Camila Apenas entramos a la discoteca, el ruido me sacudió los pensamientos. Era como si todo lo que venía pesando en la cabeza quedara afuera de esas puertas. Luces parpadeantes, humo artificial, música a todo volumen. El ambiente estaba repleto, gente bailando, bebiendo, riendo como si la vida no doliera, como si no hubiera un mañana. Caminamos hasta nuestra mesa, que por suerte estaba algo apartada, y nos acomodamos. Violeta ordenó un trago sin preguntar, como siempre, mientras Max me miraba con esa sonrisa suya que podía sacarme de cualquier pozo. Noah, su novio, se sentó a mi otro lado y enseguida comenzó a susurrarme cosas ridículas al oído, chistes tontos, comentarios sobre la ropa de la gente, sobre cómo alguien parecía una lámpara con patas. Yo reía, reía de verdad. Por unos minu

