3⸙

1966 Words
Salgo de la ducha, mirando a ambos lados, para ver si me tropezaba con Adam, y por suerte no estaba en el cuarto, no quería tener inconvenientes, con su vago intento de venganza. Suelto un suspiro de alivio, ya había tenido demasiado de Adam por un día, era estresante algunas veces, y más cuando se sentía ofendido o derrotado. Los sucesos anteriores recorrían mi mente, atormentándome, no debí haber accedido a quedarme a compartir el cuarto con él, eso significaba peligro. No podría controlar las cosas, como hasta el momento. Había sido una completa idiota, me lo recriminaba cada segundo. Era bastante impulsiva, y los retos me encantaban, creo que Adam había aprovechado eso, he indirectamente ganar el juego. A veces pensaba que me conocía demasiado bien, pero después me daba cuenta de que nada más habíamos pasado dos meses juntos, eso no era suficiente para conocer completamente a una persona ¿o si? Empiezo a secar mi cuerpo con la toalla perdida en mis pensamientos, tenía que encontrar una solución pronto. Cuando de repente la puerta se abre, volteo rápidamente para regañar a Adam, tenía esa mala costumbre de abrir la puerta como si nada, pero para mi gran sorpresa, no era Adam sino un chico de ojos azules. _ Adam, Herma... No logra terminar, sus ojos recorren mi cuerpo desnudo. Con rapidez enrollo la toalla alrededor de mi cuerpo, ¿Quién era él y qué hacía aquí? ¿Por qué mierda abia abierto la puerta como si fuera el dueño de la casa?  - ¡Que haces maldito! ¡Sal del cuarto! Mis gritos no se hacen esperar, estaba alterada ¿Por qué nadie en este lugar entendía que era privacidad? - ¡Que salgas! Lanzo todo lo que encuentro en mi camino hacia su dirección, y logra esquivar todo lo que le arrojo, lo que me ponía de mal humor, parecía el hombre araña, esquivando todo, y yo sin poder darle un golpe, que le quitara esa sonrisa de superioridad. No me gustaba su actitud. - ¡Cálmate fiera solo estoy disfrutando de la vista! - el descaro de sus palabras me irrita ¿Vista? Eso será en lo último que iba a pensar cuando le termine de tirar la alarma que estaba en la mesita de noches, si no dejaba de acosarme, de mirarme de esa forma que tanto detestaba, como si fuera un pedazo de carne. Odiaba la cesación que empezaba a formarse en mi pecho.   - ¡No a la violencia! - dice burlonamente mi conciencia. - Jódete- gruño. - Te lo estás deseando a ti misma… Idiota- ríe a carcajadas. - Debería estar de mi lado, ¡ayudarme! - No necesitas mi ayuda, lo estás manejando perfectamente bien- vuelve a reír.   ¿Era un gilipollas o qué? ¿Qué parte de que tenía que salir del cuarto no entendía? Suelto un gruñido exasperada y molesta. Estaba a punto de contestarle y de tirarle la alarma de Adam, hasta que susodicho interrumpe. - ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué tanto escándalo? Gruñe sobándose la sien, tenía una mirada cansada y sofocante ¿Qué le sucedía? Tenía el cuerpo levemente encorvado, como si le pesara moverse… Nunca lo había visto así, o mejor dicho, nunca me había dado la oportunidad de verlo así, siempre tenía una sonrisa, aunque esta no le llegara a los ojos en ocasiones.  - Estaba admirando las vistas que ofrece tu nueva adquisición. Dice coquetamente el ojo Azul, mirándome con descaro. - Yo no soy la “adquisición” de nadie hijo de puta- digo mordaz. Suelta una risita encantado, sus ojos vuelven a recorrer mi cuerpo mientras se muerde el labio inferior, agarro la toalla enredándola más contra mi cuerpo. Su mirada no me gustaba para nada, era un descarado. - Es toda una fiera ¿Me la prestarías? - suelto un gruñido y estoy a punto de decirle lo idiota que es, pero Adam me interrumpe de nuevo. Adam levanta la mirada confundido y al ver la situación, sus ojos se abren furiosos, se da cuenta de  que solo tenía una toalla cubriendo mi desnudez, sus ojos se oscurecen, su mandíbula se tensa y sus fosas nasales se abren. Creo que alguien está en problemas, y tengo ganas de sonreír. - Esto te pasa por idiota- muevo los labios para que los lea. - ¿¡Qué te pasa Matthew!? ¡Ella es mi mujer! El oji Azul, lo mira sorprendido y apenado, aunque a mí me mira molesto, Adam empieza a empujarlo fuera del cuarto, mientras que el otro le pide disculpas con la mirada. Su reacción me sorprende, no pensé.... aunque me alegraba su forma de protegerme, su comentario era ¿extraño? ¿su mujer? ahora si la confundida era yo. - y tú- me apunto, cuando vuelve a entrar- ¿Por qué andas exhibiéndote? ¿Acaso Matthew te gusta? ¿¡Que!? Pero si lo acabo de conocer ¿Yo soy la culpable ahora? No le tiré la alarma porque llegaste tu idiota. Está gritando, tiene el rostro rojo por la furia, ¿Acaso me cree una prostituta? ¡no me entrego a cualquiera! y aunque en Mour nos enseñan a complacer a los hombres, nos habían dejado claro que habrá compradores que iban a querer compartirnos con otros, no era una mujer que permitiera eso.  - Lo siento… Se me había olvidado que eres comprada. Eres una ramera, como todas ellas, exhibiéndose ante los hombres por puro gusto. Te acostarías con cualquiera, así mismo como lo hiciste conmigo- sus palabras suenan de manera fría, sin sentimientos- Todo por dinero, lo único que quieren es dinero.  Su voz era con rabia, e indiferencia. - ¿Cuánto dinero quieres? ¿Cuánto para que seas solo mía?- sus ojos están descolocados. Había contestado la pregunta jamás dichas, y algo en mí se rompió, creí que tal vez él era diferente, me había tratado como su igual, algo a lo cual no estaba acostumbrada, y simplemente… Yo creí, que podía tener esperanza. La palma de mi mano impacta contra su mejilla dejando un leve color rojizo, su cara voltea bruscamente. - No quería decir esto, pero te lo advertí- dice mi conciencia. - No es momento para que me lo eches en cara. Mis ojos se aguaron sin querer y  traté de ser fuerte, de no mostrarme débil, no quería que supiera que sus palabras de algún modo me habían afectado, debía estar acostumbrada, todos los demás habían sido iguales, pero nunca me acostumbraría a algo que no quería ser. Me miró sorprendido. Confié en él, no dejaría que me rompieran de nuevo, no saldría con el corazón roto, sino con  mi libertad. Cueste, lo que cueste. No lo permitiría una segunda ves. - Eres un maldito idiota- negué con la cabeza y respiré hondo tratando de aguantar las lágrimas- Si tuviera a donde ir, ya me hubiera largado de aquí- mi voz se quebró. Le miré segura de mis palabras. - Escúchame y escúchame bien Adam… Puedes pensar lo que quieras de mí- me acerque quedado a centímetros de su cuerpo- no me interesa, pero algo te dejaré en claro, No soy una maldita ramera, no soy una más que ha pasado por tu cama, y no lo seré- lo mire con seguridad, dándole la espalda- y algo más, nunca me busques porque me encuentras, y no te va a gustar. Entro al cuarto de baño tratando de refugiarme, cierro la puerta con pestillo, y me deslizo suavemente hasta tocar el suelo. Me agarro las rodias con fuerza tratando de esconderme, me levanto del lugar y camino hasta la ajofaina, me lavo la cara y me miro en el espejo de enfrente. ¿Por qué mis padres me habían abandonado? Si tal vez nunca hubieran desaparecido, todo fuera diferente y no tendría que vender mi cuerpo, por un plato de comida. No tendría que acostarme con cualquier desconocido que haya decidido pagar una gran suma de dinero por mí, para poder sobrevivir. - No es momento de lamentarte- dice mi conciencia con una tasa de té humeante. Niego con la cabeza, era frustrante levantarte todos los días queriendo ser alguien diferente.  Dejo que las lágrimas salgan, necesitaba desahogarme, estaba cansada de que me tratarán como un pedazo de carné, no lo era. No sabía cuanto tiempo había pasado, no era consiente de ello, y tampoco me importaba mucho, solo necesitaba un momento, solo un momento para recuperarme. - Anastasia.... La voz susurrante de Adam me saca de mis pensamientos. - Anastasia....... - Vete. - Ábreme la puerta... Por favor. - Vete. Adam. Vete - Lo siento, estaba ¿Celoso? ¿Eso era una pregunta o una afirmación? No conteste, no emití ningún sonido, eso no era suficiente, nunca lo sería, para arreglar las cosas. No porque esté que este molesto puede venir a desahogar su ira contra mí, no fui yo quien interrumpí en un cuarto ajeno.  - No eres una cualquiera Ana…- ruedo los ojos, ahora se disculpa. Escucho como suspira y se remueve el pelo. - No me gusta la imagen que se forma en mi cabeza de ti y Matthew juntos ¿vale? Lo siento, en verdad lo lamento. Entonces no debiste imaginarlo, ¿Acaso no te he demostrado que valgo, más que eso? Ya no importaba, cuando riegas agua, ya no la puedes volver a recoger, era lo mismo con las palabras. Suelta un gruñido lastimero al ver que no le contesto. - Ana... ¿Me escuchas? -Sí - En verdad lo siento- su voz sonaba sincera, pero no quería arriesgarme- No he querido decir nada de eso, estaba descolocado.   - ¿Qué pierdes al darle una segunda oportunidad? - Mucho… además ¿ahora estas de su lado? acabas de decirme “te lo dije” - Deja de ser tan dramática- suspira- te ha demostrado que no te considera como tal- deja su té a un lado- además su disculpa se escucha sincera. - Está bien- respiro hondo- las consecuencias las asumes tú- le aseguro. - Las dos Ana. Las dos.   - ¿No piensas eso de mí? - mi voz sonó como un susurro, espero que me haya oído. - No ¡Claro que no! Solo me  dejé llevar por la ira, eres mucho más que eso- dice desesperado. - Entonces ¿Qué piensas de mí? - Que eres hermosa, divertida, terca y que tienes un muy mal genio por las mañanas   Ruedo los ojos y abro la puerta con lentitud, no muy segura de mis pasos. La sonrisa deslumbrante llena de arrepentimiento de Adam me da la bienvenida, bajo la mirada y de repente siento vergüenza, mis mejillas se tiñen de rojo. ¿Por qué mi cuerpo siempre me traiciona? Debería mostrarme confiada, pero en vez de eso, mis mejillas están infladas y rojas. Me sentía extraña, ¿por qué me comportaba así? ¿Qué me estaba pasando? Doy un paso hacia él. Me envuelve en sus brazos y sorprendida me acurruco en su regazo, se siente malditamente bien, era una sensación cálida, cierro los ojos disfrutando. Siempre cuando sus brazos me rodeaban, me sentía en casa, no entendía de donde venía el sentimiento, pero siempre estaba allí, como si lo conociera desde antes, como si mi cuerpo estuviera familiarizado con él. Me separo de él, al notar mi error, por corresponder su abrazo, debía estar aún molesta ¿no? o al menos fingirlo, hacerle sufrí un poquito más, no podía ser tan fácil. - he.... Mmm... Sus ojos se encuentran con los míos y la valentía desaparece cuan gallina. Maldición tengo ganas de esconderme, su mirada turquesa me penetraba, volviéndome nerviosa, sus ojos tenían ese brillo particular, me miraba orgulloso por momentos, con ternura en otros, y con amor eterno, lo cual no entendía y eso era perpetuamente. Me confundía, pero trataba de no prestarle mucha atención. - Así que....... ¿Tu mujer? Sus ojos se abren sorprendidos, y sus mejillas se tiñen de rojo. ¡Adam estaba sonrojando! ¡Venganza! quería reír, pero me aguanto las ganas, mordiéndome el labio inferior, me mira fingiendo molestia, y de repente me guiña el ojo. ¿Quién lo entendía? Sus ojos me miran y se da cuenta de que aún sigo con la toalla alrededor de mi cuerpo, cierra los ojos respirando hondo, y cuando lo vuelve a abrir su mirada es oscura. - Es mejor que te vistas Sale del cuarto como alma que lleva el diablo, suelto una carcajada divertida¡Sí señores volvió la Anastasia de antes! Bueno, siempre ha estado aquí. - Bipolar- dice mi conciencia antes de desaparecer. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD