Capitulo Uno

1427 Words
Adeline La habitación está bañada en penumbra, iluminada apenas por la lámpara en la esquina. El aire pesa entre nosotros, cargado de una tensión que amenaza con estallar. Me siento en la silla con aparente calma, aunque mis músculos estén tensos por la misión. Gabriel entra, su presencia llenando el espacio como una sombra imponente. La forma en que se mueve, segura y deliberada, tiene el poder de robar el aire de cualquier lugar. Su voz, grave y calculada, rompe el silencio. —¿Cuántas veces tengo que repetírtelo, Adeline? No eres invencible. —Su mirada se detiene en mis heridas, pequeñas pero visibles, mientras su mandíbula se tensa. Dejo escapar un suspiro, fingiendo indiferencia. —Estoy bien, Gabriel. No necesito tu preocupación ni tus reprimendas. El eco de mis palabras resuena en la habitación, pero él no retrocede. Su mirada es como un bisturí, cortante y analítica, buscando algo que yo no estoy dispuesta a darle. —¿De verdad? —responde, acercándose lo suficiente como para que la sombra de su cuerpo me envuelva. Sus ojos grises son fríos, pero hay un brillo en ellos que no logro descifrar—. ¿Te preocupa tan poco tu vida o es que disfrutas jugando con la muerte? Me inclino hacia atrás, manteniendo mi compostura. —Lo que disfruto o no, Gabriel, no es de tu incumbencia. —Dejo que mi tono adquiera un filo peligroso—. Contéstame algo: ¿te preocupa mi bienestar o perder a tu mejor asesina? —No sabes lo que dices —gruñe, su voz baja y cargada de amenaza—. Crees que eres intocable, pero cada decisión que tomas tiene consecuencias. Consecuencias que caen sobre mí. —Ah, claro —interrumpo con sarcasmo, inclinándome hacia él para acortar aún más la distancia—. ¿Es eso lo que realmente te preocupa? ¿Tu imperio? ¿Tu precioso poder? Gabriel aprieta los labios, sus ojos atrapando los míos como si intentara leer mis pensamientos. Su cercanía es abrumadora, pero me niego a retroceder. —Sé que luchas por venganza, Adeline. Y eso me preocupa. Porque si caes, si te atrapan, todo esto —hace un gesto con la mano, abarcando la sala—. Todo por lo que he trabajado, se desmoronará. Se inclina más hacía mí, reduciendo la distancia que había marcado sin dejarme hablar. Su presencia ahora se vuelve más opresiva, más exigente. Su mirada sigue fija en la mía, como un cazador observando a su presa. —Terminas mis misiones porque te conviene. Porque la adrenalina te corre por las venas, porque necesitas esa sensación de control. Pero no te engañes: las haces porque yo lo ordeno. Y sin mí, no serías nada más que una sombra vagando sin rumbo, sobreviviendo como puedes. —Su mano se extiende hacia mí, pero no toca mi piel; su presencia es la que me quema. Hay algo en su gesto que me recorre como un escalofrío. —Me necesitas, Adeline. Lo sabes. Mis ojos no se apartan de los suyos, pero la rabia comienza a hervir en mi interior. Su arrogancia es abrumadora, pero sé que no puedo mostrar debilidad. Sus palabras me golpean como una bofetada, pero mantengo mi rostro neutral, mi cuerpo tensándose con el deseo de atacar. Gabriel puede pensar que me tiene dominada, pero se equivoca. No soy una pieza rota que dependa de él para sobrevivir. Me hice a mí misma, él no me creo. Cuando su mano se extiende para tocar mi cara una vez más, no dudo ni un segundo. Me pongo de pie rápidamente, alejándome de sus dedos con un movimiento controlado. El calor de su toque aún persiste, pero me obligo a ignorarlo, ocultando la ira que arde bajo la superficie. —¿De verdad crees que te necesito, Gabriel? —pregunto, mi voz baja pero firme, como acero recubierto de miel—. ¿Crees que anhelo tu "apoyo" y tus recursos? Por favor. Tienes razón en una cosa: anhelo la emoción, la adrenalina. Pero no te necesito para conseguir eso. Eres solo el medio para un fin. Respiro profundamente, rodeo la silla y corto la distancia acercándome un poco más, ahora soy yo la que no lo deja hablar, mis ojos se fijan en los suyos de una manera que lo reta a desafiarme otra vez. —No necesito tu aprobación. No necesito tu protección. Y mucho menos necesito tu toque. Pero si te hace sentir mejor, Gabriel —digo con una sonrisa burlona, mi tono deliberadamente dulce y sarcástico—. jugaré tu pequeño juego. Por ahora. Los ojos de Gabriel se estrechan al ver cómo desecho su toque, su mano cayendo de nuevo a su costado con una lentitud deliberada. La sonrisa en mi rostro solo avivó su irritación, pero se contiene. No está acostumbrado a que lo hablen de esa manera, pero sé que una parte de él aprecia el fuego en mis palabras, la forma en que me mantengo firme, lo conozco lo suficiente para saberlo. La mirada de Gabriel recorre mi rostro, captando el reto escrito en mis rasgos. —Eres una chica lista, Adeline —dice, su voz un suave retumbante que vibra en el aire entre nosotros—. Lo suficientemente lista para jugar el juego, pero no lo suficientemente lista para ver que yo soy el único que puede protegerte de ti misma. Una ligera sonrisa juega en sus labios, un destello en sus ojos que sugiere que no está completamente convencido de sus propias palabras. —No pretendamos que somos iguales en esto, ¿de acuerdo? —Continúa, dando un paso más cerca, su presencia ahora un comando tácito—. Puedes tener habilidades, pero yo tengo poder. Un poder que puede hacer o destruir carreras, familias, vidas. Sería prudente que lo recordaras. Sus palabras se deslizan sobre mí, pero no tienen el efecto que espera. No estoy intimidada, ni siquiera un poco. El poder de Gabriel es algo de lo que se enorgullece, algo que exhibe como si fuera un arma. Pero yo más qué nadie lo sabe. Lo he visto por lo que realmente es: nada más que un medio para controlar a aquellos que se lo permiten. Cuando se acerca, no me echo atrás. En cambio, mis ojos se clavan en los suyos, desafiándolo en silencio. Nuestras caras están lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su aliento en mi piel, sus palabras un susurro que habría hecho huir a cualquiera. Pero yo no soy cualquiera. Mis labios se curvan en una sonrisa fugaz, apenas visible, y me acerco lo suficiente para sentir como su respiración se acelera. Mis ojos siguen firmes, inquebrantables, mientras sostengo su mirada. —¿De verdad crees que me asusta tu poder, Gabriel? —susurré de vuelta, mi voz baja y tranquila, con una agudeza que corta el aire entre nosotros. —Tienes razón en una cosa. Puedes destruir vidas. Pero no la mía. Estoy lo suficientemente cerca ahora como para sentir la tensión en su cuerpo, la forma en que espera que muestre alguna señal de debilidad, alguna grieta en mi armadura. Pero no la verá. No de mí. No ahora. —He jugado este juego el tiempo suficiente para saber exactamente dónde estoy, —murmuré, mis labios rozando justo debajo de su oído, mi respiración tan firme como siempre, mi corazón inquebrantable. —Y tú, Gabriel, eres solo otro jugador en él. Los ojos de Gabriel se oscurecen con mis palabras, siento que el aire se espesa con la tensión mientras me acerco tanto. Se que puede sentir mi aliento en su piel, el calor de mi cuerpo, la forma en que mis labios casi rozan los suyos. Es una proximidad tentadora. —Estás tentando a la suerte, Adeline, —gruñe, su voz baja y áspera, cargada de deseo no expresado. —Puedes pensar que tienes el control, pero ambos sabemos que eso es una mentira. —Su mano se extiende, sus dedos rozan mi mejilla una vez más, el toque eléctrico y deliberado. —Eres un arma, Adeline. Un arma hermosa y mortal. Pero yo soy el maestro de este juego. —Gabriel se acerca más, su respiración se mezcla con la tuya, sus labios a escasos milímetros de los míos pero no me besa. —No te engañes pensando que puedes superarme. Porque al final, siempre gano. Sus palabras son un desafío, un grito de batalla, mientras presiona su cuerpo contra el mío tomándome de la cintura, reclamando mi espacio, mi aire, mi esencia misma.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD