2⸙

2205 Words
Mierda.... Me duele la cabeza. Dos meses de noches alocadas y divertidas con Adam. Las cosas estaban yendo geniales, nunca creí que me divertiría tanto y que sus bailes nocturnos fueran la mejor parte del día. Era divertido, había logrado calmar mi desconfianza al respecto a él, aun así, quería mi libertad, esperaba encontrar el momento para hablar con él. Esperaba que aceptara. Al segundo día de haber llegado, la mañana después de su primer baila, me hice la dormida, esperando que saliera de la habitación y yo no tener que enfrentar las cosas, pero nada ocurrió como esperaba. Me despertó con delicadeza invitándome a tomar la ducha con él para que saliéramos, me sorprendió, en realidad pensaba que lo primero que me pediría era sexo, o que fuera a hacerle el desayuno, como me había ocurrido anteriormente, en la ducha, no hubo nada, en realidad me ayudo a bañarme, sin llegar a lo s****l.  No me hizo saber a donde  me llevaría hasta que llegamos al lugar, un pequeño restaurante hogareño, conocía a los dueños, desayunamos ahí y después me mostró el Golden Gate Bridge, me pareció extraño que estuviéramos en un lugar tan concurrido, conocía el puente, había pasado por el unas cuantas veces, un lugar que no tenía nada de especia. Pero nos acomodamos en el borde y empezó a gritar, todos nos miraban como si estuviéramos locos, me invito a hacerlo también, lo hice al principio, pero después empezaba a ser liberador. No paré de reír desde entonces.   El tiempo había ido volando, Adam nunca me menospreció y se lo agradecía, había tenido varios compradores antes, y eran petulantes, te trataban como si no fueras persona; aunque lo único que nos unía era el buen sexo, y las fiestas a las que asistíamos, me sentía “libre”, porque me trataba como su igual,  aun así, tenía un sentimiento desagradable oprimiéndome el pecho, y no entendía por qué, aún estaba tratando de entender muchas cosas de mi alrededor, seguía abrumada a pesar del tiempo pasado, el deseo seguía ahí de poder hacer lo que quería, ser libre, la había pasado genial, pero aún seguía siendo comprada, propiedad de alguien.  La luz del sol entra por las ventanas, y yo con ganas de seguir durmiendo, me enredo más entre las sábanas. Y como si fuera un torbellino, los recuerdos de anoche me aturden, debía estar en mi habitación, o eso creo. ¿Qué mierda he hecho? tenía bastantes lagunas de lo que había ocurrido la noche anterior,  me levanto de entre las sábanas ¿Cómo llegue aquí? Estoy desnuda entre unas sábanas de color azul oscuro, pero suaves como la seda. Debería estar en mi cuarto, de eso si estaba segura. Lo último que recuerdo es haberle dicho a Adam, después de unos tragos en su oficina; buenas noches. Este no era mi cuarto, era más que obvio que debía de ser él, de Adam, pero ¿cómo? Alguien sale del cuarto de baño, levanto la mirada, dispuesta a quejarme, pero no logro decir nada. Adam competente desnudo, con una toalla cubriendo su espalda, debía estar alrededor de su cintura, pero no él se hacía el creativo y estaba en su espalda. Pensándolo bien, nunca me dejaba ver su espalda, siempre cuando teníamos relaciones, nunca se había quitado la camisa cuando estaba inseguro de que lo tocaría de más, o cuando lo hacía, estaba demasiado ebria o abrumada por el deseo como para prestarle mucha atención. Aparto esos pensamientos, tratando de concentrarme en el momento, en su desnudez. - ¡Adam, cúbrete! - digo haciéndome la histérica apartando la mirada de su espectacular cuerpo. Ya lo había visto desnudo obvio que si, solo que era divertido fingir el drama.   -Deja de ser tan dramática Anastasia, ¡te gusta lo que acabas de ver!   No sé por qué mi conciencia aparecía cuando nadie la mandó a llamar, pero tenía que admitir que, por primera vez, tenía razón. Me gustaba observar, pero era una dramática. Mi conciencia rueda los ojos riendo. Le guiño un ojo cómplice. Adam suelta una carcajada, qué lindo es escucharlo reír, no ocurría muy a menudo, solo cuando el alcohol hacía su trabajo, era como si por esos instantes pudiera ser el mismo, o cuando estaba haciendo alguna locura juntos, de resto era algo distante, sin llegar a ser frío. - ¡Pero si ya me has visto desnudo! - se muerde el labio inferior y después lo acaricia humedeciendo sus labios.   Jadeo, sabía como seducirme. -Y sé que lo disfrutaste mucho- me mira coqueto. ¿Quién puede resistirse?  - ¿Tal vez? yo no estaría tan segura, pero no quiero lastimar tu ego. Se va acercando como un depredador que está en busca de su presa, con una condenada sonrisa de oreja a oreja, mi comentario no le había molestado ni un poco. - Escapa... Escapa- me digo a mi misma en pensamientos. Pero mi cuerpo no reaccionaba. Mi cuerpo no quería escapar, sino disfrutar, y porque mentir yo también. Llega a mi lado y se acerca lo suficiente para que nuestras respiraciones se mezclan. Sus labios rozan los míos y sin querer cierro los ojos, quería darme una cachetada por mi comportamiento, por mostrarle lo necesitaba que estaba, pero no estaba pensando con claridad, junto a él la mayoría del tiempo no pensaba con claridad. Rápidamente me alejé de él recobrando la razón, respirando profundo volviendo a recuperar la compostura, no podía permitir que me dominara de esa forma, por poco cometo un error. - Creo que es mejor que me vaya. Salgo de la cama con las sabanas cubriendo mi cuerpo desnudo. - ¿Adónde vas? - pregunta con una sonrisa de galán en sus labios. - A mi cuarto ¿No es obvio? necesitaba poner un poco de distancia, me estaba acostumbrando a su toque, su cercanía a él, y era peligroso, tenía una meta salir de aquí, pero cada vez parecía un sueño lejano. - Este es tu cuarto, tus cosas están aquí Abre el closet y veo toda mi ropa colgada, ¿cuándo había pasado todo eso? ¿Desde cuándo mis cosas estaban aquí? Mierda. Cometo un error y todo se me viene encima, no logro recordar nada de anoche, no me acuerdo de absolutamente nada. - Pues tendremos que regresar todo a mi cuarto anterior- bufo- porque aquí no me quedo- dije tajante. - ¿Miedo?- me mira de manera burlona. ¿Qué? ¿Con quién crees que estás hablando? ¿Miedo yo? nunca, no tenía miedo, estaba aterrada, pero no debía saber eso. Solo debía encontrar poner distancia entre los dos, por seguridad mía claro.  - ¿Yo miedo? - asiente sin borrar su estúpida sonrisa- nunca. -Así que no hay problema en que te quedes. - Ninguno- lo miré retadora, a este juego pueden jugar dos personas. - Y te dejaste engañar bastante rápido- dice mi conciencia burlándose. - Sabes que no me puedo negar a un reto por mi orgullo, él no me lo permite.- gruño. La miro suplicante para que saque de esta, que me salve, necesitaba que me salvara. - A mí no me mires- se ríe- tú te metiste sola en esto, nunca me escuchas.  - Bueno Ana puedes con esto- me doy ánimos. Me vuelvo a sentar en la cama mirándolo desafiante. Asiente. ¿En qué estará pensando? Creo que esto no está saliendo como pensaba, él había conseguido lo que quería, y yo había sido muy estúpida como para no notarlo, pero hay otras formas de ganar. - Me alegro. No me había dado cuenta de que tenía una toalla alrededor de su cintura ¿Cuándo se lo había puesto? ¡Dios estaba muy distraída! Se levanta y deja que la toalla caiga a sus pies, cuando nota que toda mi atención está puesta en él; sin dejar que la de su espalda desaparezca. Se acerca al armario y saca un bóxer de color n***o, que le quedaban de envidia. Recorro con la mirada su cuerpo, y aquella sonrisa de galán se ensancha. Él sabe que es guapo, y se aprovecha de eso… Ruedo los ojos. - ¿Te gusta lo que ves? Vuelvo a recoger con la mirada su cuerpo, pero esta vez como si lo estuviera examinando. Esta... Para chuparse los dedos. Pero él no puede saber eso, el ego se le irá por  las nubes, más de lo que ya lo tenía. -mmm… He visto mejores. Contesto  su pregunta de una manera muy "sincera",  su sonrisa se le borra y aparece la mía, yo también puedo jugar. Anastasia 1/ Adam 0 ¡Ves Adam! Yo también sé jugar y no negaré que es divertido. Me levanto de la cama, dejando que las sábanas caigan al suelo, así mismo como él hizo con la toalla de su cintura, quedando completamente desnuda enfrente de él. Sus ojos recorren mi cuerpo y se oscurecen, de manera encantadora, se humedece los labios y levanta la mirada encontrándose con los míos. Sí, mírame. - Me daré una ducha- le sonrió inocentemente, sin dejar de ser coqueta- pero crees que este, frío- hago una mueca de desagrado- o cliente- susurro lo último moviendo las caderas,  y me muerdo el labio pensativa como si no estuviera consiente de mí desnudes. - Está caliente... Muy caliente- asegura con la voz ronca. Se apresura de aclarar su garganta, antes de volver a contestar, al ver su actitud, frunce el ceño molesto consigo mismo. Quise reír, pero aguante las ganas, Adam era bastante predecible y adorable, era fácil saber lo que pensaba cuando no estaba en el modo “bad boy”. - Pues... Así sí Paso por su lado, dejando que mi cuerpo roce el suyo, con lentitud y ligereza, y entró a la ducha, pero antes escuchó un: - Mierda Anastasia 2/ Adam 0 Mi sonrisa triunfante no se hace esperar, y agradezco las enseñanzas de la señora Wood, mi profesora de seducción. Ha sido un juego bastante entretenido, el cual acabo de ganar, gracias a sus enseñanzas. Recuerdo la primera vez, que estuve en su clase.   Flashback   - Escúchenme bien niñas En el salón, estábamos alrededor de diez estudiantes. Hoy tendríamos nuestra primera clase de seducción, con la Señora Wood, que por cierto era una mujer hermosa, con unos labios gruesos, unos ojos achocolatados, y una piel blanca, bastante blanca. No sabía cómo había terminado convirtiéndose en nuestra profesora, pero eso no me incumbía. Estaba vestía de forma formal, con una falda de tubo que se acentuaba a su cuerpo, y una blusa con mangas, unos tacones negros bastante altos. El típico uniforme para las profesoras del instituto, pero a ella le quedaba de muerte. - Estoy segura de que ya saben mi nombre- se inclinó sobre su escritorio, observándonos detenidamente- Martínez debió encargarse de eso, no vengo a ustedes con rodeos, les enseñaré como conquistar a un hombre y tenerlo a sus pies, simple… Para eso estoy, no somos amigas, esto es una relación estudiante y profesora, grábenselo en la cabeza… Era bastante exigente, aunque gentil en sus enseñanzas, sus palabras habían sonado exigentes sin dejar su toque de gentileza. - No soy un objeto… Me queje, era la única que faltaba para terminar el examen de seducción y me negaba a hacerlo. Tenía en frente a dos hombres sentados y amarrados ha una silla, con los ojos vendados, no sabía de dónde los habían sacado, y tampoco me interesaba, lo único que tenía que hacer era provocarles una erección, pero era bastante asqueroso, ¡apenas tenía dieciséis! - Nunca te he pedido que lo fueras- su voz era fría- te pido que los seduzcas, nada más, tú eres la que decides. La miré confundida. - Mira los hombres son bastantes fáciles, lo único que tienes que hacer es susurrarles cosas apasionantes, toquetearlos, y puedes conseguir cualquier cosa de ellos… Eso sonaba bastante cruel, pero con sentido. - Depende de ti, si quieres sobrevivir…- se levantó de su lugar- mira. Se acerca a uno de los hombres, el del lado derecho, los dos estaban  sin camisa. El de la derecha, tenía la piel acaramelada, labios gruesos y el cabello de un azabache bastante oscuro, se veía que físicamente se cuidaba, brazos fuertes y espalda ancha.  La señora Wood, acaricia el pecho del chico con suavidad, aun así tira de él, este se estremece, ella ronronea en su oído, dejando besos húmedos en su cuello, y mima su piel son su lengua. - Eres guapo, y fuerte- le susurra con censura- camina a su alrededor quedando a su espalda. Acaricia sus muslos, y entre sus piernas sin tocar su m*****o, el hombre gime suavemente, mientras jadea. - ¿Qué más tendrás grande? - gime falsamente en su oído. Vuelve a lamer su cuello, cambia de posición quedando enfrente de él, dejando que su lengua recorriera su pecho, y llega sus tetillas con las cuales juega, hasta que se endurecen. El hombre tiraba la cabeza hacia atrás perdido, el bulto entre sus piernas ya era bastante notorio. La señora Wood acaricia su m*****o sobre la tela delicadamente. - ¿Quieres que siga? El hombre desesperado asiente, aturdido por el deseo y la excitación. Ella desabrocha su pantalón, y deja su m*****o libre, lo acaricia con la mano, mientras que su lengua y palabras sucias recorren su cuerpo, hasta que llega al clímax, con un gemido descomunal, y el temblor de su cuerpo. Ella se aleja de él, y voltea a mirarme. - Tú eres la que decide Ana, los hombres son como los perros, cuando huelen a una hembra, cuando esta entra en calor, harán todo lo que puedan para poseerla, si ella sabe seducirlos. Su mirada segura me hizo entender que al final, la que tenía el poder, era yo, sí sabía aprovecharlo. Esa fue la primera vez, que logre que un hombre perdiera la cordura.   Fin del flashback  
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