¡Qué frágil es el corazón que arde, embriagado de intentos y anhelos! - Charlotte Brontë . . . Volví a la mesa como la cobarde que era: Con el rabo entre las patas y la cara gacha. Layla me miró con la misma extrañeza que el resto, pero menos sutileza. -¿Estás bien? Te ves verde, amiga- Tragué grueso mientras me sentaba. -Sï, lo siento, yo… No sé, me sentí mal de pronto - me excusé de la forma más pobre. -¿Estás bien? Podemos dejar esto para otro momento - dijo Paul con dulzura. -Es cierto, hermanita, si te sientes mal podemos hacer algo más tranquilo - coincidió Antonio pero negué con la cabeza, sobre todo por la cara de angustia que puso mi amiga. Definitivamente no la privaría de esto por mi mala cabeza. Negué moviendo un dedo de lado a lado a manera de negación. -No, no se

