Gabriel Bryrne se encuentra atado de manos a esa colorida escultura de maniquí tamaño real que tengo frente a mí. Sus manos guindan de su cabeza gracias a una cuerda atada a la cintura de la pieza. Verlo tirado en el suelo, como el perro que es, desde la silla que coloque a una distancia adecuada, me hace ansiar que recupere el conocimiento. No necesito más pruebas de que este tipo no es Adrián, ni siquiera sabía que el Lily era por Liliana, no Lilibeth. Tampoco Diego, que tiene el cabello mucho más largo, y algo me dice que no haría esta mierda. Querer cogerse a la mujer de su hermano. Como plus, antes de arrastrarlo hasta aquí lo tuve que confirmar, el fulano tatuaje, y bingo, lo tenía. Un ridículo tatuaje de corazón con calavera tal cual me confirmaron Luisa y Caroline. En el silen

