El tren a Mayfair ya había llegado. Con tranquilidad, Lizzy cerró el libro que estaba leyendo antes de guardarlo cuidadosamente en su bolso maletín. Se levantó de la banca donde había estado sentada durante la última media hora, alisando levemente su falda. El bullicio de la estación la rodeaba, pero su mente vagaba lejos de allí, atrapada en el recuerdo de aquel extraño hombre que se había acercado a ella como una aparición repentina, pronunciando su nombre de nacimiento con una familiaridad inquietante. «¿Quién sería? ¿Por qué hablaba como si me conociera?», pensó mientras caminaba por el andén. «Aunque era un horrible mal educado... Dios, es imposible que estemos relacionados de alguna forma». Aseguraba Lizzy en pensamientos. «¿Qué le habría pasado? Se veía como si le estuviera doliend

