ZAYN Por un segundo no pude moverme. Era como si mi cuerpo entero se hubiera apagado, incapaz de procesar que Amaya estaba ahí, tan real, tan cerca que podía oler el perfume dulce que siempre llevaba, ese que impregnaba mis recuerdos cada noche en soledad. —Amaya… —repetí, pero esta vez mi voz salió rota, cargada de todo lo que había contenido durante tres meses. No esperé respuesta. No podía. La jalé hacia mí con una desesperación que ni siquiera intenté disimular. Mis brazos la envolvieron, la aplastaron contra mi pecho, como si temiera que en cualquier instante pudiera desvanecerse. Hundí mi rostro en su cabello, aspirando su olor, y un nudo en la garganta me quemó hasta los ojos. Ella se aferró con la misma intensidad. Sus brazos se cerraron alrededor de mi cuello, sus piernas casi

