Capitulo III

1731 Words
Desde que soy pequeña me he sentido inferior, no por el hecho de ser diferente, por tener otra ideología, ser mujer o incluso por mi religión, de hecho, ninguna de esas cosas me ha parecido algo para lo cual deba sentirme menospreciada; tal vez mi carácter no permite que me traten de mal modo. Aun así, como todo ser humano tengo una debilidad que también es producida por la odiosa voz de mi cabeza, el no sentirme útil. — Soy inútil para trabajar— pensaba cuando era una niña —soy inútil para ayudar a mi familia—me susurraba a mí misma cuando enfermaba— debo ayudarlos para no causar problemas. No creo que sea una persona depresiva, pero tampoco me veo como un ser sin emoción. Me pregunto desde cuando comencé a pensar de ese modo, que yo recuerde, era un infante despreocupada que vagaba e incluso trepaba arboles como si un animal se tratase, las heridas eran en ese entonces un trofeo por haber conseguido una aventura. ¿Qué fue entonces lo que me convirtió? Quizá se deba a algún recuerdo reprimido, o talvez, a cierto suceso doloroso de parte de mi abuela; si, mi primer recuerdo tormentoso había sido el culpable de mi metamorfosis. Mi personalidad era la más fuerte de entre todas las mujeres en la oficina; no lo niego, es un hecho incorregible e innegable que pudiera comprobarse en todo momento, pero también tenía mi frágil ser escondido acumulándose lentamente hasta verlo estallar en las noches y en completo silencio. En el momento en que bajé del taxi y vi al hombre que me perseguía como cachorro desamparado volvió repentinamente uno de mis pocos episodios de trágica desolación, esta vez era demasiado fuerte, casi me provocaba nauseas sentirme como un monstruo frente a los ojos de mi jefe y del joven que intentaba que fuera de su ayuda. Pensándolo bien, Andrei no tenía la culpa de nada, no era su culpa que yo no quisiera aceptar, de hecho, la verdadera razón para no aceptar era para mantener mi ansiedad oculta y a raya; como lo explico, no solo era una adicta al trabajo si no que tenía un lado perfeccionista que era capaz de desechar hasta el mejor de mis esfuerzos con cualquier excusa. Si estaba a cargo era obvio que debería estar al frente de todo y si alguien más fallaba era mi culpa; o eso sería lo que pensaría, por el contrario, ser una asociada me mantenía al límite con mi participación y aunque era muy difícil; trabajaba únicamente lo necesario, y para calmarme me ocupaba en alguna lectura o un cigarro mientras disfrutaba del paisaje sentada en el patio de mi casa. Me detuve estrepitosamente cerca de un banco de piedra, trataba de respirar a bocanadas sin sentir tranquilidad alguna mientras una voz preocupada me invitaba a tomar asiento, estaba a punto de sollozar lagrimas amargas, se notaba claro que había llegado a mi limite emocional; si, únicamente faltaba el comentario de mi jefe para caer en un llanto incomparable ¿Soy realmente peligrosa?, pensé locamente mientras mi exterior soltaba suspiros profundos y contenía el dolor en una caja de pandora. — No creo que usted sea peligrosa — replicó Andrei tomando asiento en la banca— aun no entiendo bien por qué motivo dijo eso su jefe, pero me parece que no es lo que los demás piensan que es. Por varios segundos mantuve la cabeza baja ignorando la mirada del hombre ¿acaso dije eso en voz alta? No, solo contestó instintivamente imaginando el motivo de mi angustiosa actuación, el cual no estaba dispuesta a reconocer en aquel momento, solté un leve suspiro mientras me sentaba junto a él esperando que ese pequeño hecho devolviera la serenidad a mi rostro sutilmente enrojecido, por un segundó dejé escapar una pequeña risa anhelando poder fingir un poco más y mirando sus ojos con una corta sonrisa cuestioné cómo estaba tan seguro de eso. Inmediatamente me reincorporé para luego mostrarme frente al joven ahora anonadado por mi respuesta, decidí aceptar el trabajo y dirigir la investigación con mis condiciones entre ellas; que el joven me acompañara durante el proceso y se dirigiera a los integrantes del equipo en mi lugar. Esperaba, además, un horario de medio tiempo para poder calmarme, claro, bajo esa premisa ocultaba mi ansiedad laboral, y finalmente pedí integrar en aquel proyecto al desconocido autor del diario; aún no sé por qué pedí algo que ni siquiera me interesaba fervientemente, quizá solo quería ver la determinación del joven tras sus insistentes solicitudes. Dichas mis demandas esperaba un signo de decepción o al menos una expresiva inconformidad, al contrario, el hombre sonrió feliz y de un brinco se abalanzó a darme un gentil abrazo, impresionada de tal acción solo alcance a poner mis manos en su pecho y alejarlo unos cuantos centímetros de mi rostro. Contuve el aliento tratando de convencerme de no estar interesada en su apariencia que cruelmente me provocaba fuertes latidos. Interesarme en un chico solo porque se parece a un personaje de un sueño lejano; pero que patético suena eso sin importar lo que digan, traté de convencerme de la realidad dolorosa, pero al fin, realidad, la única verdad en la que fielmente puedo confiar. Al fin llegados a nuestro destino; me dirigí a una de las oficinas del directivo de cultura en literatura ecuatoriana. Una pequeña oficina al final del pasillo con tintes coloniales y pisos de madera lacados, sus paredes lucían recién renovadas con su tono blanquecino adornados por sus marcos y columnas de piedra antigua, jamás antes había visto tal textura en las paredes adornadas por uno que otro panfleto de prestigiosas promociones e invitaciones de exquisitas obras de teatro y danza, todas bien cuidadas y actualizadas para fechas futuras; ni una sola pancarta era un evento antiguo, se notaba la dedicación en aquellos pequeños detalles, cosa que rara vez podía apreciarse en otras instituciones de cultura. Ingresamos a un pequeño cuarto con una secretaria rancia y poco amable, su inexpresividad me daba a entender los años de experiencia que cargaba consigo, pero era mucho más imponente, casi como haberme presentado ante un directivo de escuela siendo yo una simple alumna. Aun así, me dirigí a ella y solicité hablar con el encargado o autoridad competente, de pronto su rostro de suavizó mientras explicaba que el hombre se encontraba indispuesto por unos minutos, contrariada por su actitud ofrecí a esperar su llegada recibiendo una respuesta afirmativa y constatando que la actitud de la señora se debía a mi apuesto acompañante; por supuesto no iba a ser la única presa de sus encantos, pensé mientras esperaba al encargado. Cuando el hombre llegó parecía lucir cansado y de un humor que le obligaba a mantener el ceño fruncido en todo su lujo, era de lo más normal tener que trabajar con personas que en un momento podían gozar de la vida y al otro mandarlo al diablo, continué luego de la indicación de la secretaria para hablar con el encargado, por unos minutos charlamos íntegramente sobre el proyecto que se llevaba cabo y cuando vi la oportunidad mencioné el objetivo real de mi búsqueda, sin embargo su respuesta me intrigó todavía más sobre la identidad del autor. — Me temo estimada que sin su nombre no podemos hacer mucho— indicó el hombre lamentándose mientras cerraba cuidadosamente el cuadernillo— en épocas posteriores los poetas eróticos no eran bien vistos en el país y muchas veces se escondían bajo un seudónimo. — Dice que no hay ningún registro sobre el autor, al menos sabe algo de sus obras. — En aquella época era muy difícil llevar un registro claro, especialmente si ocultaba su identidad y a lo que se dedicaba—se levantó por un momento y buscó un enorme archivador para luego colocarlo sobre la mesa—actualmente apenas nos estamos recuperando de las malas gestiones de aquel entonces. — Ya veo ¿Qué otra opción podría tener? Por un momento el hombre vaciló y negó con la cabeza indicándome el final de un camino que todavía no había comenzado; si lo que decía era cierto, lo más probable es que fuese uno de los muchos autores olvidados en el tiempo, pese a ello me negaba a darme por vencida, después de todo los escritos en aquel diario; aunque un tanto diferentes de las obligatoriedades literarias, eran precisos en cuanto a narrativa y se notaba la suavidad de sus palabras para describir todas las escenas, realmente atrapan a una persona en un mundo completamente distinto y ni siquiera se esforzaba por completo, me dificultaba creer que alguien con semejante potencial quedará difuso en la historia, sin más que un simple diario que encontré por casualidad. Fue en ese momento en que mi mente vio iluminándose por el querer volver al lugar de origen de aquel viejo texto, me levanté de mi asiento y me despedí del encargado, no sin antes recibir la propuesta de que continuaría buscando al autor entre los viejos archivos, agradecí por aquel acto y luego me retiré a encontrarme con Andrei; estaba un poco más aliviada de poder tener una pista de su origen, pero sabía que aquel diario debía de haber pasado por muchos viajes antes de caer en mis manos, estaba segura que tendría que recorrer un viaje al pasado muy intrincado en el laberinto del tiempo mismo. Mi trabajo me había llevado a diferentes destinos que jamás en mi vida habría predicho; no engaño a nadie, solo era un ratón de biblioteca enfrascado en todo tipo de obras antiguas y por haber, mi viaje más largo según recuerdo, fue a un museo antiguo en el norte de la capital para recuperar un archivo viejo y polvoriento oculto entre una infinidad de documentos, aun así no me molestaba introducirme en el mundo literario ya sea de carácter científico, cultural, económico o incluso temas históricos. De hecho, era interesante poder redescubrir historias que quedaron olvidadas, quizá también era una forma de olvidar aquello que me faltaba; sin embargo, esto era diferente, aquel diario despertaba una historia poco usual, del cual anhelaba leer el desenlace o mejor dicho descubrirlo, para mi suerte las ultimas hojas habían sido arrancadas ferozmente, intuyo que fue en una pelea o por el paso del tiempo; talvez un corazón roto, tal vez dos, igual quería averiguarlo.
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