-Mmmm... lindo -asentí con la cabeza, con la vista fija en un chico que iba caminando por la calle. Dirigí la mirada a otro lado y vi otro chico-. ¡Oh! ¡Lindo!
¡Y de verdad que también era lindo!
Me encontraba sola a mediodía, sobre el pequeño puente que separaba la avenida atestada de autos que iban y venían a velocidad de vértigo.
Apoyé el rostro contra la red metálica que salvaba vidas, y entrecerré los ojos para fijarlos en la gente que caminaba aprisa en la vereda debajo de mí. Mis ojos captaron a otro chico como de mi edad, que iba riéndose por cualquier cosa.
-Aish... lindo -murmuré.
Nunca había sido una chica del todo valiente en cuanto a relaciones se refería; así que en vez de ir y encarar o pedir números me limitaba a subir al puente y ver chicos lindos pasar caminando.
Solté un sonoro suspiro, haciendo un puchero por mi estupidez. ¿A quién se le ocurriría...?
Mis ojos se posaron directamente en alguien que justo cruzaba la calle.
Oh, mi Dios.
-¡¡¡Lindo!!! -exclamé, abriendo mucho los ojos mientras me fijaba en un chico de enormes ojos que se había girado, dándome la espalda.
Pero entonces, ocurrió. Eso que jamás me había ocurrido y que me hizo sonrojar hasta parecerme a un tomate. ¡El chico se giró! Me dedicó una mirada sorprendida y luego, al verme querer tirarme de ese puente por la vergüenza, sonrió.
Retrocedí hasta chocar con la malla metálica de atrás y me apresuré a bajar del puente, con la clara intención de correr como una estúpida hasta mi edificio a unas pocas calles. ¡Ahora me sentía como una pervertida, mirando chicos sin que ellos se dieran cuenta! Aigoo, ¿en qué estaba pensando? Las chicas de mi edad solían pasar el tiempo en cafeterías, o haciendo ejercicio; o tal vez leyendo algún que otro manga. Pero yo no, ¡yo tenía que espiar chicos!
¿Tan desesperada puede una estar?
Era cierto que hacía muchísimo no tenía ninguna relación, pero... eso tenía un por qué. Mis anteriores relaciónes habían terminado mal, o simplemente siendo un asco; así que durante un año entero de soltería y no ligar con ningún chico me autoconvencí de que la soledad era mi mejor aliada. Al menos así podía concentrarme mejor en mi trabajo como artista, ¿no? Sin nadie que me distrajera, nadie que desorganizara mis materiales artísticos, nadie que...
Bueno, tal vez era sólo que me aburría un poco. Eso y que era una joven adulta, con expectativas y hormonas. Así que, mientras me dirigía a toda prisa y con puños apretados hacia el edificio amarillo, me dediqué a pensar en el chico que acababa de ver... O sea, no es que no se vieran chicos lindos en Seúl; pues no por nada era la "ciudad de la moda, la creatividad y la juventud". Sin embargo... Buau, ese chico era realmente lindo. Aún recordar sus enormes ojos negros viéndome, su sonrisa ladeada, su cabello azabache y su nariz prominente (aunque no por eso menos atractiva); y es que me daba la tristeza de sólo pensar que esa bella imagen no permanecería para siempre en mi memoria, y que posiblemente no volvería a ver a ese candente muchacho. ¿¡Por qué tenía que haberme mudado a una ciudad tan malditamente grande!?
No te alteres, pabo. Te has mudado a Seúl por trabajo, por sueños y ambiciones. ¡No seas infantil ahora mismo! Además... de seguro tiene novia. ¿Cómo un chico tan lindo puede estar soltero? Y en caso de que no lo esté, entonces de seguro se acuesta con todas pues nadie podría negársele... Aish, demasiado atractivo para su propio bien.
Abrí la puerta y casi me llevo por delante a la persona que pretendía salir del edificio.
-¡Niña! -exclamó la ancianita.
-¡Sra. Chin! Lo siento -me metí y sostuve la puerta para que saliera.
-Tranquila, recuerdo cómo era yo a esa edad: ¡tan enamorada!
¿Enamorada? Pff, eso era mucho. Sin embargo, asentí con la cabeza a la mujer y esperé pacientemente a que saliera para luego cerrar la puerta y subirme al ascensor. Uno... dos... tres... cuatro... y finalmente el cinco. Las puertas se abrieron y yo troté hasta la puerta número "A".
Una vez dentro de mi habitación suspiré y chasqueé la lengua al ver tal desastre en el suelo: la hoja en la que trabajaba, el rostro que pintaba y todo enchastrado de pintura a los costados. ¡Aigoo! ¿¡Por qué no había puesto diarios!?
Levanté la hoja, los pinceles y la paleta; y fuí a buscar un trapo para comenzar a refregar el parqué. Cuando obtuve el paño mojado, me puse a gatas y estiré un dedo para darle play al pequeño y redondo equipo de música que descansaba sobre un par de revistas de moda apiladas a forma de soporte. En la radio pop estaban dando la canción Heize, de July y Dean que tanto me gustaba; así que me puse a mover el trasero mientras fregaba el suelo.
-¿Y tu eres? -inquirió la voz, que pretendió sonar prepotente, del Sr. Yeol, del otro lado de la puerta.
-El nuevo dueño del "H".
Me senté sobre mis talones, fruncí el ceño y bajé un poco el volumen de la música.
-¡Oh! ¡Sí! ¡Lo había olvidado! Lo siento, jovencito. ¡Bienvenido al edificio!
Sonreí involuntariamente ante las palabras del portero del edificio: ¡le había llamado jovencito! Tal vez era otro estudiante de universidad, ¡tenía que correr y avisarle a Minha! Pero antes... Sí, antes tenía que darle la bienvenida al nuevo inquilino. Y tal vez llevarle algo de comer, ¿habría traído algo consigo? De cualquier manera, tenía que mostrarme como la buena vecina que era.
Me puse en pie y sacudí un poco mis rodillas, aunque parte de la pintura que antes enchastraba el parqué ahora estaba pegada a mis pantalones de pana grises. Me arreglé un poco el cabello con las manos, despeinando las ondas cuidadosamente, y me dirigí con ahínco hacia la puerta para abrirla de par en par y sonreír enormemente a...
-Hola -me miró sorprendido, con la llave puesta en la puerta.
Bueno, sí, nos separaban unos cuántos metros de puerta a puerta; pero aún así la intensidad, casi burla, de su miraba me estaba dando un salpullido terrible. ¿¡Cómo era posible que tuviera tanta mala suerte!? ¡Era el chico que había llamado lindo en el puente!
Me encogí un poco, más cohibida por su increíble belleza que por lo humillada que me sentía, y asentí a modo de rápida reverencia.
-Bienvenido -murmuré.
Oí como el chico se acercaba a mí, probablemente dejando la llave en la cerradura. Cuando estuvo a unos pocos pasos me obligué a no sonrojarme... fracasando completamente.
-¿Y tu eres...? -comenzó.
Eché la cabeza hacia atrás para mirarlo, pues tenía una altura considerable (casi me llevaba una cabeza). Entreabrí los labios, titubeé un poco e hice caso omiso a la aguda voz de mi conciencia que me gritaba que no dijera lo que estaba a punto de decir:
-La que te llamó "lindo" en medio de la calle.
El chico pareció un poco sorprendido, aunque no tanto como yo misma. ¿¡Por qué le había recordado ese pequeño y significante accidente!? ¡¡¡Jincha!!! Es que tenía un gravísimo problema con separar mis pensamientos de mis palabras; nótese que ya era la segunda vez que decía alguna estupidez para oídos del chico más lindo de todo Corea del Sur.
Porque, sí, no cabía duda que no había visto personalmente a un chico tan lindo como el que tenía en frente.
-Jeon Jungkook -sonrió con ganas, y pude admirar sus dos hileras de dientes de conejito perfectamente alineados y blanquísimos. Estiró una mano que yo estreché débilmente-. ¿Y tu eres...?
-¡Oh! Sí, huh... Pauline. Pauline Rubbie -al verle fruncir levemente el celo, agregué-. Francesa, mi padre es coreano y vine a buscar trabajo.
Por estúpido que pareciera, el que alguien de facciónes totalmente europeas hablara un perfecto coreano era rarísimo y me sentía casi en la obligación de dar esta explicación a todo aquel que me mirara con la misma incredulidad con la que Jeon Jungkook me miraba ahora mismo.
-Pues yo soy coreano y estudio derechos -me dedicó otra sonrisa, una sonrisa que llegaba hasta el brillo de los enormes y oscuros ojos; una sonrisa que me dejó palpitante-. Me alegra tener alguna vecina como de mi edad...
-De hecho somos dos -señalé tontamente el piso de mi amiga con un dedo-. Supongo que conocerás más tarde a Minha, ella también está en la universidad.
-Agradable coindencia. ¿Crees que podría conocerlas mejor a las dos esta misma noche?
Todo mi cuerpo vibró y por mi mente pasaron imágenes de lo más obscenas.
-¿C-cómo? -inquirí con preocupación.
-Pienso dar una... fiesta.
-¿¡Fiesta!?
-Bueno, en realidad no -se rió-. Es más como una pequeña pequeñísima fiesta para darme la bienvenida.
El chico daría una fiesta para darse a sí mismo una bienvenida, buau. Muy inteligente.
-Oh... bueno. Genial -me sacudí el cabello, nerviosa-. Hacía mucho que no iba a fiestas.
-¡Eso es un sí! ¡Entonces nos vemos más tarde! Debo terminar de desempacar -se dirigió a su puerta, caminando del revés para no perder el contacto visual. Y no podría negar el que lo vi demasiado atractivo haciendo eso-. Pasaré a tocarte timbre, ¿te parece?
-E-eh... Sí, estaría bien.
Jungkook giró la llave de su puerta y ésta, con un chasquido, se abrió. El muchacho arrugó la nariz un poco al ver el interior y me pregunté internamente si nunca había visitado el piso, porque de haberlo hecho yo lo habría visto antes en el edificio y me habría ahorrado tal humillación pública.
-Genial -repitió y, antes de cerrar la puerta, me guiñó un ojo.
Me metí en mi departamento a toda prisa, cerrando la puerta y pegando la espalda a ésta.
¡Dios mío! ¿¡Qué acababa de pasar!? ¡Era tan lindo! ¡Tan, tan, tan lindo! Y lo mejor de todo era que lo tenía en el mismo edificio, a escasos metros de mí. ¡Aish! ¡Nos tomaríamos el ascensor juntos! ¡Iríamos a las reuniones del consorcio juntos también! En pocas palabras: tendría muchísimas oportunidades de verlo y de culpar el que fuéramos vecinos por ésto. Y ahora, encima, haría una fiesta ¿¡qué mejor forma de conocernos que esa!? O sea sí, ya estaba imaginándome toda la relación y eso, pero... ¿Qué tenía de malo fantasear con un chico lindo del otro lado de la puerta?
Así es, flower boy next door, como el dorama ese. Pero yo no era ninguna traumada como la protagonista, ¡yo iría a por él! Me acercaría, con cualquier excusa, y empezaría una charla sobre cualquier tema. Y entonces... ¡puf! El amor.
El amor, el amor, el amor.
¿No es mucho fantaseo en poco tiempo? ¡Despierta ya, Pauline!
Suspiré formando un puchero inconsciente y fui a ponerme a gatas nuevamente para terminar de sacar la pintura del parqué.