Belladonna retrocedió lentamente, su mente trabajando a toda velocidad. El rostro del vampiro le resultaba familiar; le recordaba al prometido de la reina hada. Un millón de pensamientos cruzaron su mente, temiendo que la hubieran descubierto y que él venía a confrontarla. Sin embargo, Steffan se detuvo a una distancia prudente y, con una voz profunda y resonante, dijo: —Usted es la hechicera del pueblo, ¿verdad? Necesito su ayuda. Durante un instante, Belladonna pensó que su secreto había sido revelado, que su verdadera identidad como bruja usurpando el cuerpo de una simple hechicera había sido descubierta. Pero al darse cuenta de que no era así, soltó un suspiro de alivio y sonrió ampliamente. Aún no sabía qué era lo que quería Steffan o por qué había acudido a ella, pero estaba decid

