El pecado en bikini

1765 Words
AMAYA El sol me acaricia la piel y la brisa del mar huele a sal y libertad. La alberca refleja el cielo como un espejo líquido, y mis amigos están aquí. Con cervezas, bocadillos, música y risas. Con ellos, todo es más fácil. —¡Feliz cumpleaños, bruja! —grita Valeria, alzando una lata de cerveza antes de chocar la suya con la de Lia. —Ya tienes dieciocho, oficialmente puedes cagarla legalmente —añade Lia, riendo. —Oh, por favor, llevo cometiendo errores desde los quince —respondo con una sonrisa. Me siento feliz. De verdad. Aunque sea solo por un rato. Ellos tres —Lia, Vale y Nico— son mi lugar seguro. Estamos sentados sobre las toallas, en la zona del deck junto a la alberca. Valeria y Lia ya se quitaron la ropa y se metieron al agua en bikini. Yo me quedé afuera con Nico, que está sacando algo de su mochila. —¿Trajiste más cervezas? —pregunto, esperanzada. —Mejor —dice con una sonrisa tímida—. Traje esto para ti. Saca un libro envuelto en papel kraft. Me lo entrega con cuidado. Lo tomo, y al desenvolverlo, casi se me corta la respiración. —¿"Cumbres Borrascosas"? —susurro, sorprendida. —Es una edición especial —dice rápido—. Sé que te gusta ese tipo de clásicos. Lo encontré en una librería de viejo en el centro… pensé que te gustaría. Lo abro. Huele a tiempo y tinta. Tiene páginas amarillentas, bordes dorados, y una dedicatoria en la primera hoja. Escrita por él. Para la única lluvia que he disfrutado ver llegar. —Nico… —susurro, tocada por el gesto—. Esto es… precioso. En serio. Gracias. Lo abrazo con fuerza. Y por un segundo, me aferro a él como si pudiera protegerme del caos que es mi vida. Me aferro porque lo conozco, porque me hace sentir vista sin tener que desnudarme. Porque es mi amigo. Mi mejor amigo. —Siempre —susurra él, sin soltarme. Pero entonces, escucho una voz detrás de mí. —¿Interrumpo algo? —pregunta una voz que ya conozco demasiado bien. Me congelo. Me separo lentamente de Nico, y al girarme, lo veo. Zayn. Sin camiseta, con unos shorts negros y lentes oscuros. Y no está solo. Está con dos chicos y una chica. El tipo de amigos con los que no quieres meterte si no sabes nadar en aguas turbias. —Oh, mierda… —susurra Lia, que ya está fuera de la alberca y lo ve desde el borde—. Amaya… ¿ese no es el tipo de anoche…? La fulmino con la mirada y asiento muy, muy sutilmente. —¿Tu… hermanastro? —pregunta Vale, que también captó la vibra. —Sshh —les hago una seña con la mano, casi como una súplica. No aquí. No ahora. Zayn se acerca como si no le afectara nada. Como si no nos debiera explicaciones. Como si no nos acabáramos de follar en una cama desconocida y ahora estuviéramos fingiendo civilización. —Amaya, estos son Ethan, Derek y Stella —dice, con una sonrisa torcida—. ¿Podemos unirnos a la fiesta?? Me trago el nudo en la garganta y sonrío como si todo fuera normal. —Claro. Cuanto más, mejor. —Y este es Elías —añade, señalando a su hermano menor, que aparece con una gorra al revés y una mirada curiosa. —Hola —dice Elías, educado. Mis amigos los observan como si hubieran bajado de otro planeta, pero terminan saludando también. Ethan se frota las manos. —¿Dónde está la música? Esto se ve demasiado tranquilo para una cumpleañera como tú. —Valeria tiene la bocina —respondo. —¡Y ya sé qué vamos a poner! —dice Vale, sacando su celular y sonriendo con picardía—. Reggaetón del sucio. Para que se note que aquí sí hay juventud. La música empieza a sonar. El ambiente se relaja. Bebemos, reímos, nos metemos al agua. Yo trato de ignorarlo. Pero lo siento. A Zayn. Su mirada. Siempre está ahí. Como una corriente eléctrica rozándome la piel, incluso cuando no lo estoy mirando. Él no dice nada. No se acerca. Pero tampoco se aleja. Como si estuviera jugando un maldito juego del que no conozco las reglas. Y aun así… Una parte de mí no puede dejar de notar cómo me mira. Con hambre. Con algo oscuro detrás de los ojos. Y lo peor es que yo también lo miro. Aunque no debería. Porque esta historia, la nuestra, no debería estar empezando otra vez. Pero lo está. Y no sé cómo detenerla. ZAYN No importa cuántas veces mire hacia otro lado. Mis ojos siempre regresan al mismo lugar: a ella. Amaya. Está ahí, rodeada de sus amigos, riendo como si no tuviera un secreto clavado entre las piernas. Como si no me hubiera dejado grabado en su piel hace apenas unas horas. Como si no supiera exactamente cómo se siente mi lengua bajando por su cuello. Y el imbécil que tiene al lado... Nico, creo. La mira como si fuera la última mujer sobre la Tierra. Está pegado a ella como si tuviera derecho. Como si fuera su novia. Y no. No lo es. La abraza y ella lo abraza de vuelta. Tierna. Cómoda. Y me revienta. Porque ese c*****o no la conoce como yo. No ha escuchado cómo gime su nombre. No ha sentido cómo se le tensa el cuerpo justo antes de venirse. ¿O sí? ¿Y si no es la primera vez que lo mira así? ¿Y si ese idiota sí la conoce de otras formas? El pensamiento me golpea sin aviso, y me carcome. Pero no... no puede ser. Aún así, la duda me arde como sal en una herida. Y ese traje de baño… ¿de verdad? Cachetero, con un top mínimo que apenas cubre lo justo. ¿Está tratando de matarme? Ethan se acerca, con una sonrisa maliciosa. —Oye… ¿esa no es la chica de anoche? —susurra, como si fuera una broma. Lo miro de reojo. Frío. —Cállate. Y no vuelvas a repetir eso. Él alza las manos, retrocede un paso. —Vale, vale. Lo pillé. Pero claro que lo notó. La tensión es palpable. Y yo no soy precisamente un actor de método para fingir que no me importa. Miro de nuevo. El tal Nico sigue encima de ella, hablándole muy cerca. El típico perrito faldero. Me dan ganas de ir y decirle que se largue. Que esa boca no le pertenece. Que nunca lo hará. Estoy por acercarme cuando escucho mi nombre desde abajo. —¡Zayn! —es la voz de Leonardo, el esposo de mamá. El padre de ella. Mierda. Amaya se gira y corre hacia la baranda. Y ahí está. Mojada. Saltando. Sonriendo. Y su trasero… Joder. Se le mueve con cada paso. Grande, firme. Perfecto. Y lo peor es que lo conozco. Sé cómo se ve desde atrás. Sé cómo se siente cuando se aprieta contra mí. Me acerco al borde de la alberca, fingiendo que solo quiero ver qué pasa. Leonardo sonríe desde abajo. Saca algo del bolsillo. Llaves. Y las agita con orgullo. —¡Feliz cumpleaños, princesa! Ella se queda congelada un segundo. Mira hacia el auto que está junto al jardín: un Honda Accord turbo, del año, en color morado oscuro que brilla con el sol. Y grita. Un grito feliz. Genuino. Corre escaleras abajo, descalza, mojada, y sus amigos detrás de ella, aplaudiendo y silbando. La veo abrazar a su padre. Pero no con esa pose de niña rica mimada. No. Se lanza a sus brazos como si realmente lo amara. Como si él fuera su casa. Y ahí me detengo. Porque esperaba que corriera directo al coche. Que llorara de emoción por el lujo. Que lo mostrara en redes como una influencer más con suerte. Pero no. Su primera reacción fue correr a su padre. Agradecerle. Besarle la mejilla. Apretarlo como si no lo tuviera todos los días. Y por primera vez desde que la conocí —la noche anterior, entre sudor y gemidos— no sé qué pensar de ella. Porque Amaya no se comporta como la hija de un abogado millonario que vive en una mansión con vista al mar. No. Se comporta como una chica normal, con cicatrices que no se ven a simple vista. Y eso... me jode más de lo que debería. ETHAN La fiesta está mejor de lo que esperaba. Alcohol, sol, música y un montón de gente en poca ropa. Y como cereza del pastel, el drama está servido. Zayn no puede dejar de mirar a la chica. Y no cualquier chica. La misma con la que se largó anoche. La misma que ahora resulta ser su hermanastra. ¡Vaya giro de mierda! Me doy cuenta de inmediato. Lo conozco. Sé cómo mira cuando quiere follarse a alguien. Pero esto… esto es diferente. La mira como si fuera su adicción. Y cuando el tal Nico se le acerca, siento que Zayn va a cruzar la piscina caminando solo para romperle los dientes. Yo solo observo, disfrutando el caos. Me acerco a él y a Derek, que también ya captó el ambiente cargado. —Ya tenemos todo listo para el lanzamiento de la próxima semana —le dice Derek a Zayn en voz baja. Zayn asiente con la mandíbula tensa. —Genial. Necesito descargarme. Yo no puedo evitar meter mi cuchara. Me acerco un poco y murmuro: —¿No te descargaste ya con tu hermanita en la cama? Zayn me suelta un codazo. Duro. Me río. —¡Auch! Tranquilo, hermano. No te culpo… tiene un culazo. Y justo entonces aparece Elías, como si lo hubiéramos invocado. —¿Quién tiene un culazo? —pregunta. —Lia, la amiga de tu hermanastra —respondo con cara de santo—. Tal vez Zayn se la coja… y yo pueda ir por la llovizna. Zayn me mira como sime fuera a matar. Pero en vez de gritar, dice con los dientes apretados: —Esa mocosa más bien es una tormenta. Sonrío. Este cabrón está más jodido de lo que pensé. Y eso lo hace mucho más divertido. —¿Qué tiene de malo un poco de lluvia? —bromeo, alzando una ceja. Zayn no responde. Solo aprieta los puños y sigue mirando a Amaya. Como si no supiera si quiere besarla, matarla… o ambas cosas a la vez. Y yo, honestamente, no puedo esperar a ver cómo todo esto explota.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD