Escapé lo más rápido que pude del hotel y me dirigí a la antigua casa de Alex, mi mente estaba completamente en blanco y no hable con nadie en todo el camino, no tenía idea de la estupidez que había cometido ¿realmente quería a Carmela? No podía creer nada de lo sucedido, quizá mi instinto de sobreprotección había actuado y la forma en que lo dijo tan segura de sí me molestó como nunca al punto de reaccionar así, seguro solo me sentí atraído ante su vulnerabilidad o su fortaleza llena de terquedad infinita, cualesquiera que sean los motivos por los que respondí aquella frase era un simple error que no tenía pensado en continuar.
Caminé como un sonámbulo por las calles de Quito hasta cerca de la iglesia de San Francisco, miré por los alrededores hasta darme cuenta de donde me encontraba y
