Alexander
Fui el encargado de despedir a los doctores que llegaron hasta casa para sedar a Michaela y hacerla dormir un poco luego de tantas noches en vela. También fui el último en ir a la cama, pese a que lo había deseado todo el día.
Estaba tan cansado que sentí que podría dormir por días enteros.
Los movimientos en el colchón me negaron la posibilidad de descanso ya que el lado contiguo al mío revoloteaba constantemente. No me costó mucho percibir que Marcela todavía estaba despierta y tecleando con euforia desde su celular.
Cuarenta minutos después estuve harto de fingir que no me incomodaba.
–¿Marcela? ¿Qué haces ahí parada? –Pregunté al sentir como se puso de pie y corrió hasta la ventana. Ante su silenciosa respuesta opté por tomar mi celular sobre la mesa de noche al lado
