Justo cuando faltaban dos cuadras para llegar a donde se supone debíamos llegar, nos alcanzó una tormenta torrencial.
— debemos salir del auto. — sugerí.
Max me miró con terror, luego miró la carretera y negó.
—¡Es mi auto!— casí lloró.
¡Ay, pobre bebesote y su carrito!
No me arriesgaría por su culpa.
— el agua está creciendo, señor, si no salimos ahora…
— ¿señor?
— Eres mi jefe, ¿No?. Todo esto es un contrato.
Sinceridad, eso era todo lo que obtendría de mí ahora.
Ahora sería Valentina sinceridad Woods.
La carretera estaba a punto de rebasar las aceras, la gente guía despavorida hacia los locales más cercanos para refugiarse, pero claro, él no podía desprenderse de su tonto auto.
—¡¿En verdad estás haciendo esto?!
—¡Sí! — Abrí la puerta del auto y salí, lo ví salir tras de mí
