Adeline
Las palabras de Gabriel resuenan en el aire como una amenaza, su cuerpo presionando contra el mío, obligándome a sentir cada centímetro de su presencia. Me niego a darle la satisfacción de una reacción, pero la verdad es que siempre ha tenido una forma de afectarme. La proximidad, el calor de su toque... es casi demasiado para ignorar, incluso si odio esa parte de mí que traiciona cualquier signo de debilidad, baja la cabeza hacia mi cuello haciendo que mi respiración se aceleré.
Cuando sus labios rozan mi cuello, no puedo evitar inhalar con fuerza; la sensación golpeándome como un rayo. Mi cuerpo me traiciona por solo un segundo pero me obligo a suprimirlo, dejando que la indiferencia fría regrese a mi expresión. Odio cómo se siente, cómo lo siento de maneras que no debería, cómo su toque despierta algo dentro de mí que he intentado enterrar con tanto esfuerzo.
Inclino la cabeza hacia un lado, dándole más acceso, incluso cuando mi mente grita por empujarlo, por detenerlo. Pero no lo hago. En cambio, dejo escapar un suave gemido, casi inaudible. Mi piel arde donde sus labios permanecen, pero mantengo mi mente enfocada.
—¿Crees que estoy jugando con fuego, Gabriel? —susurré, mi voz suena firme, pero el leve temblor me delata es solo una pequeña parte del caos que llevo dentro. —Tal vez solo estoy aprendiendo a arder.
Gabriel se queda quieto ante mis palabras, sus labios suspendidos a solo unos centímetros de mi piel, como si el aire a su alrededor se hubiera congelado. Sabe que estoy jugando con él, que esta danza de deseo y desafío es un juego que estoy decidida a ganar.
Por un momento, sé que está tentado de avanzar más, de reclamar lo que cree que es suyo, de derribar las paredes que tan obstinadamente han crecido entre ambos. Pero el destello de algo lo detiene; un recordatorio de que no soy una doncella sumisa para ser conquistada.
—Estás jugando un juego peligroso, Adeline —dice finalmente, su voz baja y áspera, teñida de advertencia—. Pero debo admitir que estoy disfrutando del espectáculo.
Sus dedos recorren el costado de mi rostro; una caricia juguetona que contradice el peligro que hierve bajo sus palabras.
—Sigue empujando y tal vez descubras lo caliente que puede ser realmente el fuego.
Los labios de Gabriel presionan un solo beso fugaz sobre mi cuello antes de dar un paso atrás; el espacio entre ambos sintiéndose abismal.
—Ahora enfoquémonos en lo que tenemos entre manos, ¿De acuerdo?—prosigue caminando hacia su escritorio y sentándose en su silla—. Tienes un objetivo que eliminar y espero nada menos que perfección de ti.
Me mantengo firme mientras Gabriel habla, mis dedos rozan el lugar donde sus labios estuvieron. Intento ahogar la sensación, ignorar lo que su proximidad provocó en mí, pero es imposible. El fuego sigue ardiendo bajo mi piel, y por un instante, la lucha interna casi me consume. Pero lo reprimo, como siempre. Soy buena en esto, en fingir que nada me afecta. Y más importante aún, soy buena en seguir adelante.
Cuando finalmente hablo, mi voz es dura, controlada. No le voy a dar el placer de saber cuánto me afectó.
—Háblame del objetivo —digo, mi voz ahora completamente profesional, gélida como el hielo. En mi interior, las emociones quedan lejos, sepultadas bajo el manto de concentración—. ¿Dónde está, y cuál es el plan?
Es lo único que debo hacer: mantener la calma, hacer el trabajo y asegurarme de que todo se haga a la perfección, como siempre.
Se recuesta en su silla, entrelazando los dedos mientras comienza a explicarme los detalles de la misión.
—El hombre que buscamos es un alto oficial dentro del sindicato criminal que hemos estado vigilando durante meses. Está tomando medidas para consolidar su poder, lo que lo convierte en un objetivo ideal para ser eliminado.
Su mirada se estrecha; sus ojos se enfocan en mí con una intensidad casi palpable y puedo sentirlo. La misión es nuestra y no hay espacio para dudas.
—El plan es sencillo: te infiltras en su evento de gala esta noche; que será en el Hotel Obsidian Palace, usas tus encantos, hasta que te invite a su suite privada y lo eliminas discretamente. La seguridad será estricta, pero he hecho algunos... arreglos para ayudarte en tu tarea.
Gabriel saca un pequeño sobre de su escritorio y lo desliza hacia mí. El sobre tiene la apariencia de algo importante; algo que en su mente contiene la clave para que todo salga como planea.
Tomo el sobre sintiendo cómo mis manos se cierran sobre el papel como si fuera una extensión de mi determinación; este trabajo no solo define quién soy sino también hacia dónde voy. Mientras abro el sobre y examino su contenido —una serie de documentos e información precisa sobre el evento— me doy cuenta de que esta noche podría ser el punto decisivo en mi vida.
La misión está trazada; no hay vuelta atrás y eso me da una extraña sensación de libertad mezclada con responsabilidad. Es hora de actuar con precisión y frialdad; nada puede interponerse entre mí y mi objetivo.
—Entendido —respondo mientras analizo los detalles—. Haré lo necesario para asegurarme de que todo salga según lo planeado.
Gabriel asiente lentamente; hay una chispa entre nosotros nuevamente una mezcla de tensión y respeto mutuo pero esta vez estoy decidida a usarla como combustible para llevar a cabo la misión sin distracciones ni debilidades.
La noche caerá pronto y con ella vendrá la oportunidad…
Levanto la vista del sobre y encuentro la mirada de Gabriel, sus ojos tan fríos y calculadores como siempre. No veo ninguna emoción en él, sólo control absoluto sobre todo lo que lo rodea, incluso sobre mí. Y aunque siempre he sido consciente de nuestra dinámica, hoy parece más evidente que nunca: estamos atrapados en este juego, y a veces me pregunto si realmente quiero ganar.
—Una gala —murmuré sin apartar los ojos de él—. Parece fácil. Me aseguraré de que no haya imprevistos.
Cierro el sobre con firmeza, mostrando lo que me han enseñado: que esto es solo otro objetivo que debo cumplir, sin preguntas ni titubeos.
—Estaré dentro y fuera, Gabriel. No es la primera vez que elimino un objetivo en estas condiciones. ¿Cuál es el plan B si algo sale mal? —pregunté, sabiendo que no necesito un plan B.
—El plan B incluye una ubicación de respaldo y un equipo de extracción listo para actuar en caso de inconvenientes —explica él, su tono firme y profesional—. Si las cosas se complican, podrán sacarte rápida y silenciosamente.
Se inclina hacia adelante, descansando los codos sobre su escritorio mientras continúa.
—Sin embargo, espero que no ocurra nada. Tu reputación habla por si misma, Adeline. Eres la mejor en lo que haces, y tengo plena confianza en que ejecutarás esta misión a la perfección.
La intensidad de su mirada aumenta, como si intentara desentrañar las profundidades de mi compromiso y mi resolución.
—Recuerda, Adeline, esto es más que un trabajo. Es demostrar tu valía; mostrar la lealtad y habilidad que te hacen destacar. No dejes que se te escape.
Sus palabras son un desafío, un guante lanzado a mis pies. Me está empujando, poniéndome a prueba pero también reconociendo la fuerza que he mostrado hasta ahora.
—Ahora te sugiero que te prepares —concluye Gabriel.
Asentí con la cabeza ligeramente mirandolo una última vez antes de salir de su oficina siento el peso del encargo en mis hombros y una determinación renovada palpitando dentro de mí, sé que esta noche no será solo otra misión; será una declaración. La gala está a punto de comenzar y yo estoy lista para hacerla temblar desde sus cimientos.