Becca Me desperté con una sensación que nunca antes había conocido: plenitud. No era solo el agotamiento dulce y profundo después de la pasión; era un silencio en mi alma, la paz que había estado buscando desde que abandoné México. Abrí los ojos, y la luz del amanecer se filtraba por los inmensos ventanales de la habitación de Aaron, bañando la cama de seda negra en un resplandor dorado. Intenté moverme, pero un peso firme me lo impidió. Aaron. Estaba profundamente dormido, su brazo musculoso y cálido cruzaba mi cintura, sosteniéndome con la firmeza instintiva de un protector. Mi espalda estaba pegada a su pecho, y podía sentir el lento y potente latido de su corazón resonando contra mis costillas. Un latido de Alfa. Llevé una mano a mi cuello, al lugar donde su colmillo había roto

