Existen diferentes tipos de marcas, pero existe una muy diferente y valiosa: el corazón.
Viernes por la mañana. El tictac del reloj marcó las siete de la mañana. El canto de las aves era una melodía extraordinaria. Hoy arranco con mis primeras clases teóricas. Ya leí el programa de estudio y la materia de hoy es «Marcas de Unión». Justo el libro de mi madre está todo detallado, y los libros de la institución también explican todo claramente; los leí completos la noche anterior. Me puse ropa casual, nada muy llamativo: una blusa de color crema, un pantalón n***o, con unos zapatos de tacones bajos y con la campera oficial de la academia, que es obligatoria en los días de clases teóricas, al igual que el traje de jinete para los días de entrenamientos.
Me acerqué al espejo de la habitación, buscándome un reflejo distinto. Ya no era la niña débil del reino; ahora me veía diferente, confiada. Me arreglé un poco el peinado justo cuando tocaron la puerta. Suspiré, observando a Azrael acercarse y sentarse frente a ella, moviendo la cola; presentía que quien estaba afuera era alguien conocido.
—¡Alec, si eres tú puedes pasar! —exclamé.
Mientras tanto, me apliqué un toque de labial. No suelo usar mucho maquillaje, prefiero realzar mi belleza natural. Al abrirse la puerta, Azrael se animó, y en el reflejo del espejo vi a mi hermano entrar con un ramo de rosas.
—¡Hermanita linda! —exclamó con alegría, acercándose con el ramo de rosas—. Te dejaron esto afuera de tu puerta; parece que ya tienes un admirador secreto.
Levanté una ceja, mi mirada fija en las rosas. Parpadeé, intentando asimilar lo que veía, y un gesto de desconcierto total invadió mi rostro.
—Déjalas por ahí. Son lindas, pero me gustan más los lirios y la lavanda.
—¿Estás rechazando las rosas de mi futuro cuñado? —me mira sorprendido, abriendo los ojos de par en par.
—¡Qué molesto te pones a estas horas de la mañana! —me alejé del espejo agarrando mi bolso, en donde tenía todos los libros y un cuaderno para los apuntes.
—¿Ya te vas? ¡Es temprano! —murmuró, agarrando mi bolso y con su mirada fijamente en la mía.
—Sí —respondí—, quiero caminar un rato para despejar mi mente. Digamos que "no dormí bien".
Hice un gesto de comillas con mis dedos, resaltando el "no dormí bien", ya que me quedé pensando en todo lo que pasó con Matthew y me quedé despierta hasta tarde leyendo todo para no quedarme atrasada en las clases.
—Debiste descansar más. ¿Qué clase tienes hoy? —preguntó.
—Marcas de Unión —respondí.
—¡Uy! Estás en la misma clase que Matthew. Los dos son rivales desde niños, ¿vas a poder manejar tu rivalidad con la suya? —preguntó, para luego mirarme con preocupación.
—Tengo todo bajo control. Igual, él debería tener cuidado.
—Si tú lo dices, solo intenta no hacer nada raro.
—No prometo nada, Alec. Tú sabes cómo es Matthew cuando se relaciona nuestra rivalidad. Yo estoy tranquila.
Mi hermano soltó mi bolso y yo sonreí. Al salir, me sorprendió ver a Matthew emerger del cuarto de enfrente. «¡Su habitación está justo enfrente de la mía!», pensé, y solo lo ignoré. Proseguí a caminar hasta llegar a las escaleras, bajé y me encontré a varios estudiantes, rumbo a los salones de clase. Me cruzaba con profesores, sintiéndome tremendamente nerviosa. Estaba tan absorta en mis pensamientos que la voz de Saha me sacó de mi ensimismamiento.
—¡Loreine! —miré a mi alrededor buscando a Saha. Estaba en el salón de al frente, luciendo un vestido verde que resaltaba sus ojos y su sonrisa radiante.
—¡Saha, te ves hermosa! —le dije mientras me acercaba para abrazarla.
—¡Gracias, tú también estás preciosa! —me abrazó como si fuera un peluche—. ¿Hoy almorzamos juntas?
—Sí, me encanta la idea.
—¡Perfecto! —se soltó del abrazo y su sonrisa tierna iluminó todo el corredor—. Nos vemos al mediodía. ¡Suerte en tu primer día!
Saha salió corriendo a su salón de clases. El corredor ya estaba casi vacío, así que respiré profundo, agarrando el collar de mi madre para calmarme. Tomé valor y entré al salón. No pasó ni un minuto cuando sentí todas las miradas sobre mí y los murmullos comenzaron a escucharse claramente. «¿Acaso vieron al enemigo o a la muerte?»
Empecé a caminar buscando un buen asiento y, de pronto, un silencio total se apoderó del lugar. Al ver de reojo, era Matthew quien estaba con el profesor a su lado; ambos tenían un aura bastante sombría, como si los dos fueran cortados por la misma tijera.
—Buen día, clases —el profesor me observó y se acercó a mí—. Y buen día, princesa. Es bueno tenerla aquí con nosotros, por favor, tome asiento. Soy el profesor Sebastián. Es un placer y un honor, por favor, siéntase como en su casa.
—Gracias por la bienvenida, profesor. Y dígame Loreine, no hay problema en que me llame por mi nombre.
—¡Perfecto! —el profesor sonrió y se dirigió a su escritorio.
Tomé asiento mientras Matthew se sentaba dos asientos más allá, observándome con una seriedad que me hacía sentir aún más pequeña. Yo miraba al frente, evitando cualquier expresión o contacto visual. Un nudo apretaba mi garganta al recordar lo que había pasado; deseaba con todas mis fuerzas que la tierra me tragara en ese instante y desaparecer. Intenté aclararme la garganta, pero no lo logré; solo tragué saliva y parpadeé. Observé cómo el profesor escribía algo en la pizarra y se dio vuelta para vernos a todos.
—¿Alguien puede decirme cómo se rompe la unión entre un dragón y su jinete? —preguntó el profesor mientras se sentaba en el escritorio. Nos quedamos en silencio total. Levanté mi mano y me miró, señalándome con la punta de la lapicera—. Loreine, adelante.
Bajé mi mano para aclararme la garganta.
—La unión se puede romper cuando el dragón muere, o el mismo dragón puede romperla si se siente forzado o en peligro —dije mientras el profesor asentía.
—Bien. Tengan en cuenta que el dragón y el jinete pueden romper la unión. El dragón puede romper la unión si es forzada o está en peligro, y el jinete puede romper la unión si la vida de él está en peligro. Luego se entra en un estado depresivo para ambos. ¿Alguien sabe cuándo se hace una unión y cuánto tarda el dragón en buscar otro jinete?
Al escuchar la explicación del profesor, quedé sorprendida y anoté cada detalle en una mini libreta para no olvidar nada. El silencio en la clase era palpable; parecía que todos temían hablar. Levanté la mano, pero al mismo tiempo, Matthew hizo lo mismo.
—Matthew, tienes la palabra. Loreine, luego tú darás tu aportación —dijo el profesor.
—La unión se hace en luna llena. El dragón puede tardar meses o años, y el jinete tendrá que esperar hasta el ciclo lunar que corresponde para volver a hacer la unión —dijo Matthew con esa sonrisa falsa en su rostro. Yo solo me reí por dentro.
—Te faltó algo más, Matthew —dije mirándolo con seriedad—. Profesor, ¿puedo pasar para adelante y explicar mejor?
—¡Obvio que sí, Loreine! —dijo el profesor con una sonrisa tranquila.
Le sonreí a Matthew y me levanté de mi lugar para acercarme a la zona de la pizarra, con el libro de mi madre.
—Por lo que leí en los libros —me aclaré la voz y miré a todos—. Un dragón puede tardar siglos o años, e incluso meses. Esto pasa cuando están en una etapa de depresión. Ellos pueden rechazar la unión por miedo a una unión forzada, o por miedo a perder la vida de su nuevo jinete. Son sensibles; su naturaleza los lleva a ser aterradores, pero cuando sienten miedo, eligen aislarse para sanar —dije para mirar a Matthew con una sonrisa.
Observé cómo se levantó del asiento y se acercó en mi dirección.
—¿Y cómo sería con los jinetes? —dijo Matthew, poniéndose frente a mí.
—Los jinetes que hacen la unión forzada ya no tienen oportunidad alguna para lograr conectarse con otro dragón. El dragón detecta la maldad, seguro manda una señal para que los demás dragones se alejen y no hagan la unión. Las uniones deben ser leales, no falsas. Tú deberías saberlo, por lo que veo ya tienes tu unión.
—Te digo algo: algunos dragones pueden tardar menos en unirse con otro jinete si el jinete tiene un corazón puro. Existen mitos y leyendas sobre eso.
—Tú lo dijiste: existen, pero no hay evidencia de ello.
Observé cómo el profesor nos separó suavemente y solo nos sonrió para luego señalar nuestros lugares.
—¡Maravilloso! —dijo el profesor—. Gracias por dar su opinión. Sigamos con la clase, para que los demás puedan participar.
Me dirigí a mi asiento mientras el profesor seguía dando la clase. Por dentro moría de rabia contenida; odiaba que Matthew hiciera todo complicado, queriendo ser solo él. Su maldito ego me hacía dar un colapso de estrés; incluso se notaba que quería seguir hablando. Yo solo quería dar mi opinión y él arruinó mi plan. El plan era bajarlo de su pedestal, no aumentar más su ego. Gritaba por dentro, intentando calmar mi enojo, que se estaba transformando en un odio más visible. En un momento, mi ojo izquierdo temblaba de enojo.
—¿Alguien puede describirme cómo son las marcas de unión? —preguntó el profesor, observándonos a todos.
Una voz masculina resonó por el salón de clase.
—Las marcas de unión tienen diferentes modelos, depende del dragón, pero solo un color distintivo y en el área donde estará la marca —dijo haciendo una pausa—. Las mujeres lo tendrán en la muñeca y en la parte de arriba de la mano, y los hombres en el brazo, en la parte del músculo bíceps braquial. Cuando se hace la unión, la marca siempre tendrá un dragón con un par de símbolos y el color del dragón.
—¡Perfecto, Nael! —exclamó el profesor Sebastián.
Miré a Matthew, que ya tenía la mirada fija en mí. Le sonreí con complicidad y, sin perder la confianza, le saqué el dedo del medio, como diciendo que puedo ser mucho más astuta e inteligente de lo que él cree. Él resopló y vi cómo también me devolvió la sonrisa, sacándome el dedo del medio. Solo me reí en el silencio. Ambos parecíamos infantiles con esta rivalidad, pero éramos conscientes de que nuestro odio avanzaba aún más; era imposible que alguien nos detuviera, ni siquiera nuestras propias sombras.
Durante casi dos horas, el profesor no hizo más que hablar sin pausa, desplegando detalles sobre las uniones forzadas. El aula parecía una burbuja con un silencio pesado, donde solo sus palabras rompían la monotonía. Nadie se atrevía a interrumpir o hacer una pregunta para lograr descansar nuestros oídos. Por el aburrimiento del momento, lentamente cerraba los ojos, a punto de dormirme, hasta que un murmullo de Matthew hizo que abriera los ojos. Claramente estaba a punto de dormirme en clase, pero... «¿Por qué es así? Es tan amargado, y resulta que es amable conmigo. Si iba a ser así, que se decidiera con qué personalidad se va a quedar. Es tan cambiante que pareciera que en el fondo de su corazón de hielo se reflejaba un poco de bondad, como si yo le importara, a pesar de ser de dos mundos diferentes». Nunca entendería su personalidad; es algo peor que un juego de ajedrez.