Becca
El beso se rompió, pero el mundo no volvió a ser el mismo. Me quedé inmóvil contra la pared fría, jadeando, mientras Aaron se apartaba lo justo para mirarme. Sus ojos, aunque ya habían perdido el brillo amarillo intenso, seguían siendo de un oro pálido y peligroso. Sus colmillos estaban ocultos, pero la imagen permanecía grabada en mi retina: la verdad cruda de que el hombre que acababa de salvarme y besarme no era humano.
—No… no eres real —murmuré, sintiendo que mi mente se desconectaba. La lógica que había sido mi ancla durante toda mi vida se había roto contra la realidad de la licantropía.
Aaron me sostuvo por los brazos, su tacto firme, pero no violento. Sentí el poder concentrado en sus músculos, una fuerza que no se correspondía con la de un hombre normal.
—Soy muy r
