin ser descubierta, lo más importante para volver sin ser descubierta, aunque es raro que mamá se levante a media noche sin motivo, no debo tentar a mi suerte. Mientras bajo las escaleras me recuerdo mentalmente golpear a Evelyn por esta ridícula idea, nunca más la escucharé, mucho menos me dejaré tentar por Erick.
—¡Nalla! —chillan muy cerca de mi oído.
Cubro la boca de Evelyn con mis manos y la hago agacharse —¿Qué hacen aquí? Les dije que ya estaba saliendo.
—Lo dijiste hace dos horas, nos estamos muriendo de aburrimiento aquí afuera —protesta Erick en voz baja.
Siento la lengua de Evelyn pegarse a mi palma.
—No seas puerca —sacudo mi mano exageradamente.
—Soy una puerca decente —se burla agitando su dorado cabello—. Ya vámonos.
Nos toma de la mano a ambos y sale corriendo por la calle, solo espero que ningún vecino curioso esté asomado en la ventana a estas horas. Estaría perdida si le cuentas a mamá que escape con Evelyn y con Erick.
Caminamos por treinta minutos aproximadamente hasta llegar al viejo huerto de manzanas, nuestro lugar de reunión desde que somos niños, caro que en esa época no salíamos de noche, nuestras mentes inocentes aún creían en monstruos siniestros come niños.
Maldición, tengo miedo ahora mismo, no debí pensar en eso.
La experta Evelyn cruza el huerto abriendo el oscuro camino con su linterna, no parece temerle a nada con su manera tan confiada de caminar.
—¿Tienes miedo, verdad? —susurra Erick en mi oído.
—Por supuesto que no —miento tomando su mano—, un poco.
La sonora risa de Erick hace eco a nuestro alrededor, lo golpeó suavemente en las costillas. Si seguimos así seremos descubiertos incluso antes de llegar.
—Es aquí —anuncia Evelyn meneando los hombros.
Apunta la linterna a un viejo manzano, en el centro del tronco nuestras iniciales están talladas, hicimos eso la primera vez que vinimos aquí, se suponía que solo teníamos permiso para ir a jugar en casa de Erick, pero como siempre Evelyn nos convenció de buscar una aventura. Aunque nacimos y crecimos en este pueblo, siempre había algo nuevo que descubrir y que hacer, sin duda mi niñez y mi adolescencia no fue para nada aburrida.
Evelyn tiende una manta en el suelo dónde nos sentamos cómodamente.
—¿Recuerdan cuando nos reuníamos aquí? —pregunta ella contemplando los alrededores.
—Sí, parecíamos una secta siniestra —se burla Erick.
—Así como ahora —lo animó.
Evelyn nos hace una mueca de indignación —Esta será la última vez.
Así es, dentro de unos meses estaremos en la universidad, al menos ellos están seguros de que Irán a la prestigiosa universidad Cullen a prepararse para convertirte en grandes deportistas, yo iniciaré mi prueba justamente mañana. Me siento ansioso, más que nada tengo mucho miedo de que no suceda tal como lo planeamos.
—Estás pensando en que algo horrible pasará y nos separará para siempre, ¿verdad? —pregunta Evelyn.
Me encojo de hombros, es muy común para mí imaginarme lo peor, aunque al final no suceda así, lo admito, le tengo miedo a la derrota.
—Nada cambiará —asegura Erick besando mi hombro—, estaremos juntos como siempre.
Evelyn se lanza sobre nosotros y nos envuelve en un gran abrazo.
—Los amo tanto estúpidos —grita apretándonos muy fuerte.
—Lo notamos —menciona Erick intentando quitársela de encima.
Limpio la pequeña lágrima que rodó por mi mejilla y sonrío, soy muy afortunada de tener a mis amigos, son mi familia.
—Toma la foto Evelyn, se hará tarde —pido colocándome entre ellos.
Evelyn toma la vieja cámara de su bolso, se coloca a mi lado y sonríe estirando su brazo.
—Digan todos, la secta del manzano —anima Erick abrazándome y riendo para la cámara.
—La secta del manzano —repetimos los tres.
—Listo —anuncia Evelyn tomando la foto y agitándola para ver el resultado—, salgo hermosa, anuncia mientras nos la muestra.
—No jodas, salgo con los ojos cerrados —se queja Erick.
—¿Quién anda ahí? —grita dios sabe quién y a mí ni me importa.
Nos levantamos y salimos corriendo como si hubiésemos visto un fantasma, nuestras caras actuales son dignas de una foto, pero estoy segura de que ninguno se detendrá a tomarla. Entre risas y gritos salimos del manzano y para asegurarnos bien corremos unas cuantas calles más hasta perder de vista el lugar.
—Eso fue muy peligroso —me quejo intentando recuperar la respiración.
—Míralo del lado positivo, estás entrenando para la carrera de mañana —menciona Evelyn aún agitada—, por cierto, gracias por traerme— señala su casa
Abro los ojos, sorprendida, sabía que habíamos corrido lejos, pero no como para llegar a casa de Evelyn, por suerte mi casa está a un par de calles más.
—Te acompaño —se ofrece Erick, aunque no me hace camino.
No voy a decir que no, me aterra la oscuridad y nunca me ha gustado salir de noche yo sola. Caminamos en silencio tomados de la mano, hace una noche muy agradable. Miro a mi novio y me contento con verlo sonreír, me encanta su sonrisa, me encanta en general. Me pareció muy lindo desde la primera vez que lo vi, aunque parecía ser bastante engreído, resultó ser todo lo contrario.
—Mañana cumpliremos cuatro años —anuncia él.
Abro los ojos, lo olvidé. Erick se ríe al verme y me abraza.
—Lo siento, lo volví a olvidar —escondo mi cara en su pecho.
—Estoy acostumbrado —me tranquiliza—, y me encanta ver tu cara cuando te das cuenta de que lo olvidaste.
No soy buena para las fechas, a veces olvidó por completo mi cumpleaños, por lo que despertar con mamá cantando con una tarta en las manos muchas veces me provocó un terrible susto mañanero.
Llegamos a casa. Erick me acompaña hasta la puerta trasera. Solo cuando reviso que aún está abierta me logro tranquilizar, estoy salvada.
—Nos vemos mañana —Erick deja un suave beso en mi mejilla.
—Nos vemos —lo atraigo para dejar un corto beso en sus labios.
Se queda muy cerca de mí con una pequeña sonrisa, no puedo evitar sonreír también cuando me atrapa nuevamente los labios y me besa con más intensidad, paso mis manos por su cuarto cabello castaño y me detengo en su nuca, lo acaricio y lo atraigo aún más a mí para aumentar el beso. Puedo sentir sus manos por todas partes, estás, se detienen debajo de mis rodillas y sube hasta mi muslo, me aprieta y me aprisiona con fuerza contra su cuerpo.
—Creo que debemos parar —pido al sentir su urgencia.
No es correcto, no aquí, no este día, no ahora.
Me mira con ojos suplicantes —¿debemos? —pregunta y yo asiento con la cabeza—, debemos si, lo siento.
Se separa de mi demasiado rápido y nervioso. Lo tomo de las manos y le doy un último beso.
—Será pronto, lo prometo —susurro en su oído.
—Tenemos toda la vida— besa mi cuello—, aunque no me hagas esperar toda la vida, por favor.
Me rio de él y lo empujo a la salida, se va de mala gana, pero eso es suficiente para mí.
La alarma ya ha sonado, pero estoy despierta desde hace un par de horas, froto mi rodilla sintiendo una pequeña molestia en ella. La puerta se abre y mamá se asoma ya preparada, está preciosa, lleva su cabello rubio recogido y un ligero maquillaje que resalta sus oscuros ojos y piel blanca.
—¿Te sucede algo? —pregunta mamá.
—Estoy bien, ansiosa —me levanto ignorando la molestia.
—Te irá genial —besa mi frente—. Tu padre estaría orgulloso de ti —Sonrío feliz al escuchar eso—, está listo el desayuno, prepare algo ligero para que no se sienta mal.
—Gracias mamá, ya bajo.
Camino al tocador y tomo la foto de papá, está con mamá y en su pecho lleva una brillante medalla, lo porta con orgullo. Era un hombre alto, de cabello cenizo y ojos grises como yo. Me gustaría conocerlo y que estuviera aquí, que me diera algún consejo o que simplemente me tranquilizara, estoy temblando de los nervios. Miro, la repisa ocupada por mis premios.
—Uno más, tú puedes Nalla —me animo a mí misma.
El tiempo pasa demasiado rápido en un abrir y cerrar de ojos, ya estoy en formación con más demás competidoras. Mis miedos se han disipado, una vez en la línea de salida solo tengo un objetivo y es llegar a la meta, no existen más opciones, no crearé ninguna más, eso es lo que tengo y eso es lo que haré.
Nunca me sentí agobiada por el futuro, pues para mí ya todo eso estaba planeado y en mi cabeza seguiría el rumbo que había deseado desde que era pequeña, el rumbo que siguió mi padre.
Hace calor, quizás más de lo que imaginé, aunque el uniforme es bastante fresco, no evita que esto me moleste.
El silbato sonó la primera vez, adoptamos la primera posición, otra vez más, nos preparamos para la salida. Cierro los ojos esperamos el último aviso…, ya.
Salimos a gran velocidad, olvide por completo al resto del mundo, al resto de las competidoras y de este modo concentrándome en el objetivo alcance la delantera. Los gritos de las tres personas a las que más amaba me animaban mucho, no los decepcionaría, no me quería decepcionar a mí misma.
Aunque los ánimos de mi familia me dan fuerza, no hacen que pase por alto la enorme fatiga de mis piernas y la molestia en mi rodilla. Sentía que mi cuerpo estaba a punto de colapsar, la meta estaba cerca, pero una parte de mí quería rendirse. Sentía como si todo el cansancio de los entrenamientos por los que pase días atrás hubiesen caído sobre mí en ese mismo instante.
Todas esas ideas y sueños me fueron arrebatados al sentir el duro pavimento en mis manos y el golpe seco en mis rodillas. Fue insoportable el dolor que sentí, estaba algo lejos, pero aun así podía oír como todos gritaban. A pesar de lo doloroso que era lo intenté, me incorpore como pude, pero una y otra vez seguía cayendo al suelo provocando nuevas heridas. Mis manos ardían y mis rodillas sangraban cada vez más con cada nueva caída, sabía que estaba gravemente herida, quizás lo estaba desde antes de salir de casa, pero preferí ignorar la molestia, ahora se ha vuelto insoportable.
Levante la mirada hacia mi familia y pude ver el miedo en sus caras, varias competidoras que antes estaban atrás pasaron frente a mí a gran velocidad, me miraban con cierta pena y temor, pero ninguna podría detener, ellas también tenían un sueño que cumplir. Quiero lógralo es mi mayor deseo, apretando los dientes logré levantarme y con enorme esfuerzo comencé a cojear hacia la meta, la cual ahora veía muy lejos de mi alcance.
—Detente Nalla —gritaba mamá, se estaba acercando a mí.
Me desplomé una última vez en el suelo golpeando mi mentón, ha no podía mover su un músculo. Erick me levanto en brazos y salió corriendo junto a mi madre, no podía escucharlos a penas y podía verlos, estaba tan agotada que lo último que recuerdo es el azul del cielo y luego oscuridad.
Desperté en una aburrida habitación de hospital, mi pierna derecha estaba totalmente inmovilizada. Mire a mi alrededor buscando una cara conocida, pero solo encontré un ramo de hermosas margaritas, claramente traídas por Erick, él es el único que conoce mi gusto por esta flor y realmente lo agradezco, pues es lo único que le da un poco de vida a la blanca habitación, para empeorar las ventanas no permiten que salga este horrible olor a antiséptico.
—¿Podrá caminar nuevamente? —pregunta mamá, está afuera de la habitación.
La puerta está parcialmente abierta y puedo ver su cara de preocupación hablando con el doctor.
—Sí, pero tendrá que pasar por un par de cirugías y fisioterapia para devolverle la fuerza, no creo que después de esto ella pueda seguir corriendo de manera profesional, señora Sullivan —explica el doctor.
Intento incorporarme al escuchar esto, pero solo consigo hacerme aún más daño. Mi madre y el doctor entran a toda prisa, esta me abraza.
—Todo estará bien hija —me consuela mamá.
Lloro al escuchar tal mentira, nada estará bien si no logro volver a correr.
—Programaremos la cirugía para dentro de una semana —anuncia el doctor—, te recuperarás, confía en mí.
Paso los días después de la cirugía llorando e ignorando a todos, no quiero ver a nadie, así que pasó la mayor parte del tiempo en el que no estoy llorando mirando a la ventana o durmiendo.
—Toc toc —susurra Erick en mi oído.
Abro los ojos para verlo frente a mí.
—¿Qué haces aquí? —pregunto sin una gota de ánimo.
—Ya sé que no quieres verme ahora, pero es importante —hace una pausa esperando mi negativa, decido callar—, verás, pasaré un par de meses con mis abuelos, no pude decir que no, ya que luego iré a la universidad y no los veré por un largo tiempo.
—Vale —miro a la ventana.
—Nalla, ¿no te importa? —pregunta algo agobiado, solo niego con la cabeza—. Eso no significa que no te vea más, vendré los fines de semana aunque me tenga que comer tres horas de viaje.
Me encojo de hombros, y cierro nuevamente los ojos.
—Dime algo —me remueve suavemente—, no te agobies, estoy seguro de que una vez que te recuperes estaremos juntos.
Me rio —Eso no pasará Erick —apunto mi rodilla—, la ves, es una puta mierda, todo esto lo es. Nada funciona y nada funcionará, estoy arruinada.
—No sea así Nalla…, —intenta calmarme, pero lo interrumpo.
—¿Has visto tú a alguien recuperarse y volver a correr después de una lesión así? —se queda callado y eso me enfurece más—. No existe, yo no soy nadie para marcar la diferencia. Vete.
—No me iré así, estás alterada, hablemos —pide tomando mis manos.
Me suelto de su agarre —Vete de una vez, vete y cumple todos tus sueños, ¿por qué te quedarías más tiempo? Todo está acabado para mí —gritó tan fuerte como puedo, necesito creerlo, no vale la pena mantener esperanzas.
—Yo te amo Nalla —pronuncia él mirando al suelo.
—No me ames, largo —apunto a la puerta.
Erick me mira furiosos, se dirige a la puerta y la cierra de un portazo dejándome nuevamente sola. Escondo mi cara en mis manos y gritó dejando ir toda la rabia contenida.
—Erick —lo llamo, necesito que sepa que yo lo amo y que estoy arrepentida de haberlo tratado así.
Erick no regreso, no lo hizo esa noche ni las siguientes y después de un par de semanas recibí un mensaje de él, un breve mensaje.
Erick: «Aún te amo.»
No dude en responder: «Yo también, lo siento mucho.»
Erick: «Está olvidado, lo arreglamos todo cuando te visite, lo prometo.»
Un año después:
Estamos en la misma habitación blanca y algo deprimente en la que he pasado parte de este último año haciendo mis ejercicios en un intento de recuperarme. Camino de un lado a otro y hago todo tipo de ejercicios que me ayuden a recuperar la fuerza en mi pierna, poco a poco esto fue dando resultados, esta vez los hago todos sin ayuda y sin sentir dolor en absoluto. Sin embargo, no importa que no sienta dolor físico, pues me encuentro destrozada emocionalmente, he perdido demasiado durante este año y no veo razón por la cual seguir esforzándome en caminar.
—Nalla ya te encuentro muchísimo mejor, no hay dolor ni rigidez, el músculo está bastante bien —manifiesta el doctor mientras me invita tanto a mí como a mi madre a tomar asiento.
—¿Cree que pueda volver a correr? —pregunta mamá entusiasmada.
—Estoy seguro de que sí.
Mamá me agita y me abraza, está muy feliz por la noticia, pero a mí casi que no me importa que pueda volver a correr.
—Aunque te sientas bien, recuerda que fue un proceso delicado. La operación fue un éxito y como admiramos la recuperación también, pero aun así tienes que cuidarte nada de hacer demasiado ejercicio. Si sientes el más mínimo dolor al caminar o correr debes tomar un descanso, lo mejor sería que si ocurriera vinieras a verme —expresa rellenando unos papeles y pasándoselos a mi madre.
—Gracias por todo —pronunció antes de levantarme.
Salgo del hospital, es temprano, pero ya estoy casada de visitar este lugar una y otra vez, prefiero sinceramente pasar mis días en mi habitación.
Entro al coche y espero por unos minutos a mi madre, no tarde en llegar. Está más feliz que nunca y no para de expresarlos, ha comenzado a planear todo lo que haremos a continuación y a mí me duele la cabeza de imaginar todo, pero no tengo siquiera porque imaginarlo, no sucederá.
—Es fantástico que puedas volver a entrenar. Rellenaremos las solicitudes a todas las universidades, no importa cuál ya verás cómo te aceptarán, será magnífico —fórmula concentrándose en la carretera con una pequeña sonrisa en sus labios.
—¿Para qué? Para recibir más cartas que ponga que lamentan mucho mi accidente y esperan mi recuperación —me expreso indignada al recordar aquellas cartas vacías.
—Nunca escribieron que no te aceptaban y ya estás recuperada —se justifica mi madre.
—Por favor mamá, nadie quiere a una impedida —manifiesto con voz quebrada.
El coche se detiene, bajo hecha una furia y me dirijo a la casa, claro no puedo evitarla.
Cierra la puerta de casa y me mira molesta —No eres una impedida —aclara cruzándose de brazos.
La ignoro, no me apetece discutir lo mismo de todos los días. Subo a mi habitación y me lanzó a la cama, me hago un ovillo cubriéndome con mi manta amarilla. He pasado mucho tiempo así, el sol se esconde mostrando un bellísimo atardecer que sin duda antes hubiese disfrutado, pero ahora solo me quedo en la cama observando a lo lejos como desaparecen de mi ventana. Tomo mi teléfono con la esperanza de tener algún mensaje de Erick o de Evelyn, como es habitual no hay nada.
Antes era común despertar con un mensaje de Erick y de Evelyn, eso me mantenía muy animada, después de unos meses si me mandaban dos mensajes a la semana ya era bastante sorprendente, sin decir que nunca me han visitado en todo el año.
Cómo siempre decido escribirle yo a Erick: «Hoy fue mi última consulta, estuvo bastante bien. El doctor Russell cree que sería bueno que comenzara a entrenar, pero no me siento con ánimos.»
Espero unos largos minutos alguna respuesta por su parte, hasta que al final llega un breve mensaje.
Eric: «Me alegro.»
Gracias Erick por ser tan comunicativo y alegrarte por mi deprimente situación, dudo que allá leído el mensaje completo. Esas simples dos palabras me hieren, me hubiesen gustado unas palabras de ánimo o un simple te quiero
Sus llamadas y mensajes son cada vez más fríos y distantes, pero aun así no he dejado de quererle. Él y Evelyn son lo único que me queda y es triste estar lejos de ellos. Me quedo mirando al techo, pensando en mi desastrosa vida hasta quedarme dormida. Despierto como siempre con los rayos de sol en mi rostro sin saber con exactitud que hora es, eso nunca me importa y aunque sé que dormí bastante me siento como si no hubiera dormido nada. Miro al espejo y veo que estoy más delgada de lo normal, mi cara refleja el cansancio del día a día. Tengo el cabello tan enredado y espantoso que podría pasar fácilmente por un nido de pájaros, me lo recojo como puedo y luego de una ducha y de vestirme con lo primero que encontré decido bajar a la cocina.
—Hola —digo sin ánimos encontrándome a mamá preparando el desayuno.
—Hola cariño, ¿dormiste bien? —pregunta ella dando un repaso a mi imagen.
—Si —miento, no quiero que se preocupe, ya ha pasado bastante por mi culpa.
Siento que he arruinado su vida, debería salir y conocer a personas nuevas, enamorarse quizás. Desde que papá murió y supo que estaba embarazada se ha dedicado a cuidarme a mí, yo debería haber ido a la universidad y ella tendría que aprovechar el momento para ser feliz y conocer mundo, lo ha hecho genial como madre y yo solo soy una pésima hija.
Con una sonrisa en sus finos labios alisa mi cabello y acaricia mi mejilla con delicadeza.
—¿Puedes preparar la mesa? —pide con fingida calma.
La examinó con la mirada, por algún motivo está nerviosa.
Tomo los platos y cubiertos para llevarlos a la mesa, en el centro de la mesa se encuentra una carta, la tomo sin ningún tipo de interés hasta que reconozco de dónde viene, tiene el escudo de la universidad Cullen en una esquina. No comprendo que hace aquí fue la única que ni siquiera respondió mi solicitud y lo entiendo después de haber enviado mi penosa solicitud explicando mi lesión, tampoco me aceptaría, pero ya ha pasado un año porque llega la carta ahora, seguramente se ha retrasado…, un año. La vida quiere que caiga en depresión.
—Ha llegado esta mañana, quería esperar a que despertaras para leerla —se acerca mi madre.
—Ya sé lo que dice —digo fríamente dejando la carta en la mesa.
—No creo que hayan enviado una carta luego de un año para mencionarte que no te aceptan. Saben que eres buena en lo que haces, por favor hija solo lee la carta —súplica.
—¡No mama, yo era buena, ya no lo soy! —menciono cortante dando por terminada la conversación.
Se queda callada observándome con tristeza en su rostro, cualquiera pensaría que aquí termina esta pequeña discusión; sin embargo, mi mamá es una mujer muy insistente, de gran paciencia, a diferencia de mí ella no se rinde con facilidad.
—¿Ni siquiera piensas hablar con tus amigos? —se mortifica.
Eso me duele, ahora lo que más necesito son a Evelyn y Erick, pero ellos me ignoran. Reconozco que no fue la persona más animada al principio, los trate mal, pero intente solucionarlo, pedí perdón de manera incansable, los dejé ir y me preocupaba por ellos a diario, no creo que merezca esto.
—¡Basta ya! —digo enojada—. No quiero hablar de ellos.
Tomo la carta arrugándola y subo a mi habitación, caigo de rodillas frente a la cama y estiro la mano para alcanzar la caja que escondo debajo de esta.
Vuelco la caja en el suelo liberando el montón de cartas que enviaron negando mi solicitud. Mi respiración está asegurada y las lágrimas ruedan por mis mejillas.
—No necesitas una más.
Soy una masoquista, tomo la carta Nueva y la abro.
Señorita Nalla Sullivan, lamentamos la tardanza con la que hacemos llegar esta carta, y sentimos mucho lo sucedido, pero esperamos que ya esté recuperada de su lesión, sabemos que es una excelente estudiante y estaríamos encantados de recibirla en nuestro centro lo más pronto que le sea posible si está en su disposición.
Comuníquese con nuestro centro para coordinar su llegada.
Atentamente
William Cullen.
—Me aceptaron —dejó caer la carta— ¡Mamá!