Carmela se fue de mi lado y no podía perseguirla, el tiempo se había agotado pese a que sentía que la vería por última vez en el cementerio, mi intención jamás fue la de caer ante los encantos de una mujer tan joven y mucho menos alguien que veía la peor parte de mí, pero tan pronto como se fue sentí el vacío de no tenerla cerca, mi vida de nuevo parecía gris a mis alrededores y mientras el cuarto donde nos hospedábamos continuaba desordenado yo estaba postrado en el piso como un cuerpo sin vida abrazando el libro que resultó ser una de mis obras recientes.
Pretendí por varios segundos que todo lo que había pasado era solo una ilusión bien elaborada de mi cerebro y me negué a creer en la existencia de Carmela pero era cada vez más imposible, era de nuevo el mismo caso que con Alex, el dol
