AMAYA El frío se me metió directo a las mejillas en cuanto abrimos la puerta del centro de renta, pero no me quejé. Era ese tipo de frío limpio que te despeja las ideas. La montaña frente a nosotros parecía una postal—pinos cargados de nieve, el cielo de un azul tan sólido que me dieron ganas de tocarlo, y esa luz que hace que todo brille como si alguien hubiera espolvoreado diamantina sobre el mundo. Zayn salió primero y yo casi me atraganto de risa: traía puesto el gorro pistache que yo le compré, verde fosforescente, imposible de perder a diez kilómetros. Me miró con una ceja alzada, como diciendo “no te burles”, y yo nomás levanté los guantes morados y se los agité en la cara. —Equipo oficial —dije, y choqué mi puño con el suyo. —Equipo invencible —replicó, con esa sonrisa que me ca

